LXIII Edición: Temporada de lluvias

El rey sol

No estaría mal sentirse el rey sol y pensar que las tierras de uno no tienen final. Desde el kilómetro cero y a través de todos los cerros en el horizonte… ¿se escucha bien? Y aunque la luz se vaya de noche y regrese por la mañana, el rey duerme tranquilo. Y fríamente, al menos en discurso, eso no es ser sólo el rey con el sol, sino incluso su patrón. Lástima que un día llega la muerte y las tierras se van a otras manos. Se muere uno y llegan los príncipes por la rebatinga, el todo por el todo. No se aguantan que las tierras del abuelo no tuvieran límites y las de ellos sí. Ellos también quieren caminar y caminar, nunca salir de sus linderos, pero como parte de la pelea no tardan y montan una pared. Sólo que el límite de la tierra sea el mar, ése sí lo respetan. Ya sentirse también el que manda en las profundidades sí es un delirio. Ni quién se pueda sentir medianamente grande ante la inmensidad del agua. Que digan que uno puede navegar los océanos y regresar vivo a la tierra, o al menos, no ser arrastrado sin control hacia la corriente que circunnavega el globo y tener el mérito de ser llamado sobreviviente. El que ya pasó por ésas respeta bien las fronteras. Uno se queda en un lecho, no se va a ninguna parte después de haber recibido los golpes. Además, si no estamos presentes en ninguno de los lugares en los que nos conocen, ¿por qué queremos ver que hay más allá de las fronteras? ¿Quién nos va a recordar después? La tierra que no se camina, se pierde. Hay fronteras que son fronteras porque eso son lo que son, como las cimas de las montañas. Si no están ahí por hacerle la maldad a nadie. Son los límites para los pies, lo demás es para los pájaros, las nubes y la ciencia. Además, hoy se puede elevar a las personas sin sudar. Se ascienden diez mil pies en menos de seis minutos y uno está simplemente sentado, recargado totalmente sobre el asiento. Volar no tiene demasiado reto, ni caminar hasta una cumbre. Todavía cuesta el aceptar que ya ahí uno se toma la foto y tiene que regresar porque tampoco se puede estar eternamente de pie sobre el mundo. Así la historia de todo. Si uno quiere ser el rey sol entonces tendrá que decir que el sol sólo sale para él, aunque sea durante unas horas. Además, los planetas esféricos nos confunden, pensamos que porque podemos seguir caminando eternamente estamos en lugares nuevos. Tal vez por eso pensamos como pensamos, que podemos con todo. Vivimos rodeados de estas trampas. Si hubiera planetas planos sí tendríamos una barda al final, pero ése sigue sin ser nuestro caso. Aunque así fuese, se me hace que seríamos ya pocos vivos en la Tierra porque esa tentación de llegar al final y brincar al vacío puede ser atractiva para la mayoría. Tenemos presente ese principio, “para mí no hay fronteras”, pero sí las hay, aunque lo pensemos imposible. El sol sale en todas partes, sean o no nuestras tierras. Nosotros podemos perseguirlo, o bien, esperar nuestro turno al día siguiente para negociar con él. La frontera de lo que vemos es siempre invisible, por eso es por lo que no vemos los muros hasta que nos estrellamos con ellos. ¿Qué hay después de una cima? Aire, una frontera inasible. Y ¿más allá de esos límites? Nadie.

Créditos de la imagen: Pixabay, RandyRMM, https://pixabay.com/photos/animal-dog-pet-puppy-breed-mammal-4118585/

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