LXIII Edición: Temporada de lluvias

El editor y el exotismo

Que te gusta lo exótico, lo que no entiendes, lo que te parece atractivo a simple vista. Pues sí, colocarse una pulserita en el brazo es un gesto exótico pero no le hace daño a nadie. Sentir el rozar del tejido con la piel es como vivir en Tahití cuando uno sólo utiliza camisas hasta la muñeca. A veces uno se arrima las mangas y de repente la piel se estrella contra alguna piedra o se moja, pero, ¿de ahí a enamorarse de lo exótico? Pues no, si cuando uno se toma el café como en otros lados del mundo, concentrado y sin azúcar, termina con diarrea.

Y así fluye el trabajo de un editor ante los textos que llegan a una revista como ésta. Si me quieren contar la historia de cómo es que desenredan el papel del baño de su casa y terminan tirando el rollo entero a la taza, perfecto, pero luego no anden diciendo –sólo por añadirle el exotismo— que utilizan hojas de periódico, respetando las fotografías con rostro, porque tienen al menos diez años que no compran un diario impreso. Lo extraño, lo ajeno, cuando ya pasó por nuestras manos, deja de ser exótico y se convierte en propio. Una vez una persona me echaba en cara que yo estaba plenamente aculturado, que había adoptado hábitos de otros sitios y que hacía como si fueran míos, pero no se daba cuenta que ya ni siquiera recordaba en dónde los había aprendido. Eran diarios y rutinarios, de más de 21 días de repetición, totalmente asimilados, difícilmente exóticos. Aún así me reprochaba. Luego estas personas muy académicas me salieron con argumentos de Edward Said sobre el exotismo y nuestra manera de pensar colonial y que soy un hijo del colonialismo que está repitiendo el comportamiento de sus viejos amos. Claro –les respondí—no tengo salida, tendré que vivir con mis anhelos dominantes. Mientras tanto seguiré preparando el café sin azúcar, aunque digan que para mí debería ser sólo con piloncillo y canela. Nada contra los últimos, cuando me lo sirven, lo bebo. Pueden cerrar sus ojos ante mis hábitos. Afortunadamente, no hay castigo que dure mil años.

Así es como me piden que edite los textos de la revista: descolonizado, políticamente perfectos, con los adjetivos exactos y siempre en el momento que los escritores lo desean. Les fallo. Suelo decirles que sí, por supuesto, que sus peticiones se anotan aunque no se cumplan. El trabajo de edición es difícil de evaluar. Tampoco pueden decir que los ignoro porque entonces terminamos construyendo discursos que legitiman ambos puntos en la discusión. También por eso duermo tranquilo, sin sobresaltos por los mensajes en domingo de personas frustradas con las decisiones editoriales. Es que a veces se me sale mi amor por lo exótico, disculpen, termino hablando de los rituales poliamorosos de las islas polinesias. Ya vendrá algún cura a evangelizarme. Tampoco es que yo me queje cuando me mandan propuestas de retratos sobre sus viajes terrenales y espirituales. Hay personas que al escribir se iluminan y de repente la isla de Cuba se parece a la colonia Roma. Normal, al fin que hay vuelos entre ambos países. Ah, no, la Roma no es un país, pero algunos escritores dicen que sí, que tienen fronteras bien delimitadas y giros prohibidos para proteger el comercio local. No rebato, déjenles buscar el exotismo en sus propias calles.

Hacer una revista es como un concurso de gestión de lo extraño. No queremos publicar sobre lugares comunes, aburren hasta a los que sólo leen los títulos de los artículos. Entonces tengo que darle lugar de vez en cuando al texto de la persona que abrió cinco barras de jabón en la regadera y se puso a hacer pruebas de la espuma que generaba cada una.

¿Cómo no se me va a salir de repente lo exótico si es lo que leo todo el día? La escritura es una fotocopiadora. Termino redactando de la misma forma que el último texto que leí y el que me lee escribe como yo. Por eso la pelea sobre los derechos de autor es infértil. Si alguien debiera ganar dinero es la máquina que hace las copias, no los que agarramos la última hoja. Pero bueno, no es por esto por lo que no se les paga a los que escriben ni a los que editan, ahí sí es cierto que no tenemos dinero, más bien le aportamos de otros lados, pero pues, tampoco nos quedamos con los derechos de nadie. Si después quieren publicar en otro sitio, adelante. Ya nos darán las gracias en las demás editoriales. Aquí termina ganando más el servidor de internet y los que venden las herramientas para el WordPress que sostiene virtualmente la plataforma de la revista. Y esto porque –además de leer los textos de la semana pasada sobre formas de cortar las uñas— tengo que responder en blanco a las personas que nos preguntan que cuánto les vamos a pagar por sus aportaciones. Algunos interpretan el silencio a su modo y me envían una cifra de lo que ellos consideran adecuado. Les digo que lo anoten en la cuenta. Que una revista pague lo justo es otro ejemplo elegante de exotismo. Las revistas colonizadas como ésta no pagan, explotan al que escribe, al que edita, al encargado del diseño, a la persona de comunicación, a sus lectores. Ya nos descolonizaremos, el Oriente se hará Occidente, el mar emergerá como una montaña y los motores literarios cambiarán de aceite.

Soy un editor aculturado, con fobia al uso exagerado de los adjetivos, pero que los deja pasar cuando lee un claro sarcasmo. ¡Aquí seguimos! A un año de volver a empezar el trabajo quincenal de La idea lista sólo queda dar las gracias al colonizador y al colonizado. Vamos por otro lleno de relatos ajenos y lejanos, con artículos ahora sobre la calidad de las toallas de papel y la producción de sal yodada. Ya nos disculparán los lectores, el exotismo literario se parece a la pulserita que uno se coloca sobre el brazo después de doblarse las mangas. Eso sí, publicaremos buen exotismo, como el del material de la pulsera. Si le pasa un camión por encima, se vuelve a estirar por sí mismo, se lava, se deja al sol, se espera unas horas y la idea lista continúa.

Créditos de la imagen: Paul Gauguin (1848-1903) – The Big Tree (Te raau rahi) (1891), https://www.flickr.com/photos/ugardener/6707429621

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