LXIII Edición: Temporada de lluvias

Comienzos

Entonces comenzamos de nuevo, otra vez, ejercicio de constancia. ¿Ya vienen los aplausos? De esos que uno se gana porque nunca se rinde. Y uno sigue y sigue subiendo una cuesta aunque ya estén rotos los tenis, las piernas duelan y esté inhalando aire por la boca. Los músculos se endurecen y no se detienen hasta que tiemblan. Así que no sé hasta donde llegaremos, pero en el nombre del Señor, o de quién sea, pero de que empieza una etapa nueva, es un hecho. Se nota en las nubes, las lluvias se desfasan unos días, ahí la señal. Se sembraba en martes, ahora se pasa para el viernes, hay que trabajarle todo el fin de semana. Si los tiempos no los colocamos nosotros, de repente pasa el tren y nosotros sólo nos subimos, aunque no nos crean y digan que todo está en uno y que el cambio viene de adentro. Lo que sí es que nos dejamos llevar por la actitud de esas personas que se visten con suéter color naranja y pantalón de mezclilla, con botas de cuero desgastadas, las nalgas recargadas sobre la cajuela de un carro, lentes rojos que combinan con la tela y con la mano que sostiene un cigarro. Esa manera que tienen de mover el pie derecho después del izquierdo y ese ver hacia ambos lados de la calle antes de cruzarla porque, si no, uno se tropieza con el mismo automóvil dos veces. Los accidentes repentinos sí cambian las cosas rápidamente, son un comenzar de nuevo, abrir los ojos y ver que uno está en el suelo, tirado y desangrado, esperando aún cruzar la calle, sin ninguna transformación de fondo. Tal vez al segundo intento ya se pueda. ¿Se le puede llamar éxito entonces al quedarse en este lado y esperar al tren con paciencia? Si los nuevos comienzos no siempre son mejores, sólo son nuevos. No se evita la repetición, hasta pareciera que los ciclos son eternos. Lo que buscamos es que algo cambie, para quedar igual ya tenemos suficiente. Levantas las botas, das un paso más largo. Muestras las suelas completas en cada movimiento, pisas totalmente el pavimento, no queda nada en el aire. Te colocas paralelamente a la banqueta, no la cruzas, te alejas del mismo crucero de siempre. No esperas más al tren, tomas camino y, cuando aparece, no te detienes, te impulsas con la pierna izquierda y subes a él en pleno movimiento. Las nalgas sobre el acero, el suéter anaranjado totalmente extendido, una bota sobre el piso, la otra lo toca sólo con la punta, el tren continúa cuesta abajo, los lentes rojos en su sitio, cambias el cigarro de mano. Desciendes al empezar la siguiente cuesta, subes y subes hasta que las piernas tiemblen y duelan. Comenzamos de nuevo.

Créditos de la imagen: Pixabay, jarmoluk, https://pixabay.com/es/photos/su%C3%A9ter-su%C3%A9teres-camisetas-428616/

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