LXIII Edición: Temporada de lluvias

Santiago ya cayó…

En el corazón de los jóvenes de Colombia hay una hoguera que arde día y noche, lleva encendida como 60 años pero hace unas semanas empezó a quemar de tal manera que incinera los cuerpos de aquellos que no protestan. Es un fuego que obliga a salir a la calle a gritar desde la desdicha que significa habitar este territorio controlado por una oligarquía cruel y avara, un territorio ahogado en miseria y sangre.

Esta llamarada feroz es atizada por el abandono absoluto al que los dueños de esta finca sometieron el destino de la idea remota de país que en algún momento se discutió, a lo que le continuó una sistemática masacre de todas y todos quienes habían participado de esta agenda que apuntaba al desarrollo civil, institucional y cultural de ese pobre terruño.

Pero esto no es lo más terrible, por supuesto que no, en un lugar donde todo se pudre lo más horroroso de este asunto es la complicidad de una parte de la sociedad que está convencida que el derecho divino y legal para manejar las riendas de la finca siguen y seguirán siendo cuatro familias que históricamente dividen su poder en el transcurso del tiempo, cuatro gigantes parásitos que endogámicamente extienden su influencia racista, clasista, machista y xenofóbica al grueso de la población, parásito asqueroso que lleva prometiendo modernidad, legalidad y derecho a una población que se descompone en la ignominia.

Así que la llama arde como desde hace mucho tiempo ya no lo hacía, arde con fulgor y arrestos de dignidad, arde con hambre de respeto, con hambre de vida, arde desde el alma de las comunas a las que estos monstruos degenerados de las clases con dinero llaman ciudades. Malditos indecentes fueron ustedes los que volvieron cualquier intento civilizatorio en  un bizarro intento de sociedad, maldigo sus “familias” su “origen” y su puta y falsa educación y religiosidad, ustedes y sus cómplices son la peor mierda que le pudo pasar a un bello territorio de una naturaleza excelsa protegida y habitada por comunidades indígenas negras y mestizas. A ellos y a sus hijos y a los hijos de los campesinos desplazados por la violencia que viven en las barricadas y en la primera línea, a ellas y a ellos les pertenece esa finca, no a ustedes grandísimos hijueputas.

Y mientras despotrico contra el gran océano de mierda que representan estos grupos y estas familias que más que familias son corporativos sanguinarios, la llama crece y crece y consume a quienes la llevan dentro y consume lo que toca, porque su impulso, su voluntad, no viene del odio sino de la nada, de una gran vacío infinito de un agujero negro que devora a un costo muy alto el dolor y el olvido, un agujero caníbal dispuesto a devorar los cimientos de las catedrales, las bases militares, y los edificios que auspician la corrupción y la masacre.

El ambiente que se respira en Cali ya no huele a sexo y a rumba, ya no suena a salsa y bolero, ya no sabe a chuleta ni a ceviche ni a jugo de lulo, ya no es “cuestión de pandebono”, el ambiente que se respira en Cali huele a plomo y carne humana quemada, suena a plomo y gritos de desesperación y extrema pobreza, sabe a plomo, a sangre, a agua de rio que mete por la boca de los cuerpos de jóvenes torturados, violados y asesinados cruelmente. El ambiente de Cali es la agenda que nos deben, la vida que nos deben, la comida que nos deben y el amor que nos quieren quitar.

Malditos parásitos asquerosos (Lleras, Restrepo, Valencia, Pastrana, Michelsen, Barco, Turbay, Betancour, Gaviria, Samper, Santos, Uribe, Duque), ustedes y sus cómplices, “la gente de bien”, la indigente clase media mediocre y agachada, sus narco amigos, sus apoyos extranjeros sobre todo el de Estados Unidos e Israel, su uso dogmático y sicarial del antiguo y el nuevo testamento, ustedes también se van a quemar, con calma, con dolor, con cobardía como siempre lo han hecho, las flamas también les van a llegar.

Esta condición y este dolor, este enorme incendio será lento y progresivo, aquí vamos a quemar la inhumana injusticia a la que nos han tenido sometidos. Seguro seguirán matando jóvenes y líderes sociales, seguro nos quitan las elecciones del próximo año o se las roben, o las negocien, ya no importa, porque en el corazón y en la conciencia de toda una joven generación ustedes ya se cayeron. Y si no me creen pueden buscar en el paisaje caleño en su dulce horizonte las imágenes que les servían de referencia, sus putos monumentos a la esclavitud y la explotación, y no los van encontrar, ¿saben el porqué? Porque Santiago ya cayó.

Créditos de la imagen: Minneapolis Police Department’s 3rd Precinct, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Minneapolis_Police_Department%E2%80%99s_3rd_Precinct_2020-05-28.jpg

4 comments

  • Rosario Espinosa escribió

    ¡Impresionante y doloroso! ¡Abrazo a mis queridos amigos y amigas colombianos!

  • HUGOLINA G. FINCK escribió

    ¡Indiscutible tragedia! El corazón se destroza. Por acá por mi amado país México esa tragedia y otras más, lanzan inseguridades. Nací en un México respetable y ahora, desde los años 80s, cada día se torna más conflictivo. Próximamente Editorial Tegra, antes de un año, me publicará una novela sobre los feminicidios, no sólo mexicanos sino mundiales, todos provocados por gobiernos que no respetan las leyes.
    ¡Felicidades… “Santiago ya cayó…” es una denuncia valerosa y muy bien escrita!

  • Venher escribió

    Horrible tragedia humana, espero qué la próxima generación de jóvenes Colombianos,ya no les toque ésta terrible vida de sangre y muerte.

  • Marieta Fuentes escribió

    Wooooow, estremecedor!

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