LXIII Edición: Temporada de lluvias

El coche es mi vida en mis sueños

Siempre recuerdo lo que sueño y esa pesadilla de soñar que el auto que manejo se estrella, que se sale al mar… Solía levantarme gritando o haciendo movimientos bruscos involuntarios cuando descansaba, creo que ya no me pasa.

Hace dos semanas me reuní con la mujer que respondió la llamada de la ambulancia cuando el enfermero preguntaba si podía venir a acompañarme, que habían rescatado su número telefónico de mi celular al ser este el contacto que yo había llamado y, pues, yo no reaccionaba… En coma. Estaba ahí tirada en el suelo, envuelta en sangre, apenas pudieron sacarme de mi auto después de haberme impactado contra un poste. Esta mujer y yo hablamos del accidente, pero sobre todo reímos, aún no puedo creer que sigo aquí, dos cirugías y años de rehabilitación. Lo logré. Siempre que ese sueño me despierta lo pienso, porque en el sueño tampoco logró nunca morirme, siempre me despierto antes, como pasó cuando choqué en la vida real. Me despertaron antes de morir.

Recientemente compartí mi espacio más privado, el de mis sueños y el del descanso. Me hace falta dormir y sobre todo descansar, pero durante dos semanas no tuve más esta pesadilla o esa pesadilla que me atormenta, me causa ansiedad y siento que es parte de esta modernidad. La etapa forzada en la que la sociedad me sumerge en una presión por la categorización y conceptualización del todo. Cuando digo todo, me refiero a los objetos, a los sentimientos, a las vivencias, a todo. Pero, -¿Qué pasó realmente estas dos semanas para que yo pudiera dejar de soñar?- Pasó que deje de especular y esperar, me dediqué a sentir y a tratar de no descifrar y decodificar lo intangible. Es decir, la música es más que el sentido auditivo, pues puede olerse, sentirse y verse, puede remontarse a cualquier memoria, puede traerte alegría y dolor. Está bien no saber qué va a pasar en los próximos 20 minutos o no esperar un día, porque éste es tu presente y a la vez tu futuro. Ésta fue la etapa del autodescubrimiento, en la que sé que aún puedo pasar diez horas en un coche sin tener el control e ir a dormir y no tener más esa pesadilla porque todos mis monstruos no viven bajo mi cama o en mis sueños. Viven en mi realidad y en mi presente, pero son también intangibles. 

Créditos de la imagen: Colección de la autora.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.