LXIII Edición: Temporada de lluvias

Author: Aplicaciones del amor

Transahogado

Compré una mujer de acero inoxidable y elastómero termoplástico –TPE–, un material blando, siliconezco, que, bajo ciertas circunstancias, parece piel. Pesa veintiocho kilos la mina. Se llama Julieta, pero llevamos sólo unas horas juntos, así que el nombre no es definitivo.
Costó subir los dos pisos por escalera hasta mí departamento con la caja en que venía; costó encontrar un buen lugar, amplio y con poca luz exterior –para abrirla recomiendan no exponerla por tiempos prolongados al sol–. Leer

Nala Rizzo

El bar es muy pequeño, ella recita y sus poemas quedan grabados en mi mente como fotogramas. La luz anaranjada de los focos desdibuja el límite de su cuerpo: su traje también naranja desaparece dejando al descubierto los lentes de sol ochentosos que lleva puestos para esconder su mirada. Los martes, a la noche, entro en la película de su poesía y me olvido que hace semanas que no puedo dormir. 
Apenas hay público, ella sólo habla con la camarera, toma jugo de naranja y, de vez en cuando, pide que le añadan un chorrito de gin Tanqueray. Leer

Pastillas

Le aviso de antemano que no creo en los psicólogos. Vengo acá porque mis padres me obligan, y como no tengo los medios para mantenerme sola, no me queda otra que bajar la cabeza y acatar. ¿No le dijeron? Mi novio me dejó hace unos años. Era mi primer novio, un sol, pero claro, lo bueno no puede durar, ¿no? Y los buenos partidos se los quedan las lindas, las tetonas, las desenfadadas. A los 22 años no alcanza con ser idealista, trabajar, estudiar y leer a Cortázar y patalear contra el sistema. No.
¿Usted leyó Rayuela, doctora? Leer

Los pies de Yamila

Ricardo era un joven arquitecto, de poco más de treinta años. Estaba saliendo de la historia más destructiva de su vida: un matrimonio fallido. Había decidido comenzar a cooperar en el extranjero y había ido a enseñar en la Universidad de Argel. Moraba en un apartamento bastante grande para su vida como soltero. Lo había amueblado parcialmente, de una manera muy apresurada: algunos muebles en la cocina, para las comidas rápidas de cuando no quería salir, y en el dormitorio un colchón, descansando directamente en el suelo. Leer

Uno

Hay una mesa. Una paraguaya, dos chilenos, dos porteños, que somos mi pareja y yo, tres yanquis y un pelotudo, que debe jugar al rugby y manejar el auto del padre. Jugamos al UNO, cada uno con sus reglas y sus trampas. La paraguaya tiene brackets en los dientes y es la única en bikini. Rojo. Es de noche. Estamos en una playa del Caribe.
En realidad estamos en el hostel, pero el hostel está sobre la playa y hace calor y está húmedo. La paraguaya y el pelotudo pegan onda entre más cuatro y más cuatro. Leer