LXIII Edición: Temporada de lluvias

Jano

Siempre fui y creo que seré una persona solitaria. Como resultado de ello decidí conseguir todos los libros posibles en mi haber. Cada página era una nueva perspectiva de las cosas. En mi búsqueda encontré un libro bastante peculiar, inmediatamente llamó mi atención, la pasta era dura, las hojas bastante amarillas y el título en la portada decía Tempus: búsqueda infinita.

Tomé el libro, escogí una página al azar y decidí comenzar la aventura. Página noventa y siete y, lo que estoy a punto de narrar es producto de un mero recuerdo, uno que mi mente apropió de tal manera que incluso podría asegurar que es mi historia…

¿Será que el tiempo existe más allá de las mentes?

Era un día frío. Las autoridades llegaron al lugar. Había sangre en todas las paredes. Estaba mirando hacia la ventana y sonreía. Había garabatos, números y coordenadas por todos lados. El ruido traía alimento para la imaginación y las voces de mi cabeza me decían que debía seguir buscando, siempre con una brújula en la mano, mirando mi reloj y pensando repetidamente: ¿en dónde estará?

¿Recuerdan o conocen a Bacon? Un famoso filósofo que escribió sobre una utopía, La Nueva Atlántida. En ella había avances científicos, medicina experimental, era la esencia de la belleza, una pureza de lugar. Las personas podrían convivir sin problema alguno y la cooperación era uno de los principales pilares de aquella sociedad. En fin, una utopía; Bensalem…

A través de los años, crecí no sólo con aquella idea en mi cabeza, sino que intenté hacerla realidad. A través de conocer pensaba que podría encontrar la entrada a aquel sitio. Y, mientras lo intentaba, la conocí.

Recordarán el famoso vuelo 19, quienes salieron de Fort Lauderdale. En 1945 se reportó que la flota desapareció sin dejar rastro alguno. Para 1950 en la revista Associated Press se reportó de manera global los eventos ocurridos y comenzó el mundo a temer al famoso triángulo de las Bermudas. Triángulo del diablo fue llamado en 1950.

Yo hacía una investigación sobre filosofía aplicada. Era una tarde húmeda, lo recuerdo bien. Decidí tomar un respiro de la investigación. Fui al restaurante más cercano. Pedí souse de pollo y macarrones con queso. Terminé la comida, pagué la cuenta y salí. En la esquina vi a una persona, miraba a través de unos binoculares hacia el mar. Recordé mi infancia, recordé algunos momentos con mi abuela, a ella le fascinaba la astronomía y mirar el cielo por las tardes. Sin darme cuenta ella se paró a mi lado y dijo: es malo vivir de meros recuerdos, intenta crear nuevas aventuras, nuevos momentos.

Desperté sudando. Mi habitación se veía extraña. Fui a enjuagarme la cara. Tomé la toalla y miré por unos minutos mi rostro en el espejo. Sentí un dolor cerca de la muñeca, bajé la mirada y encontré un tatuaje, un reloj de arena.

No sabía qué pasaba. Salí del apartamento y la vi. Hola, ¿me recuerdas? Tomó mi mano y apuntó con ella hacia el mar. Ves, eso nos espera, una gran aventura ya que también fuiste elegido. Vayamos. Entre sus brazos llevaba dos grandes cajas y sonriendo me dijo: ¡ten, ésta es tuya! La tomé y efectivamente tenía las iniciales de TS. La abrí y dentro de ella venía un traje para bucear un tanto raro, al igual que un casco. Apúrate, me dijo, ya casi es hora de partir.

Llegamos a un barco, uno bastante raro. Tenía la cubierta con un cristal negro, parecía de obsidiana. Su motor era bastante pequeño y en el interior nos recibió una inteligencia artificial llamada Jano. Colocó las coordenadas y me dijo -prepárate para el salto-.

Ella tenía mucha experiencia en esto. Mi cabeza se hacía atrás rápidamente y la fuerza de inercia hacía estragos en mi cuerpo. Fue cuestión de minutos, habíamos entrado cerca del triángulo de las Bermudas, de eso estoy completamente seguro. -¡Llegamos!- dijo. Ese casco te será de utilidad para detectar los cristales por los cuales venimos, ellos dan energía al mundo que conocemos y es por eso que es tan vital nuestro trabajo.

Cristales transparentes se encontraban en el suelo y techo. Yo solo pensaba -¿una pieza tan diminuta podría dar energía?- Rápidamente me acoplé al traje y al trabajo de recolección. Corrimos de peligros y al fin lo logramos. Así pasaron muchos años hasta que finalmente envejecí, era raro mirar al principio y luego el final, darme cuenta de la dicotomía de lo eterno.

El día era frío y el terreno era bastante complicado. Corríamos a través de una construcción antigua intentando salir de aquel lugar. Ella tomó mi mano y me dijo -quizá sea la última vez que te vea, no importa cuántos recuerdos tengas, de nada sirven si no tienes con quien compartirlos-.

Desperté al siguiente día en Alemania. La habitación era cómoda, pequeña, fría, con algunos libros y todo estaba perfectamente acomodado. Recuerdo que al despertar miré mi muñeca y el tatuaje ya no estaba, pero dentro de mi mano había un cristal, uno de esos que daban energía y aquel tenía unas iniciales: MF.

Designé los últimos años de mi vida “normal” al intentar saber qué había pasado, qué fue de mí en ese tiempo que no estuve en la “realidad“, de mi vida, y en especial, ¿quién era ella? Siento que ella también me busca, que nos buscamos entre los sueños, entre ventanas de tiempo, cuando miró las estrellas, cuando la recuerdo, cuando vivo.

Es algo muy humano pensar que podemos tomar ciertas decisiones que nos hacen ser lo que somos, viajamos por la vida esperando encontrar algún sentido de lo que hacemos, en dónde estamos y para dónde vamos, pues somos, pero también dejamos de ser, y en este proceso, estamos siendo. Las dos caras del tiempo nunca se detienen, pues mientras algo comienza, algo concluye y mientras esto sucede las y los mortales vivimos nuestras vidas.

Créditos de la imagen: Pixabay, blende12, https://pixabay.com/photos/aircraft-propeller-wings-flight-1499171/

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