LXIII Edición: Temporada de lluvias

Rebelión de los ángeles

Cierto día nublado en el cielo Dios llamó a todos los ángeles. Llegaron los ejércitos de Gabriel, de Miguel, Rafael y también de Luzbel. No sabía del último en mucho tiempo. Recordaba la ocasión, fue cuando vieron los planos de su última creación, de su hijo, el ángel más hermoso, su seguidor a pesar de las sombras que le rodean y que todavía conserva su luz.

—¿Qué haces, padre?

—Esto, Luzbel, será la mejor obra que he hecho.

—¿Mejor que el mar, la tierra, las plantas y los animales?

—Así será.

Dios despliega un plano sobre una mesa, Luzbel mira con desencanto un ser de extremidades largas.

—¿Otro animal?

—Ten cuidado con lo que dices, está hecho a mi imagen y semejanza, cuidará el paraíso que he creado, me alabará agradeciendo todo lo que le he dado, también le haré una compañera para que no esté solo.

—¿Y para qué me llamaste?

—Cuando tengan vida, tú y todos los ángeles los ayudarán.

Luzbel se retira sin decir nada ¿Por qué debe de hacerse cargo de seres tan débiles? Podría destruirlos en ese momento. Si les da vida querrán ser como Dios, entonces planeó derrocar a su padre y pidió ayuda a su séquito.

El día que Dios descansó, Luzbel llamó a sus seguidores, listos con sus armas para acabar con él, pero Miguel los descubrió. Dio alerta a Gabriel y a Rafael. Luzbel, con su espada, trata de matar a Dios, pero sólo lo hiere en un brazo. Miguel logró salvarlo, Rafael recoge la sangre derramada con una copa.

-—¡Has pecado contra mí!— grita Dios

—¡Nada de eso! Estoy en desacuerdo con tus ideas.

Miguel se lanza contra Luzbel. Desde el paraíso, los animales miran las nubes relampagueando y buscan refugio.

La batalla se intensifica. Luzbel no se rinde, su batallón ha perdido guerreros, les han cortado sus alas, caen estrellándose contra las rocas, se refugian en cuevas, la sangre derramada hierve. Por fin Luzbel es derrotado. Herido por Miguel, su cuerpo se incendia mientras cae. Gabriel da la noticia a Dios y Rafael cura las heridas.

Luzbel fue vencido, pero la guerra apenas comienza. Si los humanos son como Dios, entonces tendrán sus debilidades y cualquiera error lo aprovechará.

—¿Qué has hecho en la tierra, Luzbel?–– pregunta Dios.

—Tú eres el que ve todo, debes saberlo.

El ejército de Luzbel ríe, Miguel levanta su espada, Gabriel y Rafael lo calman. Miguel enfunda su espada.

—Lo importante es que has venido, estamos en una crisis que nos afecta a todos—

Luzbel truena la boca y levanta una ceja.

—¿De qué hablas, Padre?

—Los falsos profetas han dividido a la humanidad. La ciencia cada vez opaca nuestra existencia, ya no creen que soy el Dios único.

—Los humanos son vanidosos, celosos, egoístas, sólo quieren poder y riqueza.

—Por eso necesito pedirte un favor.

—¿Un favor? ¿A mí que soy Rey de la tierra y la oscuridad? ¿De qué se trata?

—Tienes el poder de convencer a los humanos, quiero que demuestres mi existencia.

—¿Para que seas el único que adoren? Eres celoso y egoísta, tus creaciones llamadas hombre y mujer son lo peor. Ahora están contra ti, destruyen la naturaleza, son basura.

—¡Te equivocas! —apareció Jesús a la derecha de Dios— Fui humano, no me arrepiento de haberlo sido.

—¿Seguro, Jesús? ¿Olvidas cómo te traicionaron? Tu nacimiento y muerte son vulgares fiestas, los humanos lucran con eso.

—Ese sacrificio valió la pena, mi padre tuvo más seguidores.

—Seguidores de impostores, ambiciosos que se enriquecen a tu nombre.

Aparece una paloma blanca en manos de Jesús, de sus alas irradia una luz. Luzbel y su séquito quedan cegados hasta que el resplandor desaparece.

—Siempre con tus trucos de magia, Jesús.

—Es paz y amor.

Jesús acaricia la paloma. Ésta vuela y se posa sobre el trono.

—Amor al que nos prohíben a los ángeles.

––Seducen a los humanos para crear monstruos, como el gigante Goliat, casi acaba con el mundo— dice Dios levantándose del trono y golpeando la mesa.

—Ustedes no saben nada del amor.

Todos voltearon a un rincón.

––¡Asmodeo!— exclamó Dios.

—Nunca me interesó el poder, sólo era un vigilante hasta que conocí a Sara, una hermosa mujer de bellos ojos. Hice lo posible por conquistarla, maté a todos sus maridos, hasta que Rafael llevó a Tobías, un ciego que curó y me puso una trampa. Rafael me encadenó alejándome de Sara, pero ahora soy libre, comparto mi ser con los humanos, mejor síganme los que quieren amar.

Asmodeo se va volando y riendo.

—Nos estamos desviando del tema— dijo Rafael.

Dios suspiró, todos los ángeles están atentos a sus palabras.

—Tu trabajo será muy simple, Luzbel, convence a la gente que todavía existo.

—Ahora sí te volviste loco, no haré tal cosa, tendré más seguidores y tú desaparecerás.

—Ese es el problema, hijo mío. Si la humanidad deja de creer en mí, tú también desaparecerás. Recuerda que fuiste creado por mí. Mientras la ciencia avanza, nuestros reinos se debilitan. La gente ya cuestiona nuestra existencia.

—Bueno te ayudaré, pero no creas que hablaré dulzuras de ti, sabrán de tu existencia, pero por lo celoso y arrogante que eres. Tendré más fieles que tú.

Luzbel se retira con su séquito. Algunos ángeles vuelven a sus labores, otros se fueron a buscar a Asmodeo. Dios, Jesús y el Espíritu Santo dirigen una mirada silenciosa a Miguel, Gabriel y Rafael. Miguel prepara las espadas de fuego, Gabriel da un informe a los ángeles guardianes, Rafael saca la copa con sangre. Los tres saben que hacer. Si Luzbel gana terreno, estará todo listo para el regreso de Dios, el nuevo mundo y el Juicio Final.

Créditos de la imagen: Pixabay, earlgreymoments, https://pixabay.com/photos/art-sculpture-archangel-lucifer-5162598/

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