LXV Edición: Carnaval

El carnaval es interminable

Mueve su cintura tan rápido que desconcierta, la cámara se aleja y no es una bailarina, son muchas, integran una comparsa con más de doscientas danzantes. Al contemplar ese maravilloso movimiento quedas atrapado en el golpe orgánico de “La batucada“, ésta te transporta a un rito vital y sensual.

¡Explota fuerte! El sonido llega a todos los rincones del planeta, hay doscientos cuerpos, no son danzantes son víctimas del bombardeo en Gaza, el carnaval de la muerte suplanta al carnaval de la vida.

Los instrumentos de viento suenan en el horizonte, pero antes se acerca una carroza tirando zapatos, los que estamos apostados a lado y lado de la vía esperamos tener la suerte de que nos caiga un zapatazo…  Dicen en el Mardi Gras que el que logra agarrar uno de ellos, tendrá suerte por mucha vida.

Cada vez está más cerca el sonar de las trompetas y los clarinetes, las mujeres y hombres negros que los interpretan bailan al ritmo de la melodía sus cuerpos altos y contorsionados simulan un gran bosque sonoro. Ese bosque tiene un cuerpo fuerte, es frondoso, fecundo y está regado con blues y sudor.

El Mississippi serpentea… Sobre sus aguas viaja la nostalgia.

Unos meses después un asesino enloquecido atropella la fiesta en Bourbon Street. Una vez más la parca, la muerte escuálida acalla la algarabía.

Desdé arriba parece un cultivo de hongos, son los sombreros de la multitud hacinada en la calle mientras sueltan el toro, en La Candelaria hay estruendo, hay risas, vértigo, licor a chorros y comida hasta reventar.

¡Reventó! ¡Explotó! ¡Cayeron!

La fiesta del plomo no cesa en Culiacán, ni en Michoacán y tampoco en Chiapas, el carnaval es interminable.

Créditos de la imagen: Wikimedia, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Carroza_del_Diablo.jpg

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