LXIII Edición: Temporada de lluvias

Tres verdades

La verdad es que yo sólo quería estar en paz conmigo mismo, pero llovía desde las cinco de la tarde y no me podía mover del techo de teja enfrente de la iglesia. Habían cerrado la puerta, estaban en misa y bien sabían que mi vocación era sólo por ratos. ¿Y qué, sólo porque llueve, ahora sí le abro mi corazón al Señor misericordioso? A mojarse, de fe intermitente ya habían tenido suficiente, lo que seguía era ser soldado del Señor y aguantar unos 40 o 50 mm de lluvia sólo con una playera de algodón como defensa. Decididamente, retiré los calcetines y me sacudí el agua del cabello. Tal vez los primeros cinco minutos de lluvia no estaban tan limpios, pero después fue un baño completo, la lucha del hombre contra la tormenta. La fuente de todo: en el cielo. Capaz que inspiraría un libro del Nuevo testamento. Señor, ¿a las cuántas batallas seré digno de cubrirme bajo tu techo? Primero se secó la nube antes de recibir una respuesta. Primera verdad, acompañar la fe de un paraguas.

Que mirar directamente a los ojos a la Gorgona te convierte en piedra, pero nada estaba dicho con Perseo, el ingenioso, que utilizó un espejo para sólo ver su reflejo. Y así empieza el relato que le cuentan una y otra vez a los niños, que no se preocupen porque ante cualquier reto grande siempre hay una solución, que no olviden que los finales siempre son felices. Arriésguense, al fin que el que no tiene algo que perder, tampoco gana nada: un poco de paz, algo de violencia, esconderse de alguien más. Da igual, está uno al filo de la muerte y, aunque todo indica que ya se muere, no lo hace. Uno escoge ese momento, aunque camine sobre lava fundida o la Gorgona esté enfrente. Y así salen algunos a darle la vuelta al mundo para vender aretes o a hacer malabares, o los que pintan casas sin saber usar una brocha. Lo que sea que haya que hacer, uno lo hace y la vida continúa, vivo o en el recuerdo de los vivos. El miedo es la fuente de las mentiras. No importa si uno se muere.

El whisky no envejece, sólo se derriten los hielos. En el centro está la percepción. Si lo piensas muchas veces, eso, lo que sea, no es imposible. Sentarse en piedras puntiagudas de un volcán es un masaje para los glúteos. Sentir el calor, el frío, lo que venga por cualquier canal sensible es transformable. Nada es igual, si lo quieres, lo puedes. No te quedes en el intento. Si deseas volar y lo repites varias veces, vuelas. Así es cualquier actividad, concéntrate, piénsalo, hazlo. La fe mueve montañas, lo mismo que cerrar los ojos y respirar profundo. Hasta los músculos duelen si uno se las ingenia haciendo esfuerzo sentado. La montaña más alta es como una operación de aritmética, tres más tres, más tres por diez. Y listo, ya está uno en la cima. El problema ahora es bajar, claro, porque nos dicen que todo se puede si uno quiere, pero no cómo regresar desde el lugar al que se llegó. Sube sin problema la ladera, pero luego, para bajar, no hay ni cómo: un resbalón y de sentón. Si caes mal, te rompes la pierna. Y abajo no importa si uno está cojeando pues si ya se llegó hasta el tope, se metió al cráter del volcán y regresó, entonces una quemadura no es nada. La tercera verdad, las lesiones son imaginarias, son actos de fe, como los retos que nos pone el Señor para entrar a su iglesia. Mojarse los tobillos, seguir caminando con los pantalones empapados. Quién se atrevería a criticar a Perseo si a la vuelta trajera consigo la cabeza de la Gorgona aunque él también se hubiese convertido en piedra. Victoria para los dos, fin de la historia, no más Perseo, no más Gorgona. Sólo una estatua con una cabeza sobre los hombros y otra en la mano izquierda, desangrada. La pondríamos en el centro de un parque circular de la ciudad, de una glorieta. La valentía no envejece a ninguna persona, sólo la hace famosa. La victoria es de la percepción, no trascienden demasiado los victoriosos, pero sí su recuerdo. Qué llegue la avalancha en la parte alta de la montaña siempre y cuando nos baje de regreso con ella. Paz y larga vida, a pesar de las verdades.

Créditos de la imagen: Pixabay, djedj, https://pixabay.com/photos/door-gate-wood-knocker-gorgon-3731897/

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