LXIII Edición: Temporada de lluvias

Vagabundus

John Magno*
(Guadalajara, Jalisco, México)
1er lugar
IV Concurso de La idea lista
“Muerte y naturaleza”

Mi perro se llamaba Vagabundus, digo se llamaba porque lo atropelló un pequeño en su triciclo cuando íbamos a la tienda, se le hizo una bola en el cuello y cuando regresé de trabajar había estirado la pata. Le lloré unos 32 minutos, lo enterré abajo en el pasto en el que estaciono el coche. Odié al chiquillo y su cara (no se me olvidará nunca), aunque quizá él no tuvo la culpa, yo no llevaba a Vagabundus con su correa, pero tampoco es que le hiciera falta. Salía a menudo y él me acompañaba, a veces veíamos las vacas y los caballos, él se espantaba y les ladraba, pero de lejos, mas nunca atacó a nadie, era un perro de siete años de raza pequeña, nos mudamos de casa tres veces juntos, casi un tercio de mi corazón lo acompañó bajo tierra, hasta sentía que los gusanos me devoraban por dentro a mí también. Jamás te olvidaré.

La semana pasada murió la mamá de este chiquillo, le dio covid. Vagabundus murió hace al menos dos semanas, la pandemia agilizó una venganza que jamás pedí para su vida, pero supongo que al chiquillo se le derritió el corazón, la mamá de su mamá también estaba muerta, por lo que no había quien lo cuidara, su papá estaba en Estados Unidos, pero creo que una tía fue la que se quedó con él. Tenían un gatito en su casa, creo que le llamaban Bistec y se quedó sin dueño que lo alimentara.

Ayer pasé por su calle para llegar a la farmacia, el vidrio de la ventana principal de la casa del niño ya estaba quebrada, la delincuencia no se resiste a una oportunidad así. La puerta no se veía forzada, no tenía protecciones por lo que sólo era necesario quitarle el seguro por dentro y ya te puedes pasar, no sé realmente si haya sido un familiar o alguien ajeno al lugar, me asomé por curiosidad nada más y había un revolvedero de cosas, salsas tiradas en el suelo de la cocina, unos jarrones rotos, sillas tiradas del comedor, no creo que haya sido un familiar, pero ahí vi a Bistec en el patio, era una gato atigrado de color naranja, no se parecía para nada a un maldito bistec, a lo mejor es lo que le daban de comer. -Pobre tigre miniatura- pensé.

Me compré unas pastillas para las agruras, Yolotzy preparó un aguachile el día anterior y me zampé cinco tostadas que eran casi incomibles, pero me las comí para que no se sintiera mal, me las doblegué con unas cervezas, me reí de ella porque sólo pudo con dos, mas ella se rio después de mí por las agruras que me habían dado, estúpida receta de internet, no sé si fue ella que le echó chile de más o la receta en sí la posteó el diablo, por cada eructo que me reventaba sentía un espectáculo de Rammstein que me quemaba de la tráquea hasta el cerebro.

Al regreso el gato estaba en la calle, estaba maullándome con su gran hocico, puse atención en sus bigotes, sus colmillos y su nariz rebosante de suciedad, no sé cómo le hizo para salirse, me agaché y le di una caricia de corazón, se me clavó a los pantalones con sus garras y zangoloteé la pierna para que me soltara el felino imprudente. Voló hasta abajo de la banqueta donde iba pasando un muchacho en su bicicleta y le pasó por las costillas al pequeño animal, el muchacho se frenó al instante pero el gato salió disparado hasta muy lejos, despareciendo en la esquina rumbo a mi casa, sentí un agujero en el estómago y algo de culpa.

-Se escuchó bien feo, verdad, el sonido que salió por su hocico era de tripas saliéndosele- le dije al muchacho.

-Sí, lo aventaste bien fuerte… ni modo, le quedan seis vidas.

Nos reímos de eso. Seguí caminando con esa grotesca imagen en mi cabeza, me imaginé que se le salían los ojos y la bilis al suelo, por supuesto eso no había sucedido, pero así casi lo sentí, me pregunté qué habría sentido el chiquillo cuando le pasó encima por el cuello a Vagabundus, y es que lo tuve en mi regazo acariciándole y le di menudencias ese día, casi no se levantó del sillón, pensé estúpidamente que no había sido para tanto, que se repondría, por eso no lo llevé con el veterinario, pero al llegar a casa y salirme al patio estaba inmóvil en su casita con los ojos opacos como una niebla, hasta tuve pesadillas varias noches por eso.

