LXIII Edición: Temporada de lluvias

El kraken

¡Creo que es mejor embarcarse, que quedarse en una triste habitación!

Es el monstruo más indeseable que tiene el mar, se llama kraken y su forma no está bien definida; parece que es menos grande que la ballena azul; tiene el cuerpo cubierto por escamas a pesar de ser un molusco; la sangre caliente, tanto, que bien puede hacer hervir el agua que lo rodea; a veces pone huevos y otras pare viva a su cría; presenta una gran prolongación de piel escamada a lo largo de la espalda, desde la baja cadera, y remata en su cabeza formando una corona; toda esa espalda está llena de espinas que sobresalen en el medio.

Tiene tres formas de ataque: Con su tinta negra hace que su víctima no vea y así la apresa; con sus babas escupe a su presa y como son paralizantes, bien puede comerla sin que se defienda y… apresa a los barcos con sus ocho tentáculos poderosos, los hunde y comienza su festín de humanos marineros. En el mar hay otros monstruos que esperan pacientes al humano que caiga, para devorarlo. Pero por más que me asomo por la borda, no veo alguno, sólo delfines y algunos cardúmenes alegres, muy coloridos y llenos de energía.

Quizás el kraken haya nacido en otras aguas, no por acá por las del Golfo de México, sino más allá, por el Atlántico; dice la leyenda que el Atlántico helado del Norte, el que rodea a la Península Escandinava, fue su cuna y que nunca se le ha visto muerto, que el primer kraken ya ha vivido más de 500 millones de años. Como se reproduce cada cinco años con una sola cría, hagamos la cuenta y veamos cuántos krakens hay en los mares del mundo.

¡Claro! es mejor embarcarse que quedarse en una triste habitación!

Por acá por altamar ya no se miran gaviotas ni pelícanos; acá ya las parvadas no llegan, se quedan alrededor de las costas. Fueron sólo los delfines los que nos acompañaron un gran trecho. Por todo esto pienso que de fijo, es mejor embarcarse que meterse día a día en una triste habitación. Los barcos para vacacionar tienen TV, internet, películas… comedores con servicios a la carta todo el día; gimnasios y albercas con sillas alrededor, para tomar el sol y leer novelas, cuentos y los poemas que con nosotros trajimos.

Kraken quiere decir “monstruo enfermizo” pero tiene energía y astucia. Las enfermedades son dolientes, pesarosas, encaminan a la desesperación y a estar en el reposo… en realidad el kraken no tiene ganas de recostarse a descansar; será por eso, por estar enfermizo, que durante años y años no se oye de él y luego, ya repuestas sus fuerzas, se desata atacando a cuando barco se le presenta.

La triste habitación lejos, muy lejos la dejé. Por acá tengo la oportunidad de mirar los amaneceres llenos de color; cuando hay nubes, el alba las pinta de amarillo y naranja. Eso pasa cuando al Oriente se le mira por allá por tierra firme, porque el polvo amarillea a las nubes.  Cuando no hay nubes  el cielo azul plumbago se mira con la armonía de las horas tranquilas; en los atardeceres siento que la vida trae la oscuridad para que la luz se haga más deseable, y para que haya una comparación fija, que nos indique la bondad de la luz.

Y llegada la noche las estrellas forman una cúpula tachonada tan deslumbrante, que siento ganas de caer arrodillada, para bendecir la perfecta armonía del cosmos.

También quisiera mirar, alguna vez, una lluvia de estrellas. Pero lo que más deseo ver es un monstruo marino, cuando menos que se parezca al kraken, que pueda constatar que existe la monstruosidad,  y que la naturaleza hizo seres malignos.

En realidad creo en los demonios, sé que el Satán, también llamado Mefistófeles, Belcebú, Belial, Lucifer, tiene miradas de servidores: los pingos, diablos, diantres, demontres, chamucos y otros nombres pavorosos pero… nunca los he visto. Me gustaría ver a alguno  para tener la seguridad de que existen, de que en alguna dimensión están. Pero más me gustaría ver al kraken.

