LXIII Edición: Temporada de lluvias

Las diminutas excusas que existen en una aclaración

Debería elegir entre corazones o estrellas, Mariela no quería tatuarse ninguna de los dos, pero si la oferta dice “corazones o estrellas”, es corazones o estrellas. Tenía la idea loca de que, al hacerlo, su piel se convertiría en una de esas playas multitudinarias donde la gente no hace otra cosa que mirarse las caras, los cuerpos, las mallas. Mariela, sentada boca para abajo ya le había dicho al tatuador que quería ambos.

Mariela: Un corazón en la izquierda y una estrella en la derecha —afirmó sin ánimos de volver a pensarlo.

Tatuador: O sea que quiere la oferta completa.

Mariela: Y si la oferta dice eso… sí.

Tatuador: La oferta es por corazones o estrellas, no por corazones y estrellas. Tiene que elegir uno de los dos, corazones o estrellas.

Mariela: Hágame los dos.

Tatuador: Si le hago los dos no hay oferta, le saldría lo mismo hacerse la foto del caniche que me pidió.

Mariela: Quiere decirme que puede tatuar la foto de mi perro, al mismo precio que…

Tatuador: Al mismo precio. Sólo tiene que elegir si quiere corazones o estrellas. 

Mariela: Y digamos señor… —Mariela dejó de estar boca para abajo, para entablar lo que parecía una larga conversación, comenzó a observar los cuadros en los que la Mona Lisa estaba fumando y entonces cuestionó—. ¿Qué fuma la Mona Lisa?

Tatuador: La Mona Lisa fuma uno de los dos.

Mariela: ¿Corazones o estrellas?

Tatuador: No, dinero o emoción —hizo un paso hacia atrás, y arremetió.— No puedo prometerle que uno sea mejor que el otro.

Mariela: ¿Y alguna vez fumó una emoción?

Tatuador: Varias veces, antes de tatuar dibujaba, tenía la ilusión de convertirme en un gran pintor.

Mariela: ¿Y qué le paso?

Tatuador: Me fumé la emoción.

Mariela: ¿Tenía nicotina?

Tatuador: Sí, te quema la cabeza, de repente despertás un día y decís: necesito ser tatuador, pero nunca se te ocurre decir: quiero ser tatuador. Cuando fumas emociones uno se convierte en una especie de…

Mariela: ¿De qué?

Tatuador: De robot.

Mariela: ¿Y si te fumas el dinero?

Tatuador: Si te fumas el dinero no tenés los medios para cumplir tus sueños, lo que deriva a querer cosas pero sin la suficiente ambición. De todas formas terminas siendo un robot, un robot mendigo, claro…

Mariela: ¿Y entonces qué hago?

Tatuador: No te podés tatuar los dos —aseguró, hizo aún lado las tintas, miró fijo a su clienta y aseguró—. Uno te tiene que gustar más, porque no se puede tener todo, o vas para la izquierda o vas para la derecha.

Mariela: Al carajo, tatúeme la estrella.

El tatuador no reprochó, pero en el fondo ya había hecho el bosquejo del corazón. Una llamada interrumpió la sesión, Mariela había recibido un aumento, a Mariela la habían ascendido de puesto, justo en el instante en el que posiblemente, su perro caniche fue atropellado por un auto. Frente a sus ojos, frente a la vidriera que daba al exterior, la luz iluminando la situación fatal, el perro atropellado valdría la pena porque ella ahora tenía una estrella.

Créditos de la imagen: Pixabay, phmaxietevez, https://pixabay.com/photos/woman-hair-tatoo-portrait-girl-5972306/

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