LXIII Edición: Temporada de lluvias

Author: Zaforatsel

Lunes de carnaval

Me acercaba semanalmente al muelle para ver a aquella gente dispuesta a internarse en el continente. ¿Pero qué necesidad? Después del trayecto por el mar, ¿seguirle todavía sierra arriba con los caballos? Está bien que algunos pasajeros llegaban iluminados por el Océano y descendían santificados. Y sí, es lo menos de esperar después de tres semanas vomitando. Pero un poco de paz no hace daño, además allá –de donde venían— también había montañas. Insisto, ¿de dónde venía la prisa? Apenas se estaban acostumbrando al mar […] Leer

Para que me crean

Escribir porque podemos, o mejor, porque tenemos algo que decir. ¿O qué? ¿Nos quedamos en silencio para que los demás digan sus cosas mientras uno se calla? Escribo para que me crean, para contar algo que vi ayer y ustedes piensen que llevo toda la vida con la historia en mi cabeza. Lee rápido y escribe al momento. Porque me tienen que creer, o esto no tendrá mucho sentido. ¿O qué? ¿Los dejo con dudas para que piensen que mis palabras son mentiras? Si va a ser así, mejor me quedo sin hacerlo. Escribir para que me crean, así se resume. Leer

La cruz con un ojo

A un lado estaba una moneda de cinco pesos, dentro de un jarrito con semillas de frijol, y un listón que colgaba hasta la base de la cruz. Al pie, como ofrenda, habían colocado la mandíbula inferior de un caballo dentro de un montón de piedras y una cazuela de barro con los restos de ceniza de la fogata. Tal vez querían sacrificar a un niño, pero como eso no era ya actividad propia de estos días, sólo fue el maxilar del caballo o –tal vez— de una vaca. En una de ésas era de plástico y la vista me engañó, pero se veían los dientes bien formados. Leer

Chapopote

Se llenaron las llantas de chapopote y eso que el señor que traía la bandera me dijo que pasara rápido, que ya se podía y que dejara de detener el tráfico. El camino se veía destrozado pero lo dijo con seguridad y con un radio en la mano. La verdad, mejor nos hubiera dicho que nos esperáramos hasta mañana, así como quedaron las llantas después de dos kilómetros de andar sobre asfalto fresco iba a ser más fácil no pasar, dejar el carro ahí parado y caminar. Aún así el señor nos dio el paso y le aceleré. El de adelante ha de haber quedado peor […] Leer

Hizo de toda la montaña su altar

El Señor hizo de toda la montaña su altar. Hasta arriba mandó clavar un Santo. Mejor protegerse. Y ahora, junto a él, las cruces de todos los que han subido. El diablo anda en burro, al menos cuando se camina cuesta abajo. Ya en la cima se pelea con el Santo y, según quién gane, así nos va de bajada. A veces el Señor también se enfada porque no somos lo suficientemente leales, pero ¿quién lo sería? Por si acaso, le dejamos también una flor al diablo. Así nos traen, de un lado a otro. En general gana el Santo […] Leer

Sexo en las banquetas

La verdad yo pensé que vería a todos teniendo sexo a media calle y en los canales de agua, pero lo que vi fueron unas vitrinas y voces bajas que caminaban frente a ellas. Lo más escandaloso eran los evangélicos que les reclamaban a sus amigos por disfrutar el ver mujeres detrás de vidrios. Finalmente, a ellos les habían dicho que eso estaba mal y reaccionaban como habían aprendido. Los únicos congruentes. Veían con furia, sudaban y escurrían los nervios. Querían caminar rápido pero también llevarse a todos con ellos […] Leer

El rey sol

No estaría mal sentirse el rey sol y pensar que las tierras de uno no tienen final. Desde el kilómetro cero y a través de todos los cerros en el horizonte… ¿se escucha bien? Y aunque la luz se vaya de noche y regrese por la mañana, el rey duerme tranquilo. Y fríamente, al menos en discurso, eso no es ser sólo el rey con el sol, sino incluso su patrón. Lástima que un día llega la muerte y las tierras se van a otras manos. Se muere uno y llegan los príncipes por la rebatinga, el todo por el todo. No se aguantan que las tierras del abuelo no tuvieran límites y las de ellos sí. Leer

Tres verdades

La verdad es que yo sólo quería estar en paz conmigo mismo, pero llovía desde las cinco de la tarde y no me podía mover del techo de teja enfrente de la iglesia. Habían cerrado la puerta, estaban en misa y bien sabían que mi vocación era sólo por ratos. ¿Y qué, sólo porque llueve, ahora sí le abro mi corazón al Señor misericordioso? A mojarse, de fe intermitente ya habían tenido suficiente, lo que seguía era ser soldado del Señor y aguantar unos 40 o 50 mm de lluvia sólo con una playera de algodón como defensa. Decididamente, retiré los calcetines […] Leer

El muñeco encerrado

Ganó el muñeco y eso que antes no había conocido ninguna experiencia paranormal. Aún así yo estaba bajando las escaleras temblando. –No, bola de estambre, yo no te metí en la bolsa— le gritaba. Quién sabe si me escuchaba, a lo mejor ya lo había asesinado. Le había metido las tijeras y le corté la cola. Alguien se había tomado la molestia de encerrarlo dentro de dos bolsas de tela y las cosió. La idea era que no lo sacaran nunca, pero al menos le hubiesen escrito una advertencia sobre una etiqueta. No soy tan terco, sé seguir instrucciones. Leer

Comienzos

Entonces comenzamos de nuevo, otra vez, ejercicio de constancia. ¿Ya vienen los aplausos? De esos que uno se gana porque nunca se rinde. Y uno sigue y sigue subiendo una cuesta aunque ya estén rotos los tenis, las piernas duelan y esté inhalando aire por la boca. Los músculos se endurecen y no se detienen hasta que tiemblan. Así que no sé hasta donde llegaremos, pero en el nombre del Señor, o de quién sea, pero de que empieza una etapa nueva, es un hecho. Se nota en las nubes, las lluvias se desfasan unos días, ahí la señal. Leer

1 2 3 4