LXIII Edición: Temporada de lluvias

Verde Reflejo

Jardines mitológicos, jardines pintados, jardines ilusorios. Hespérides, delicias y circundantes.

Reflejo inevitable de mi relación con ellos, relación de distancia y extrañeza, muchas veces vistos como manchas necesarias para generar contraste, manchas para no saturar de grises mis bastones oculares y para estimular la distinción de tonalidades verdes.


Baldones impuestos, situados para cumplir el diseño de un sueño distorsionado de un urbanista “incluyente”. Plan de vida llevado a cabo circundando un fraccionamiento con vida plantada. Por sí solo sobrevive, necesita mínimas atenciones para enmarcar exitosamente a sus ocupantes. Nadie siente pertenencia, nadie busca el acercamiento. Si es pisoteado, se aleja a un costado para dejar senderos; si es abandonado, se adentra entre grietas y espacios reclamando que sea observado.


Basta con un par de sacudidas para internarse en otro reflejo, esta vez relacionado con el deseo y la falta. Estremecido y fascinado por las delicias pintadas, la tela que soporta este jardín mezcla frutos y garras, semillas y fluidos, mujeres, hombres, flores y animales. Personajes, todos ellos, llevados por hilos inexistentes, motivados por empujes azarosos que provocan delirios eróticos en algunos de sus observadores. Jardín compuesto por una caprichosa mimesis entre naturaleza y ficción. Es imposible que sobreviva solo, necesita todos los ojos para enmarcar a sus vigilantes. Todos pertenecemos a él. Si no le generamos un ambiente ideal se difuminará; si no se le nutre con miradas, se marchitará en el olvido.
Ante una lucha me encuentro, un último reflejo me acecha. Como una Hespéride que relajada guarda sólo las manzanas doradas, las flores perecen a mis lados. Las plantas se ahogan con mis exagerados temporales. No hubo cuidado alguno que brindara una pizca de sobrevivencia. Mi mirada se quedó allí, entre la ilusiones que rodean y las delicias del pasado que paralizan. Ese fruto áureo que aparentaba vigilar nunca estuvo y, por lo pronto, no llegará.


Buscar otro reflejo para cultivar y atender, para observar y cuidar, para alimentar y soportar… porque mi deseo ahora es ampliar las tonalidades de la percepción, acrecentar las gamas cromáticas de la vida, recibir a los colores con sus pulsiones.


Ir al jardín.

Imagen: Fragmento de El jardín de las delicias, El Bosco

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