LXIII Edición: Temporada de lluvias

¿Qué es el mar?

Hace unos años escuché una grabación de Agustín Lara, quizá haya sido una introducción a su canción de Palmeras, en el que decía algo así: “El mar tiene como todos los colosos, caprichos admirables. Deja escapar en su color una tormenta de esmeraldas y en cambio permite que el sol arrulle a las palmeras. Así es el mar”

-¿Qué es el mar?- Una vez escuché enunciar a Francisco mientras nos contaba sobre la primera vez que obtuvo una licencia de mar en el Puerto de Acapulco, para lo que, tuvo que pasar un curso en el que el instructor de Capitanía de Puerto daba algunas lecciones de navegación para alta mar, a dicho cuestionamiento, recordaba Francisco –quienes allí estábamos respondíamos cosas tales como “es un gran cuerpo de agua” y otros sinsentidos- ¿sin sentidos?, respondimos mi hermano P y yo, y él con una sonrisa respondió -¡sí, porque terminamos por comprender que el mar es cabrón!- Y en efecto, no importa la comprensión que se tenga de aquel coloso, este siempre terminará por doblegar a aquél que no aprenda a observarlo, y que al estar ciego, será arrastrado por su oceánica melodía y nunca más volverá.

El mar para mí es una imagen recurrente, hubo un tiempo que trabajé de lanchero llevando y trayendo buzos en un negocio de J, que de tan flaco le decíamos el retazo con hueso. Él llegó a la Playa de las Gatas después de que muriera su padre, quien había llegado desde Francia a las costas de Zihuatanejo por allí de los años 50. La leyenda dice que conoció aquél rincón junto con O, ya que eran parte de la tripulación de un afamado biólogo marino.

A los buzos los llevábamos a distintos lugares: la Piedra Solitaria, la cual se yergue de manera majestuosa desde las profundidades del mar y en su punto más alto hay un pequeño faro eléctrico que hasta hoy sirve como punto de referencia para aquellos que van a entrar a la bahía; los morros de Potosí, dos titanes blancuzcos en cuya cúspide anidan distintas aves y cuya característica es el fuerte olor a guano, en sus profundidades, dos enormes cuevas de cuyas entrañas emergen fastuosas rayas águila; la caleta de Chon, punto más cercano a la Playa de las Gatas, rodeada de cactus y una pequeña playa de piedra, estrellas de mar, hipocampos y corales de todo tipo.

Fue una noche en caleta de Chon esperando a que salieran los buzos y acostado en la proa del “Pulpo” que junto con L, uno de los lancheros más avezados, observábamos las estrellas y llegamos a la conclusión que habíamos descubierto una constelación, la cual, estaba formada por tres estrellas que a su vez dibujaban un triángulo, la bautizamos, la “empanada de cazón”, ya que a L le recordaba al platillo que su abuela preparaba.

Puerto Vallarta. Días antes del año dos mil, estábamos en las islas Marietas, el tiempo no era el más favorable, el horizonte se pintaba de un gris abismal, nos sumergimos. Descendimos setenta pies y la visión no mejoraba, de pronto, un rumor, era el canto de las ballenas que llegaban del Pacífico norte a las cálidas aguas del sur, hasta hoy sigo recordando aquella voz.

¿Qué es el mar? ¡El mar es cabrón!

Créditos de la imagen: En “La Plebe” rumbo a los Morros de Potosí en la costa de Zihuatanejo. Proporcionada por el autor.

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