LXIII Edición: Temporada de lluvias

Réquiem para Francisco

Qué sino de fragmentos estamos hechos, somos animales de memoria, luego la historia es una poesía del fragmento. También recuerdo la vez que se incendió el Museo Nacional de Brasil en Río de Janeiro y escribí “El museo en llamas. Nosotros animales de angustia.” Nada permanece.

Nunca había contado los días, bueno, no de esta manera. En exactamente diecisiete días de que estoy escribiendo este texto, mi padre estaría cumpliendo sesenta y siete años; el año pasado, el día de su cumpleaños, llenó la casa de flores, cocinó junto con S un filete y papas a la francesa y a los invitados, de tentempié, nos dio vino y foi gras.

Insisto, nunca había contado los días de esta manera; ahora a un año y casi diecisiete días de su cumpleaños, sé que de vida le quedaban veintidós días, los que Francisco vivió viviendo y sin que valga la redundancia porque puedes estar vivo sin estar viviendo, como solamente él sabía hacerlo, incluso nos dejó un cuadro como testimonio de aquél ultimo proceso en el que nunca dejó de afirmar la vida, del que, estaré platicando en alguna siguiente entrega.

Estamos en el hospital. Recuerdo que un día antes, jueves, yo había ido al supermercado a comprar galletas de animalitos, chile pasilla, chile cascabel, chile ancho, chocolate mi abuelita, plátano macho, ajo, cebolla, pasas, canela y otras especies, ya que había quedado en ir a Valle de Bravo con X, P, G y L para hacer un mole, ¿y la proteína? Pues matamos un Guajolote que tenía criando desde meses antes para el día prometido.

Viernes. Me encuentro en el hospital con mi padre para despedirme de él porque en unas horas salía para Valle de Bravo, estuvimos platicando, estaba por despedirme y algo noté en el gesto de mi madre, y recuerdo que le dije: -si quieres, me quedo, no pasa nada-. Mi padre me escuchó y nos dijo con una voz firme} -tú ve a preparar tu mole que aquí no va a pasar nada-. Claramente estaba pasando algo, pero la seguridad que en ese momento mi padre proyectó me dio cierta tranquilidad y me fui rumbo al Manzano.

Viernes por la noche. Hace unas horas que llegamos a Valle, el guajolote colgaba del garabato. Ya que había escurrido muy bien la sangre preparé la hoya con cebolla y laurel, la llené de agua y puse a hervir al ave; un momento, me sirvo un vaso con Jameson y salgo a sentarme al lado del encino que tenemos frente a la casa, lloro, regreso y G me consuela, inicia la explosión, la cocina está a reventar, se fríen las galletas y los plátanos, se asan los chiles en el comal, se muelen las especias, la licuadora está a reventar, P y G son las encargadas, mientras X me ayuda con el aceite, más Jameson, llega la madrugada.

Sábado por la madrugada. Sueño a mi padre necrosado, un cuerpo negro y morada, claro, se estaba muriendo, aparece ante mí y yo lo veo no puedo enunciar palabra, amanece, despierto llorando desconsolado.

Sábado por la mañana. Le hablo a mi madre por videollamada, R me consigue una cazuela de barro, vertimos todo el mole junto con las piezas del guajolote, se queda hirviendo horas.

Sábado por la tarde. Llegan J y P, éste es hermano de aquél y aquél es amigo de mi madre desde jóvenes y aunque de manera tardía, un muy querido amigo de mi padre, comemos arroz, tortillas echadas por la madre de R y mole, quedamos reventar; más vino, más Jameson. Domingo por la mañana. Para desayunar íbamos a hacer huevos estrellados con hoja santa, la que, sale como hierba buena frente a la cocina. Llamo a mi madre y fue a través de la respiración de mi padre que el sueño de la madrugada me asaltó de nuevo. Salimos hacia la ciudad de México, manejo, de fondo:

Era suave aquel incienso de olor a eternidad

Mayo Mayo Mayo era fuerte ¿verdad?

El tiempo pasa y me enamora

El tiempo pasa arrasa quema y deteriora

El viento calla ¿por qué? Y en un momento todo olvido me devora




Miguel Bosé, Mayo en Bajo el Signo de Caín, WEA records, 1993

Créditos de la imagen: Miguel Angél Ortíz Bonilla, “Hombre”, Grabado, 2011. Proporcionada por el autor.

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