LXIII Edición: Temporada de lluvias

Casa vieja

Ayer me llamó mi jefa al celular, debemos recoger nuestras cosas, nos mudaremos a otro lugar, me he cambiado no sé cuántas para ubicar nuestras oficinas “sepa Dios donde”. Nunca nos dieron una información concreta de la nueva ubicación. Los cimientos de nuestra área de trabajo son inestables, tienen vigas huecas y débiles, en cualquier terremoto se desplomará, el lugar parecería una caja de galletas pisoteada, quedaríamos aplastados. Para mi sorpresa, nos informaron que volveremos a la Colonia del Valle, a una vieja casa de tres piezas, no sé si alegrarme, o deprimirme, esa casa me trae buenos y malos recuerdos, como dato curioso, está enfrente de un edificio donde empecé mis primeros días laborales. Lo que he aprendido de mi vida, es que, en cada sexenio, cuando tienes un trabajo en alguna dependencia de gobierno, hacen y deshacen a placer, sin importar si todo sale bien o mal, y como empleado es como pieza de algún juego de mesa, a veces estas arriba, otras abajo, como en la montaña rusa, la casona sirvió un tiempo como bazar de precios bajos, donde vendían artículos que donaban las tiendas departamentales; ropa, discos compactos y electrodomésticos. Compré playeras y compactos de música.

Me cambiaron a varios lugares, al Centro Histórico, y luego a Narvarte que me quedaba cerca de mi casa; después de tantos cambios, volvimos a la casa de la Colonia Del Valle. La casa está dividida en tres partes, la entrada izquierda que da a la planta baja, la entrada central, la cual entrando hay unas escaleras que van a la planta alta, y la entrada al zaguán, al fondo hay una bodega. Lo curioso, es que me instalaron en los tres lugares, no al mismo tiempo, por periodos claro.

El primer periodo fue entre el invierno y la primavera, estuve en la planta alta, mis colegas eran adultos mayores y otros sindicalizados, muchas veces se iban a fumar al balcón. La jefa de esa área se llamaba Ruth, era cristiana, alta y morena, muy guapa. Ella me ofreció una mesita y una silla para trabajar, la licenciada Ruth siempre fue muy amable conmigo -aunque trato de convencerme de volverme cristiano- a veces hacia mensajería, y cuando no tenía nada que hacer, me ponía a escribir, en ese momento, hice un cuento de terror y otro infantil. En esa época, nos agarró un temblor, yo estaba saliendo del baño, Don Juan y Doña Jovita no bajaron, decidí quedarme con ellos, eran personas de edad avanzada, Don Juan se asustó, y lo mandaron a su casa, el resto volvimos al trabajo, la casa vieja no sufrió daño de milagro.

El segundo periodo fue por el verano y el otoño, me mandaron al zaguán, tuve dificultades para relacionarme con un par de amantes, el problema se agudizó cuando necesitaba ir al baño, la mujer a la que la llamare Osa Mayor -por el horrible abrigo que usaba- y su amante el Tragaldabas, siempre se la pasaba tragando refrescos, tacos tortas y comida chatarra. Criticaban mi música, mi comida, y mi ropa, y hablaban a mis espaldas, fui a reclamar con la licenciada Ruth, hasta le dije que me prohibían usar el baño -donde se ponían románticos-

En el periodo de invierno y primavera me cambiaron a la sala principal, ahí estuve contento, incluso me hice amigo de una chica de servicio social llamada Cindy; era muy dulce, simpática, y alegre, se pintaba el pelo de varios colores, la primera vez que la vi, su cabellera era rosa, como el algodón de azúcar. Nos encargamos del archivo y creamos una base de datos, me enseñó a usar el Excel, siempre fui pésimo para usar ese programa, con ella, mi trabajo se simplificó.

Platicamos de varias cosas; música, deportes, cine y comida, le comenté que estoy tomando un taller de literatura y redacción. Ella tenía proyectos; aprender idiomas asiáticos, ir a viajar a Seúl y Tokio, diseñar videojuegos y juguetes, aprender a cocinar comida asiática, tener un café con libros en diferentes idiomas, con una galería de arte, y un escenario para que toquen música en vivo.

A veces, la Osa Mayor y Tragaldabas, criticaban su forma de vestir, faldas cortitas, medias largas, blusas estampadas. Yo los puse en paz, que no se metieran con ella, y si lo hacían, podría comentar a todos sobre sus romances en el baño -la vestimenta es lo de menos-

Salíamos a comer a los tianguis cercanos, a las cafeterías o pedíamos comida para llevar, nos encerrábamos en la bodeguita del archivo. A veces traíamos un lunch, lo calentábamos en el horno de microondas, cuando llego el invierno, preparábamos café, o té comprábamos galletas y pastelitos de una cafetería cercana, a veces a la salida, nos veíamos en un Starbucks, y platicábamos de lo que fuera, decoramos el archivo para navidad con luces, y unas galletas de jengibre. Para esas fechas, se cambió el color de su cabello a un tono de azul hielo que la hacía ver platinada.

La navidad coincidía con su cumpleaños, antes de salir de vacaciones de fin de año, la invité a comer a un restaurante argentino, pedimos un churrasco para los dos y alfajores de postre, después fuimos a pasear por la colonia Condesa, fuimos a un bar, platicamos un buen rato, a la salida me abrazó, me agradeció por todo, nos fuimos a pasear por el parque México, después al parque España, veíamos las tiendas, sus aparadores estaban decorados con luces de colores, y motivos navideños, me gustó como se veía Cindy, con su suéter blanco, los jeans ajustados rotos, y sus botas largas negras, caminamos y platicamos abrazados, fue una noche muy larga…

En enero fue mi cumpleaños, Cindy me invitó a un local de comida japonesa, la especialidad es el ramen, para el frio nos cayó muy bien, era una experta para usar los palillos, y me enseñó como tomarlos de manera correcta, en la plática, me dijo que se ira a estudiar a Tokio, me agarró de sorpresa, conociéndola sería un hecho, siempre la han interesado las nuevas tecnologías, su cultura y modo de vida, ella se adaptaría sin problemas, pero en el fondo no quería que se fuera.

No pude ir al aeropuerto a despedirla, estaba cargadísimo de trabajo, y tenía un compromiso previo, el cumpleaños de mi mamá, tal vez era mejor así, sería capaz de abrazarla fuerte, no soltarla sin importarme que perdiera el viaje a Japón. Llevamos a mi mamá a ver el Ballet Folclórico de Amalia Hernández, y cenamos en un restaurante donde comimos arracheras.

La última vez que volvimos a la vieja casa, era una bodega de archivo muerto, el lugar donde convivíamos Cindy y yo estaba plagado de cucarachas, teníamos que usar guantes y mascarillas para trabajar, era un foco de infección. Pronto volveré, no será igual.

Créditos de la imagen: Pixabay, www_slon_pics, https://pixabay.com/photos/despaired-businessman-business-2261021/

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