LXIII Edición: Temporada de lluvias

El gato pintor

Hay un dibujo enmarcado en casa de mi tía. Sólo sé, que Andrés, mi primo, lo coloreó antes de morir. El marco es muy elegante para el dibujo, pero nunca lo he comentado.
Andrés estaba en una etapa avanzada de cáncer. Su cuerpo tenía esa imagen característica del fin de la vida. Sus brazos eran tan delgados como sus huesos y sus piernas también. El abdomen era un globo, tenso y de brillo pálido. Con un tinte entre blanco y amarillo. Y un verde violeta en donde le sacaban sangre o ponían suero.
Venas saltadas. Ojos hundidos. Boca seca. Pelo ralo.
Pies huesudos y frío al tacto.
Fumaba marihuana para el dolor, pero también tomaba opiáceos. Así transcurrían, estos últimos días de él, entre dolor insoportable y sedación acompañada de bienestar. Sin punto intermedio.
Tres años atrás, le habían encontrado un tumor en su intestino. Había estado teniendo sangre en sus heces, pero era microscópica. Un día se convirtió en sangrado. Después de dos evacuaciones fétidas y negras, se desmayó y despertó en un hospital. Ahí un médico de lentes de pasta negra y colita le dijo: te encontramos un tumor, te lo vamos a quitar tan pronto te recuperes de la sangre que perdiste.
Al de salir del hospital, su cuerpo juvenil y actitud adusta, habían desaparecido. Le pusieron un puerto en el pecho para recibir quimioterapia, le cortaron 5 cm de intestino terminal y le dejaron una herida llamada colostomía. También, le pusieron y quitaron dos sondas Foley.
Durante seis meses, Andrés pensaba constantemente en que así se ha de sentir cuando te vas a morir. En el mes siete de terapia, un médico, que era el oncólogo, le dijo que ya había acabado el tratamiento y que al parecer había vencido al cáncer.
En su casa hubo una celebración. Sus padres mataron una vaca. Invitaron a la familia, a los vecinos y a sus amigos del colegio. Su novia se presentó. Festejó y lloró y fue ahí donde mi primo pensó en no querer morir. Nunca, me dijo. Como si eso dependiera de él.
Tres años después, regresa al hospital, muy grave. Ictericia en piel y tegumentos tres cruces, dijo el médico de urgencias. Le calman el dolor, le sacan sangre, le toman muestra de orina y también examinan sus heces. Sospechan de una hepatitis viral, tal vez comió algo contaminado.
La tomografía descubre que tiene metástasis en páncreas e hígado. Le harán otra de pecho y cerebro para buscar más de estas ramificaciones de tumor. Encuentran una pequeña en cerebro. Todavía no le afecta, dijo un neurocirujano que lo consultó.
Todos lloran. Se culpan. Mi tía siente que no hizo lo suficiente, mi tío esta igual. Mi primo, piensa que ya no quiere volver a pasar por todo. El doctor ya le dijo que tiene “mal pronóstico”.
Andrés se recupera y le dan de alta a las tres semanas de su ingreso. De camino a casa, van callados en el carro de mi papá, se los ha prestado. Mi tío tiene una verdulería y tuvo que vender su pikap para pagar el hospital.
Llegando a casa, Andrés es cargado del carro a su cuarto. Su padre lo acomoda en la cama. Andrés se siente mal por no tener la fuerza para movilizarse. Le pesa que su padre, ya de cincuenta, lo tenga que cargar. Para su padre, Andrés pesa lo mismo que una jaba de brócoli. Más liviano que un saco de papas, eso sí. El señor llora por dentro, al igual que todos los demás.
Ando cansado apá, no me prendas la tele. Pero alcánzame mi libro de colorear de los gatos.
Algunos de los dibujos ya están pintados. Sólo le quedan el gato que sale como si fuera un high roller de las apuestas. Otro que es como un gato astronauta, o por lo menos está en el espacio y le rodean naves de marcianos y cohetes interestelares humanos. Había uno donde el gato esta con una guitarra rara. Larga y con más cuerdas, de las seis que normalmente son.
Termina por escoger el del gato pintor. Trae una gorrita de pintor y hay brochas y un desmadre de pintura regada. Será para mis tíos. Los otros, los coloreó para matar el tiempo.
Piensa en colorearlo hasta quedar cansado, espera terminarlo.
Un día tomé el marco con el dibujo y se me desarmó. El dibujo se salió del marco y cayó al piso. Encontré una nota detrás que decía:

Marzo del 2021

Papá y mamá:
No he podido tener una vida que me produzca para pagarles lo que ustedes me han dado. De igual manera, me parece imposible recordar cuando fue la última vez que mi vida fue normal. He escrito estas palabras y coloreado este dibujo, pues es de lo poco que puedo hacer que perdure años después de mi muerte. Acepto la vida que ustedes me han dado con esfuerzo y cariño. Los amo y los amaré siempre.

Su hijo,
Andrés

Entendí al fin, el motivo del marco elegante que desentonaba con la casa y con el contenido.
El dibujo quedó casi completo. Andrés murió por falla multiorgánica. Su madre lo encontró una mañana, con el color azul en la mano derecha y el libro de colorear abrazado a su pecho.

Créditos de la imagen: Pixabay, NoName_13, https://pixabay.com/photos/cat-stone-cat-multicoloured-1500572/

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