Author: Korben
No hay mal que por bien no venga
XLVIII Edición (II Aniversario)Tu nombre, un susurro, una punzada en las sienes que se propaga como telaraña hacia la nuca. Abres los ojos. No reconoces la oscuridad. Pruebas cerrar los ojos pero el dolor de cabeza ya está ahí, es un hecho.
Te giras sobre la cama. Abres los ojos nuevamente: la sombra de una mujer, sentada junto a la ventana, amamantando al niño. Su voz de arena repite tu nombre. Ahora la reconoces, la habitación del hotel. Y a ella, tu mujer, que dice: hay alguien afuera.
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María y León
XXXIV EdiciónEl departamento de León es pequeño pero tiene carácter. En la pared más grande del salón hay una pintura enorme, exagerada, con formas vagas y salvajes empastadas bajo gruesas capas de pintura roja y azul. A María le había gustado eso, que alguien se atreviera a colgar esa pintura al centro de una habitación, una pintura así: inmensa, viril, casi violenta.
León observa sin disimulo los labios rojos de María durante todo el rato que ella ha estado extraviada, en silencio, mirando la pintura de Fiero. Habían cenado pizzas y vino.
Sueño de amor
XIX Edición (Temática: Soledades)Intentar conciliar el sueño durante una noche de insomnio es un asunto cruel en tanto que pertenece a ese tipo de situaciones en donde la intensidad de lo que deseas es inversamente proporcional a la probabilidad de conseguirlo, como le sucede a todas esas personas desesperadamente románticas o solitarias de treinta años en adelante cuyo principal propósito en esta vida es encontrar el gran amor de sus vidas, si bien es precisamente lo real y punzante […]
La librería de K
VI EdiciónK repartía metáforas en cada conversación, era su marca registrada, así que cuando dijo que a partir del lunes abriría sólo de noche todos pensamos que en realidad nos estaba anunciando el cierre definitivo de su librería. A nadie tomó por sorpresa.
El astillero II (tributo a Onetti)
I Edición (Nueva Temporada)Larsen salió de la iglesia exhibiendo un mínimo de asco, atado con fuerza al bracito torcido de la hija de Jeremías Petrus, sabiendo que su presencia en Santa María adquiría con ese gesto la condición irrevocable de lo acontecido.