LXIII Edición: Temporada de lluvias

Sexo en las banquetas

La verdad yo pensé que vería a todos teniendo sexo a media calle y en los canales de agua, pero lo que vi fueron unas vitrinas y voces bajas que caminaban frente a ellas. Lo más escandaloso eran los evangélicos que les reclamaban a sus amigos por disfrutar el ver mujeres detrás de vidrios. Finalmente, a ellos les habían dicho que eso estaba mal y reaccionaban como habían aprendido. Los únicos congruentes. Veían con furia, sudaban y escurrían los nervios. Querían caminar rápido pero también llevarse a todos con ellos porque Dios tenía misiones para todos y la de los fieles al evangelio era guiar al rebaño. Los demás caminaban a velocidades distintas. Unos sí se paraban frente a las ventanas y observaban, evaluaban y se acercaban a pedir el precio. Tentador, pero seguían de frente. Otros veían y sentían, pero avanzaban más rápido. A veces se detenían y lo pensaban de nuevo. El querer y no, pero mientras hacían ese debate le daban la vuelta a toda la cuadra y al final llegaban a un bar -o a una tienda- para distraerse con cualquier otro asunto.

Había algunos hombres mayores honestos, al fin que para eso habían ido, les quedaba poco tiempo y tenían que disfrutarlo. Que los vieran los demás, al fin que la sonrisa la envidiaba cualquiera. Dinero bien invertido, servicios bien ejercidos. No se deja de sentir agradable que el erotismo no esté oculto. Tres calles en el mundo con poca hipocresía. Si a todos nos interesa. Alguna mirada hacemos, lasciva, perversa, seductora, repugnante. Y observar a todos viéndose entre sí, después regresar a las ventanas y el deseo de penetrar, de ser penetrado, de tocar una piel desnuda o de excitarse.

Pocas personas permanecen más de quince minutos, aunque las calles se saturan por horas. Todos querían ver, sentir, pero ya en el sitio daban prisa y continuaban su camino. Los más excitados buscaban una entrada a un café con psicoactivos. Unos hongos, de perdida, para pensar que hicieron lo que no se atrevieron. Marihuana, relajarse y olvidar que las personas somos eróticas. Lo que sentimos no lo podemos reprimir, simplemente decidimos no hacer nada. Finalmente, para las sustancias alucinantes había clientela suficiente. Ahí, de forma muy personal, uno se imagina todo y no hace nada. Una buena salida para pensar que los deseos están cumplidos, que el apetito se sació. Si lo imaginamos con fuerza, quién nos va a quitar de la cabeza que tuvimos sexo con todo el mundo. Además, campeones, sin enfermedades venéreas, sin hijos no deseados. En la mente de todos, el ser erótico ha podido con todo, o eso presume. Aún así, aunque se talle la piel con piedra, ésa no miente. Carnes tiernas, poco usadas, piel no friccionada, jamás tocada, partes enteras del cuerpo prohibidas para unos y para los otros. En los cafés con psicoactivos, los orgasmos llegan solos. La cabeza, con su poder ante todo, niega que en esas ventanas había un deseo común. Si algo nos une como especie es que en esas calles todos sentimos algo. La cabeza confundida, la piel tentada, los cuerpos se humedecen. Tal vez uno debería empezar quitándose la ropa y mostrar la piel fuera de las ventanas, ahora sí sobre las banquetas. Aunque fuera vieja o poco seductora, la piel es piel, la carne siempre se tienta. Ya desnuda, mostrar que el erotismo está también del otro lado de los vidrios y que se puede gemir más allá de esos rectángulos. Generar un efecto dominó y que las personas se quitarán también los guantes, los gorros, camisas y calcetines. Unos tentados por otros y viceversa. Fuera capas, que se vean todos los cuerpos. Que mejor se metan a las ventanas a los que les guste la ropa. Para prisiones, ya hay demasiadas voluntarias. Y los que quieran alucinar, que lo hagan con mazos, con barretas. Con la piel excitada, las parejas en posición, los grupos formados y el placer convenido, ¿quién se atrevería a protestar por unos vidrios rotos?

Créditos de la imagen: Pixabay, ErikTanghe, https://pixabay.com/photos/red-light-district-erotic-nightlife-3292225/

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.