LXIII Edición: Temporada de lluvias

La mano del clavo

La mente controla el cuerpo por momentos. Sostengo con una mano el clavo y con la otra le pego al dedo. Repetidamente, hasta que sangra. De por sí la piel ya estaba rota, la capa de arriba, la que cubre los nudillos. Pensaba que era el gel antibacterial o las doce veces que pasé el jabón sobre las manos, pero es algo habitual en esta temporada. Me planto sobre el espejo y veo las canas en la barba. La cabeza le dice a sus miembros que se queden jóvenes, que no envejezcan. Nadie controla el tiempo, ni la voluntad a las extremidades. Una región blanca en el vello, es la novedad de los últimos tres años. Tal vez ahora toca retirarla. El cuerpo se concentra, quiere regresarle el color al cabello. Si lo desea con ganas, tal vez suceda. Algo tiene que cambiar o, ¿no es que la cabeza siempre triunfa? Después de comer, quince o veinte minutos tras el plato principal, siento la punción y voy directo al baño. Es una reacción casi automática. No puedo sostener la sobremesa. El cuerpo suele obedecer, sólo que no cuando uno quiere. Si uno desea sentarse y controlar sus acciones, en ocasiones actuará por impulso y rebasará esos límites. Tiene vida propia, vive más allá de la cabeza, es una tesis seria, como cuando en el pensar uno quiere seguir con vida y el cuerpo no reacciona. Tal vez ya era tarde para hacerlo. Será muy listo el amo, pero a veces no se da cuenta de las cosas hasta que ya es demasiado tarde.

La cabeza caliente y el cuerpo paralizado: inacción ante la excitación. Quedarse dormido y desnudo, no cumplir la expectativa. Mente contra el sueño, una derrota. Mente contra la sobreexitación, otra derrota. Qué los cuerpos de los hombres se utilicen para cargar costales de cemento que eso lo hacen en automático. Más control que el muscular nadie lo tiene, la cabeza se engaña. ¿Cuándo ha podido la mente contra los ojos que se cierran? Ni el vino, sólo una sobredosis de estimulantes y hasta ese control es temporal. El que gobierna el espíritu es el cuerpo, hay batallas que no se pueden ganar y la mente lo sabe, pero de intentar no se pierde nada. Por eso es por lo que los sábados en la mañana encuentro cajas de sildenafil en la calle frente a la farmacia. Balas mágicas para unas horas. Una pequeña victoria del hombre contra la impotencia, el control de la voluntad sobre el cuerpo. No se ganan todas las batallas en una guerra. El cuerpo se adapta, contraataca. La mente hace un plan, atiende las debilidades del cuerpo, previene dolencias, pero los momentos críticos llegan. Como cuando sostengo el clavo con una mano y le pego al dedo. ¿La cabeza triunfa? El clavo finalmente queda en su lugar después de seis o siete golpes. La piel cicatriza, no se derrota a la primera. El cuerpo envejece y la región blanca se extiende por toda la barba. La mente me dice que la rasure, le hago caso por semanas. Al final el cuerpo gana y la cabeza es la que se adapta. Se invierten los papeles, un cuerpo caliente, una cabeza paralizada.

Créditos de la imagen: Pixabay, blickpixel, https://pixabay.com/photos/nail-board-wooden-board-symbol-hit-453782/

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