Cuando di vuelta en la esquina me encontré al gato, estaba tirado panza abajo, caminé lento para llegar de sorpresa y acariciarlo otra vez, quería ver que estuviera bien y que el atropellamiento no le hubiera pasado gran factura, estaba echando gargajos espumosos al suelo, entonces me vio, se espantó e intentó alejarse, pero sus pasos fueron muy lentos, se quejaba. Yo me quedé parado mirándolo, me sentí culpable. Me iba a ir caminando por la acera de enfrente, pero la lástima no me dejó, me sentía responsable y quería protegerlo, decidí que lo llevaría al veterinario, al fin y al cabo estaba en mi día de descanso. Vamos con el doctor de mininos, o ese era mi plan, me quité la camisa de encima para llevármelo entre los brazos al coche, lo agarré despacito, pero se quejó del dolor, me dio un zarpazo, estaba asustado y hambriento, a la mejor se le había roto un hueso por dentro. Iba pasando una señora con su hijo de la mano.

-¿Qué le estás haciendo al gatito?- me preguntó el chiquillo.

-Ah, es que está lastimado, lo quiero llevar al veterinario.

-A ver.

El pequeño se agachó para verlo y la señora se quedó mirando, me sonrió y le sonreí.

-No, es que el gatito está asustado, te puede arañar si te le acercas mucho.

-Es el gatito de Braulio.

-¿De quién?- le preguntó su mamá.

-De Braulio, ma, namás que ya se cambió de casa y lo dejaron.

-¿Puedes cuidarlo tantito en lo que voy por el coche para llevármelo al veterinario? Me voy a traer una caja de cartón y una cobijita para que se vaya cómodo.

-¿Dónde vives?- me preguntó la señora.

-Al final de la calle, ¿pueden?

-Sí, sí, aquí te esperamos.

Entonces llegué rápido a la casa, le dije a Yolotzy que me acompañara, le expliqué lo del gatito y dejó lo que estaba haciendo para que fuéramos rápido. Le dije que el gatito no había comido y se llevó unas salchichas del refri, fue lo primero que vio.

Arranqué el coche y me encaminé en la calle, en eso vi de lejos al niño brincando, agitado y a la mamá abrazándolo, quitándolo de donde estaba y me alarmé, figuré con la mirada a otra muchacha, como gritando, pronto me di cuenta de que había un perrote ahí, una sensación helada me recorrió la espalda.

Llegamos, me bajé del carro, la otra mujer estaba gritando -¡déjalo, déjalo!- y le daba intentos de bofetadas a su perro, que después supe era una perra.

-¡No, el gato!- grité.

Lo estaba zarandeando con su hocico, era un canino de pelaje negro de no sé qué raza, que traía a Bistec por el cuello, el pequeño intentaba defenderse con sus garras, pero el tamaño no tenía comparación. No me importó qué pasara así que intenté abrirle el hocico con mis manos, pero el perro se volteaba y se iba lejos de mí, gruñendo soltando saliva al aire y Bistec sufría, apenas y se distinguía que maullaba, algo de sangre caía en el polvo y el perro lo azotó en la banqueta, fue horrible, Yolotzy me gritaba que lo salvara, el niño se fue con la señora (creo que ella no quería que viera lo que le pasaba al gato de Braulio), la otra mujer me dijo que su perra acababa de tener cachorros y se había puesto muy territorial, había salido a sacar la basura y su perra se le salió.

Le pegó con su cinturón en la cola, pero no lo soltaba, después sacó un balde con agua y se lo echó encima, hasta que lo soltó, yo quería haberle dado una patada, pero ahí estaba su dueña. Metió a su perra a la casa y Bistec se quedó ahí en el suelo, le había hecho agujeros al gaznate y se quedó sangrando, Yolotzy se tapó la cara y se puso a llorar. Me fijé que pudiéramos hacer algo, pero sus movimientos se fueron ralentizando hasta llegar a nada, lo puse en la caja y me lo llevé a enterrar con Vagabundus. Fue bastante triste, esa noche tuve pesadillas de nuevo, creo que Yolotzy tampoco pudo dormir bien. Ahora cada que como un bistec me acuerdo de ese gato y entonces odio al niño y extraño de nuevo a Vagabundus. La muerte es una perra inesperada.

*En 2021 se publica el primer libro de John Magno, Idiota como un pez que presenta relatos de corte imaginario y medianamente extraños. Si bien ninguno de los títulos que salen ahí representados se pensó para el concurso, sí se asegura de que la relación de Vagabundus con la temática Muerte y naturaleza esté bien conectada, a disposición de quien quiera hacerlo propio, o impropio.

Créditos de la imagen: Dog at rest (1650), Gerrit Dou

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