En fin, creo que estar por acá, al lado de esta piscina, asoleándome con el sol de media mañana, es mejor que estar en esa habitación triste, con sus paredes blancas.

Me meteré a la alberca un rato, porque esas tres niñas necesitan que les enseñe a jugar con la pelota; no se están divirtiendo bien, les falta habilidad para gozar más del agua. Después me bañaré, me vestiré e iré a la barra a tomar una copa de vino tinto de Baja California acompañado con algunos quesos ácidos traídos de Holanda, y unos panecillos horneados por la cocina veracruzana. También me pondré a recitar poemas, los clásicos y los inventados por mí. Hay muchos compañeros de viaje que me piden que los lea, que los actúe, que se los haga oír.  Hay niños que ríen cuando leo mis poemas sobre brujas y hadas, sobre princesas y sapos que nunca se convierten en príncipes.

<< Había una vez, una familia de sapos que tuvieron que dejar sus charcas porque llegaron los trabajadores a construir un gigantesco condominio y llenaron el ambiente de polvo, ruido y palabras soeces. Las sapas se dieron cuenta y urgieron a los sapos sus maridos, para huir de ahí. ¿Qué hacer, cómo salir de esa zona tan ruidosa y polvorienta sin que se perdiera ningún renacuajo y tampoco se extraviara algún huevo?

<< Encontraron la solución: Cada mamá debería meter en sus fauces a todos sus huevos y cada padre, en sus fauces también, a todos sus renacuajitos, así comenzarían a huir, pero no dando saltos, claro que no, mejor sería inflar e inflar y más inflar sus cuellos, para que el aire en ellos los elevara.

<< Así lo hicieron. En ese momento el planeta Saturno pasaba por ahí, y asombrado por ver tal cantidad de sapos y sapas, se ofreció a darles albergue en uno de sus anillos.

<< Así fue cómo el más brillante de los anillos de Saturno se pobló de sapos terrestres que viven muy tranquilos, porque ahí no hay trabajadores a quienes les guste edificar condominios y… colorín colorado, el que no se levante ¡Se quedará pegado! >>

A la niñez le gusta oír mis cuentos, a mí me gusta contarlos.

Los cuartos blancos son tristes, ya no debo pensar más en ellos. Ahora quiero divertirme y platicar; también platico con las recamareras y me cuentan sus problemas, una de ellas me dijo:

<< Mi casa no está lejos de la costa, es por eso señora, que conozco bien el mar, porque desde siempre he vivido junto a la playa, junto a la arena, y junto al río que desemboca en el mar de mi ciudad.

<< Me gusta guisar mariscos y es por eso que vine a hacer mi solicitud de trabajo, pero me dijeron que aún de cocinera no, porque ese personal ya está cubierto, que comenzara siendo la aseadora de las recámaras y ya después podría ir subiendo, hasta lograr ser la chef. Puedo bien embarcarme porque no tengo marido, porque no tengo hijos ni perro que me ladre. Por eso gozo de la travesía, tanto como las personas turistas a las que debo atender. Y usted señora ¿tiene familia? >>

Estar en un cuarto blanco y triste, es colocar esa tristeza en el corazón.

Lo mejor de todos los cruceros para turistas, es que cuentan con médicos, medicinas y también podemos platicar con los doctores contándoles los padecimientos que tenemos… que tiene esta vieja de setenta y nueve años que no quiere estar encerrada en una casa hogar para viejos y menos, en un hospital… El hospital cuesta lo mismo, que este buque. El hospital tiene a tedio y soledad, monstruos más horrendos que un kraken.

Créditos de la imagen: Ananazwerg, Pixabay, https://pixabay.com/photos/background-nature-texture-old-3357313/

1 comment

  • alejandro escribió

    Me pareció hermosa esta historia, Hugolina. Yo que vivo encerrado, que produzco una literatura convaleciente, disfruté de este viaje que me propusiste, y estuve este buen rato, fuera de mí. Gracias!!

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