LXIII Edición: Temporada de lluvias

Los románticos… Especie extinta

Da un paso suena una nota, da otro paso suena otra nota, levita sobre las teclas, hay un silencio. Se regresa rápido sobre el teclado, resuena en toda la casa. Es el gato de Ravel, es el gato compositor que introduce las primeras armonías, luego brinca al techo del piano y se lame su cola.

Maurice toma su banco, coloca su espalda recta, se sienta, estira las manos, sus dedos se vuelven pinceles que se mueven a tal velocidad que se multiplican. El gato lo mira hipnotizado, estira su cuerpo, camina lento sobre la cola del piano.

Ravel lo observa, sigue con las notas sus movimientos y aparece en el aire sonoro, el “Bolero”.

Lleva sombrero de paja, camisa de algodón, pantalones de lino, alpargatas de lona con suela de henequén. Camina sobre el malecón y el mar trae un aire fresco.

En el horizonte se asoma un ser que danza al caminar, la cabeza sostenida por un cuello esculpido en ámbar, de su cara asoman enormes ojos como lunas; el vestido de seda roja se descuelga de sus hombros, hasta antes de sus rodillas, le configura el cuerpo, entallando sus dos ánforas turgentes. El color de las columnas que la sostienen, es de un negro azabache que dejan ver suave levedad.

Al pasar muy cerca de él, a Baudelaire se le revelan los versos de un “Bello Navío”.

La preciosa cordillera está tapizada de nubes, el sol no asoma, el viento azota los árboles, el aire es húmedo, cerca del medio día se desgaja la lluvia, las veredas se anegan, todo está muy frío.

Va arropado con un abrigo de Cachemir, cubre su cabeza con un sombrero de copa, los zapatos son de piel y hebillas plateadas. Pasea bajo la lluvia y tiene muy determinado el recorrido de ese día, hasta su última estación.

Debajo del abrigo lleva puesta la camisa donde hizo tejer la seña que al colocársela marca el punto exacto sobre el corazón.

De regreso a su casa se dirige a su habitación, se quita el abrigo, busca el arma escogida, la levanta, la lleva al punto marcado en su camisa, carga el gatillo, y suena en toda la sabana húmeda y triste, la detonación, que hace estallar el corazón de José Asunción.

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