De la tinta al teclado

La pluma se desliza por la hoja sin interrupción. Escribir es así, una línea que no se detiene y luego se rectifica. Salen los editores con los decálogos del buen escritor, de lo que le gusta al lector y consejos para que uno siga. Joven, escribe como yo. Viejo, todavía no te sale bien. El escritor del presente es el bueno, el que se la sabe, el que coloca en la hoja lo que se va a querer leer. El del futuro es pura fantasía. Lo bueno es que la mayoría de las cosas nunca cambian, escribimos lo mismo sólo que no siempre queremos leerlo en ese momento. A veces ni uno que relee lo que escribió en el pasado tiene ganas de enseñarlo. Mejor deslizar de nuevo la pluma, no sé el porqué de decirle pluma si es un bolígrafo, una bolita con tinta, pero sirve igual. Ni para qué pelear. Hace unos años todavía discutíamos si era mejor escribir a mano o a computadora, hoy no hay diferencia. A nadie le importa, el proceso es el mismo. De la tinta al teclado, lo que cambia es la forma de deslizar la mano sobre la hoja. Con el papel, se evita el mal del túnel del Carpio en la muñeca y en las falanges de los dedos, ahora bien, se queda uno con la letra fea, hecha con prisa, ilegible. Lo que se termina haciendo al final es trascribir todo a computadora, de raspar a una hoja a pegarle a un teclado de plástico. Así que tinta ya no hay mucha, ni siquiera se nos ensucian las manos. Antes los nudillos acababan embarrados, hasta con el bolígrafo cuando se reventaba en el bolsillo del pantalón. Ahora sólo hojas limpias, sin presión, sin estrés, sin ver como disminuye la cantidad de líquido en el tubo de plástico al interior del armazón. Una máquina imprime o proyecta sin interrupción nuestro texto. Qué no lo olvidemos, dicen los editores, quién lee es la cabeza, no las manos.

^{Créditos de la imagen: Pixabay, frolicsomepl, https://pixabay.com/photos/a-glass-of-water-color-ink-blood-210631/}

Zaforatsel

Adrián Hernández Santisteban

Letras tropicales

Editor de La idea lista

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