LXIII Edición: Temporada de lluvias

Secando la ropa

El 28 de abril de 2021 los expulsados y las expulsadas de los pequeños focos centrales de la educación, la economía, la política, el deporte, la religión, y otros aspectos importantes de la vida en la sociedad Colombiana, salieron a las calles. Aunque la realidad de un país tan tropical es que uno mantiene un pie en la casa y otro en la calle, la cotidianidad sucede siempre con la mirada puesta en el afuera.

Ese día, las marginadas salieron a quemar todo, porque ya no quieren ser más la empleada del servicio, la niñera explotada, la policía, la secretaria acosada, la mantenida, la adolescente embarazada, la mocita secreta, la putica barata, la malparida abandonada, la muerta, la desaparecida, la asesinada.

Ese día, los vagos salieron a colocar barricadas, a bloquear todo, porque ya no quieren ser más el guachimán, el repartidor de comida, el soldado raso, el lava coches alcohólico, el dealer, el bobo de los mandados, el papá fracasado, el marihuano desempleado, el pobre hijueputa, el desaparecido, el muerto, el falso positivo, el asesinado.

Fue un miércoles que se extendió hasta el sábado, horas feroces de protesta contra pobres policías letalmente armados, un combate desigual que erigió como símbolo la frontera que dibujó la Primera Línea. Barricadas limítrofes que protegían a los protestantes de la artillería policial y, en algunos casos, parapolicial y paramilitar como siempre en este país de fachas y rezanderos sanguinarios. Todos los jóvenes rebeldes fueron conjurados por una aberración que el estado cavernoso tituló Reforma Tributaria, que vilmente se fundaba en la idea de exprimir hasta el último centavo de los más pobres para que éstos, al mismo tiempo, sostuvieran el gasto de los planes sociales que se implementarían en los más pobres. Y es que los más pobres en Colombia son la mayoría, la clase media es casi imaginaria y los muy ricos son muy, pero muy, poquitos. En otras palabras no existen clases obreras. No hubo revolución industrial, ni siquiera existe una reforma agraria, lo que sí existe es un modelo feudal de patrones, capataces y esclavos que rige, de sur a norte, la vida de la gente por todas las áreas rurales. En las tres ciudades con mayor población el modelo se repite aunque pigmentado con un servicio de salud precario casi inexistente, salarios ridículos e impuestos demasiado altos comparados con el poder adquisitivo de los contribuyentes. Tres destinos para el auditorio: unirse a la delincuencia más rastrera, prostitución para las mujeres, narcotráfico para los hombres y, con el paso de los años, viceversa.

El malestar sólo crecía entre la población y los corazones se llenaron de dolor y resentimiento. El alma se empezó a secar y la empatía desapareció. Nos deshumanizaron a punta de golpes contundentes, nos dejaron como un cascarón vació, triste, pero sonriente. -¡Qué alegres y bailadores son los colombianos!– me decían por ahí. Alegres en el baile de la muerte. Décadas bajo el mismo designio y particularmente los últimos 30 años. La mierda, la miseria y el despojo se profundizaron, ya no se podía aguantar más. Aquel día se pusieron los pies afuera en todas las calles, en todas las banquetas. Durante semanas territorios, barrios y regiones que habían estado durmiendo en el cobijo del miedo, en la más indigna sumisión, estallaron insurrectos, pero esta vez con la profunda convicción de hacer valer a los caídos, que cada muerte contara, que cada piedra valiese. Aislados, sin alimento y resguardos en las barricadas de papel, la Primera Línea soportaba los embates de las armas producidas en Estados Unidos, Alemania e Israel. Las herramientas del primer mundo mitigando los sueños de los inframundistas. 

La inverosímil protesta, ese incómodo susurro, se extendió casi tres meses, sacudió todos los cimientos de la asquerosa podredumbre que ha gobernado ese territorio, pero también y, aún más importante, le regresó el calor a los corazones y la sensibilidad a la piel que recubre el alma. Poco más de un año ha pasado, hubo elecciones para el congreso y la presidencia. En apariencia una fuerza progresista y conciliadora ha tomado la dirección de estas infinitas voces, buscando abrir el juego democrático a una real participación ciudadana.

Estuvimos muchos años agazapados en nuestras trincheras que eran nuestras casas: hablando bajito, durmiendo poquito, cocinando frijoles y huevos cocidos. Tuvimos la puerta cerrada, con doble tranca y pasador, y la luz apagada en el pasillo, secando la ropa en la sombra y oliendo a humedad. Temerosos, salimos al trabajo, a la chamba, al rebusque. Es momento de amarrar la cuerda, colgar la ropa y secarla con la luz del sol.

El 28 de abril… cumplo años yo.

Revolución

Siempre habrá nieve altanera
que vista el monte de armiño
y agua humilde que trabaje
en la presa del molino.
Y siempre habrá un sol también
un sol verdugo y amigo
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del río.

León Felipe

Créditos de la imagen: pxhere.com, unknown camera, https://pxhere.com/en/photo/913594 

1 comment

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.