LXIII Edición: Temporada de lluvias

El muñeco encerrado

Ganó el muñeco y eso que antes no había conocido ninguna experiencia paranormal. Aún así ya estaba bajando las escaleras temblando. –No, bola de estambre, yo no te metí ahí adentro— le gritaba. Quién sabe si me escuchaba, a lo mejor ya lo había asesinado. Le había pasado las tijeras y cortado la cola. Alguien se había tomado la molestia de encerrarlo dentro de dos bolsas de tela y coserlas. La idea era que no lo sacaran nunca, pero al menos le hubiesen escrito una advertencia a la funda o una etiqueta. No soy tan terco, sé seguir instrucciones. En cambio estaba dentro de una caja, con papeles y sobres a su alrededor. Hasta pensé que habían escondido oro, un anillo, diamantes, de perdida un collar, algo que se pudiese subastar, pero no, había una bola de hilo a la que le metí una tijera y, antes de entender lo que en verdad era, lo corté en dos. Salieron pedazos de plumas, troncos pequeños, carbón y piedras indistintas. Un cuarzo en el centro, o tal vez sólo era carbón. Así como lo abrí, lo lancé a un cartón y de ahí a una bolsa. Por lo menos lo corté sólo por detrás y no le quité la cabeza. ¿Qué más podía hacer? A la basura, lejos de mí y de todos. Si me fuese a caer una maldición, que sucediera bastante lejos. Sólo recuerdo que quince minutos después bajaba unas escaleras con mercancía en ambos brazos y di un buen resbalón. Caí de pie, aunque con un golpe en el costado izquierdo. La mercancía intacta, mas no la suela del zapato, quedó partida y despegada. El muñeco enseñó su furia, sin embargo, me dejó con vida. –Está bien—le dije –estamos a mano—. Había entendido su mensaje. Seguiría adelante, bajo advertencia. A mí se me hace que el muñeco era del bisabuelo, aunque conociendo a esta familia podía ser de cualquiera. ¿Para qué lo hicieron? Ya ni quién responda, a lo mejor sólo fue como un episodio de humor negro. Finalmente, hacer un vudú de hilo dirigido a alguien siempre es una buena amenaza o una herramienta de chantaje. Seremos muy valientes pero cualquiera se busca a un santero y, sin el menor aviso, traspasa tu cuerpo a un objeto inanimado y te rompe una pierna si te resistes, o las dos. De cajón al menos una calentadita de huesos o unos moretones en la etapa de prueba. Ya que ven que funciona entonces viene lo bueno. Han de haber ido a uno de los puestos del mercado Hidalgo en el que hay trastienda resguardada por cortinas y figuras esotéricas para preguntar por artes negras hasta que se encontraron con algo lo suficientemente exótico. O a lo mejor supongo demasiado y sí querían cargarla contra alguien, hablar con un muerto o encerrar a un espíritu dentro del objeto. Sea como haya sido, que ya descanse en paz. Los muertos al pozo, los vivos al gozo. Se lo llevó el camión de la basura a unas buenas vacaciones. ¿O cómo es que se tiene que hacer? ¿Lo tenía que colocar en la repisa de la sala? Tal vez por eso encerraron al muñeco en dos bolsas de tela, para que nunca saliera, al menos por cuenta propia. Los espíritus bien amarrados no molestan a nadie, es más, ni se acuerda uno de ellos. Además, se quedó en una caja y refundido al fondo del mueble durante 40 años, ahí disponible por si se ofrecía o por si lo querían volver a ver. Si no lo habrían quemado o enterrado unos quince metros bajo el suelo. Aunque eso sería tortura total y absoluta. Mejor optaron por un acto de menor crueldad sólo con encerrarlo y condenarlo a la oscuridad. El espíritu aburrido y sin compañía dentro de una caja de 10 centímetros por 5 de largo y 3 de ancho. Yo creo que no la pasó bien. El muñeco no tenía ojos, pero el derecho a brillar no debe negársele a nadie. Y con el calor que hacía en el cuarto, y en particular en ese estante, tal vez el objeto ya llevaba años inconsciente y el espíritu encerrado se había evaporado. Por supuesto que la historia del bisabuelo es una suposición, a lo mejor lo habían hecho mis primos. ¿Un amor no correspondido mandado al mundo paranormal? Suena lógico para unos adolescentes. No creo que los artistas del mercado hayan perdido clientes, el deseo de convertir a alguien en muñeco está latente en todas las generaciones. O al menos en encerrarlo en un casco de cerveza vacío con su nombre escrito sobre un papel y pegado con miel en el fondo. El muñequito me sigue pareciendo más eficiente. Es como un control remoto, cabe en la bolsa y nada más va uno acariciando la tela mientras camina por cualquier sitio. O se alinean, o me los alineo.

Créditos de la fotografía: Pixabay, nitell, https://pixabay.com/photos/sculpture-statue-voodoo-zombie-538871/

1 comment

  • Rosario Espinosa escribió

    ¡Jajajaja excelente relato! Me recordó a mi abuelo, cuando le dolía alguna parte de su cuerpo, decía: “ya estarán pinchando al muñeco”… siempre atribuyó a la brujería sus dolencias.

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