LXIII Edición: Temporada de lluvias

Sueño de amor

Intentar conciliar el sueño durante una noche de insomnio es un asunto cruel en tanto que pertenece a ese tipo de situaciones en donde la intensidad de lo que deseas es inversamente proporcional a la probabilidad de conseguirlo, como le sucede a todas esas personas desesperadamente románticas o solitarias de treinta años en adelante cuyo principal propósito en esta vida es encontrar el gran amor de sus vidas, si bien es precisamente lo real y punzante y honesto de su deseo lo que a ojos de los demás se transforma en una especie de repelente amoroso (dado que en general tendemos a desconfiar de la gente que quiere algo con esmero y no lo consigue, algo malo tendrán) y entonces pareciera que la única forma de encontrar el anhelado amor es precisamente olvidándose de ese anhelo, algo casi impensable para alguien como tú que ha crecido y creído en ese único ideal como principal propósito de la existencia: encontrar el AMOR, así, con mayúsculas, y entonces resulta aún más cruel el hecho tristemente probado de que fingir no sirve de nada, es decir, pretender que el amor ya no te importa sólo empeora las cosas, porque los demás son como sabuesos entrenados, perros del mal que huelen, mordisquean, detectan esa falsa indiferencia de un modo en que ya resulta prácticamente imposible, en esta etapa, encontrar a alguien que se interese realmente en ti y en tus sentimientos y que no quiera simplemente aprovechar eso que interpreta como tu desesperación absoluta para conseguir algo de ti: un favor, o un ascenso, o un préstame dinero, etc., es decir, todo lo siniestramente opuesto al ideal platónico y desinteresado al que aspirabas originalmente, de tal forma que la única salida termina siendo, tarde o temprano, perder esa fe ciega (pleonasmo) en el AMOR y dejar que tus ilusiones poco a poco se llenen de gusanos y se pudran como un pedazo de carne bajo el sol, y es aquí y sólo aquí, en este punto de genuino desdén amoroso, cuando podría aparecer frente a ti ese alguien dispuesto a amarte tal como eres, con todas tus manías y cicatrices, ese alguien que esperaste toda tu vida pero que ahora, sin embargo, ya ni siquiera podrías reconocer como tal, porque tu corazón está encogido y seco, duro cual hueso de aceituna, y tú te has convertido en un ser herido y desconfiado, incapaz de amar, lo que equivale en una noche de insomnio a conciliar el sueño en el preciso momento en que empieza a sonar, oh crueldad suprema, la maldita alarma del despertador.

Créditos de la imagen: Pixabay, https://pixabay.com/photos/olives-olive-branch-fruits-357849/

1 comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.