LXIII Edición: Temporada de lluvias

El Lenchito

El Lenchito era dos años mayor que yo, su abuela Luisa y mi madre eran buenas amigas. Él tenía la virtud de reproducir los ruidos que hacían los perros no sólo al ladrar, sino también en el retozo o cuando estaban echados. Además, ronroneaba como los gatos y reproducía el piar de las cocochitas y las palomas. Cuando jugábamos, de su boca salía el trote de los caballos y el correr del agua si se nos atravesaba un río. Un día llegó el Circo Osorio y mientras algunos trabajadores levantaban la carpa de dos pistas, los elefantes, los payasos, los trapecistas, los leones, recorrieron las calles del pueblo invitándonos a la función de esa noche. La Mana, mis padres y yo estábamos en primera fila. Entre las gradas descubrí el rostro atento del Lenchito a la altura del pecho de don Lencho. Salieron los payasos, se correteaban los unos a los otros echándose cubetazos de agua, la espalda de uno de los payasos quedó frente a mí, otro le tiró encima el contenido del balde, el payaso lo esquivó y me llovió confeti. Me llegó el olor a palomitas de maíz, algo muy raro en mi pueblo porque ni el cine de don Emilio ni el del Mechudo tenían dulcería; pasó el vendedor a un lado de nosotros y pedí que me compraran una bolsa. Apareció el hombre de goma que se volvió pelota y rodó, luego los elefantes que se sentaron y tocaron la flauta, después armaron una red y aparecieron los trapecistas y volaron de un columpio a otro, y mientras desarmaban la red aparecieron los payasos con un chimpancé vestido y entre todos sirvieron la mesa y empezaron a comer, pero en un ratito se lanzaron la comida con la cuchara trincada entre los dedos; la risa que más se escuchaba en el circo era la del chango. A la mañana siguiente cuando llegué al patio de la casa del Lenchito, lo encontré en uno de los brazos del guayabo riéndose y gritando como chimpancé. Vamos al circo, me dijo, a ver los animales. Vimos una cebra vieja y los elefantes tomando agua de unos tambos con sus trompas y arrojándosela. Nos detuvimos a observar tres leones en su jaula a los que alimentaban con carne de burro. Cuando terminó el festín, los leones se echaron y empezaron a emitir un pujido que parecía provenir de lo más profundo de las bestias. En un rato, el Lenchito puso cara de león aburrido y se unió al coro originado en la jaula. Nos regresamos a la casa de su abuela. El Lenchito en realidad vivía en dos; la otra era la de sus padres, y entre ambas viviendas había un patio inmenso, algo montuno y con árboles frutales. Nos echamos en el zacate y el Lenchito empezó a enseñarme a reproducir el pujido; como me tardaba en aprender, puso el puño de su mano en el estómago como diciéndome que ahí era el origen de la fuerza y conforme ésta iba subiendo, su mano también subía; cuando llegó a su garganta, la mano se detuvo un instante y emitió el pujido. Mientras practicábamos, al otro lado del zacatal divisamos a su hermanita Georgina con su amiga Teresa acercándose, las dos eran de mi edad. Nos quedamos como dos leones al acecho y vimos cómo se levantaron sus vestiditos, se bajaron sus pantaletas, se acuclillaron y vi esos dos montículos de barro que parecían corresponder a mi mirada y que en un parpadear se habían vuelto veneros, se levantaron y vi sus calzones a las rodillas, sus muslos, sus sonrisas y sus rizos. Leeeenchitoooo, gritaba doña Luisa buscando a su nieto. Corrimos hacia la casa. Mi madre había venido por mí y platicaban. Oye, Chilo, el Febo también parece tontito; ojalá que sea cierto porque así el Lenchito no estará tan solo.

Créditos de la imagen: Pixabay, https://pixabay.com/illustrations/vintage-antique-art-elephant-313647/

8 comments

  • Anita Brito Guzmán, hermana de la piri escribió

    Muy bonitos recuerdos nos deja Lenchito,de la infancia me recuerda cuando jugaba con un rin de bicicleta por las calles y haciendo el ruido de run run, Lenchito un niño muy listo y sonriente, siempre con su papá, Dios lo tenga en su santa gloria 🙏 y de consuelo y fortaleza a la familia.

  • Carmen Sabina Bernal Valdez escribió

    Febo soy la Manita, hermana del Manito. Saben…algo curioso. Cuando le comenté a mi hermano que Lenchito había fallecido… me dice : anoche estuve soñando cuando éramos niños Lenchito, Bernardo, el Febo y yo… una señal de que quiso despedirse de ustedes. Sabes que somos familia, Luisa Cázares hermana de mi abuela María. Lindo tu relato y gracias por compartir.

  • Vicente Zamudio escribió

    Soy Vicente Zamudio: Descanse en Paz “Lenchito” y mi mas sentido pesame para la Familia Salazar . Tambien fui parte de este grupo de niños. Junto con el “Manito”, Bernardo Quezada y Febronio (el Febo) ibamos a la casa de Doña Luisa Cazarez a a jugar con el “Lenchito” y por la noche regresamos todos a jugar loteria. Siempre esperabamos a que Luisa encendiera un foco en la calle, esa era la señal que habria juego. La verdad fueron tiempos muy bonitos. Todavia recuerdo que una vez a Lenchito le “amanecio” de navidad un traje de “Romano”. Casco, espada, pechera, cinturon y escudo. Estaba superfeliz y era la envidia de todos nosotros. Saludos a todos. Un abrazo

  • Georgina Salazar Vizcarra escribió

    Me encantó, el relato qué haces de mi hermano Lenchito, te agradezco mucho, que hayas hecho esta narración tan bonita de mi hermano Lenchito se ve que le tuviste cariño, yo siempre te recuerdo a ti y tu familia, mis padres también te recuerdan incluso ayer, después del sepelio, mis papás estaban recordando anécdotas tuyas y del a Lenchito, soy Georgina la hermana del Lenchito, mil gracias, saludos

  • Luis Ricardo Salazar López escribió

    Lloré… ❤️
    Ayer sepultamos a mi Tío Lenchito…
    Muchas gracias…

  • Luis M Salazar escribió

    Ayer sepultamos a Lenchito, soy su hermano, y hoy nos enteramos de este relato. Gracias!

  • HUGOLINA G. FINCK Y PASTRANA escribió

    ¡Guau… está súper! me agrada esta forma de narrar.

  • Rosario Espinosa escribió

    ¡Encantador relato!

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