LXIII Edición: Temporada de lluvias

Para que me crean

Escribir porque podemos, o mejor, porque tenemos algo que decir. ¿O qué? ¿Nos quedamos en silencio para que los demás digan sus cosas mientras uno se calla? Escribo para que me crean, para contar algo que vi ayer y ustedes piensen que llevo toda la vida con la historia en mi cabeza. Lee rápido y escribe al momento. Porque me tienen que creer, o esto no tendrá mucho sentido. ¿O qué? ¿Los dejo con dudas para que piensen que mis palabras son mentiras? Si va a ser así, mejor me quedo sin hacerlo. Escribir para que me crean, así se resume. Para que nadie pueda dudar que el mundo nació de las montañas y que de ellas caen rodando las piedras. No todo es verdad, pero tampoco hay demasiadas formas de comprobarlo. Además, ¿cómo pido que me crean si no lo digo en serio? Para vender un OVNI, hay que subirse a él primero.

Lee rápido, escribe. No sé de qué vamos a escribir pero hay que hacerlo. Es una rutina, cargar pesas, escribir cien palabras, sentadillas, revisar el párrafo y mandarlo. Si ya lo dije, un texto publicado se convierte ahora en problema de otro. Escribir como hábito, para matar el tiempo, o –insisto— sólo escribir porque uno puede hacerlo. ¿Qué importa si se tiene algo que decir o no? El punto está en ser convincente. Que lo lean a uno rápido, que piensen que uno lleva toda la vida escogiendo palabras. Si no importa cuánto tiempo lleva viva una idea en la cabeza, sólo que sea muy convincente. Al fin que el mundo de las ideas es de prueba y error, si hay alguna mentira que la consideren experimental. De nuevo, uno escribe porque puede hacerlo, porque el mundo comenzó con una piedra que se cayó de una montaña y se atoró en una barranca. Mientras tanto, a mitad de los párrafos, hay que colocar algunas verdades: los pájaros vuelan. Uno sigue escribiendo, no para. La noche después del día, el sol hacia el Poniente. ¿Cómo voy a pedir que me crean si no lo enuncio con seriedad? Verdades innegables dentro de conjeturas recién construidas. Si yo tengo una historia, usted siéntese en el piso, escúchela. Sé lo que digo, por eso escribo. Ya con la historia comprada y dentro de la cabeza de los otros, entonces sí puedo bailar penosamente con los mismos pasos que he repetido varias veces y que siempre me han salido mal. Uno puede fracasar, pero ya con la historia montada. Errores razonables, y por supuesto, con un alto margen de contradicciones. ¿No se enteraron? Llovía por la tarde y yo escribía este texto mientras no hacía nada de lo que tenía pendiente en mi lista de espera. Ninguna de ellas grandes cosas, pero todas con algo de importancia. No quiero saber lo que sufren a los que les pagan por columnas. El estrés por cumplir y no saber si es convincente para los clientes. Producir algo que sea vendible, legible. A veces no importa qué es lo que se dice, sino quién lo hace. Otra verdad. Al final, varias columnas podrían ser sólo fotografías con buen encuadre. Y aún así, a algunos se les lee aunque su apariencia no dé confianza. Yo sólo quiero que me crean, sin echar rostro, escribo para que el mundo siga naciendo de las piedras que se caen de los cerros y –también— porque puedo y –por supuesto— para que me crean.

Créditos de la imagen: Pixabay, mohamedmatar, https://pixabay.com/photos/faces-hypocrites-liars-4731977/

1 comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.