LXIII Edición: Temporada de lluvias

A que suena el corazón

La mejor definición de lo romántico sigue
siendo la de Novalis: «En cuanto doy alto
sentido a lo ordinario, a lo conocido dignidad
de desconocido y apariencia infinita a lo
finito, con todo ello romantizo (Ich
romantisiere)»

Safranski

No le importaba mucho su postura frente al piano, sólo quería recorrer el teclado cerciorándose de que su mensaje quedara bien redactado. Gastaba las notas suficientes, usaba los silencios necesarios, nunca más, nunca menos. No le importaba mucho lucir como el más virtuoso y hacer de su nostálgica figura una leyenda del Jazz creando halos de misterio a su alrededor, llenando de anécdotas sus presentaciones y ensayos, haciendo creer al público que el era legendario y que su música sería la fuente de donde beberían las próximas generaciones y todos los “nuevos estilos”.

Él estaba ahí en su momento único para traducirnos la belleza de dos niños tirando piedras al rio, del humo danzante que sale del cigarro del viejo sentado en la banca del parque, de una mujer que, arrodillada, conversa en dulces susurros con la tumba de su madre. La música de Bill Evans no le teme a las horas, no tiene una etiqueta de uso por que no se desgasta, no le huye al presente al día a día porque es justo ahí donde mejor se entiende. Mensajero de los sentimientos arraigados en la melancolía de las ausencias, pero también en el éxtasis de estar vivo. La extrema dulzura de sus armonías corrompían con dureza una escena musical dominada por el solista potente que acallaba el murmullo anhelando el aplauso estridente que lo nombrara como el nuevo macho alfa del escenario. Para Bill sólo existía la necesidad de encontrar cómplices que le ayudaran a transmitir a qué es lo que suena un corazón.

Tuvo algunas sesiones en solitario al igual que algunos fantásticos dúos, pero su forma favorita de recitar el equilibrio de sus notas siempre estuvo en los tríos (Piano, Contrabajo, Batería).  Logro sintonías hermosas con diferentes músicos, trabajos llenos de profundidad sonora que en ningún momento alejan a quienes lo escuchan. Muy al contrario, el contacto auditivo con el poético piano de Bill logra en la mayoría de los casos estrechar lazos entre desconocidos y transformarlos en amigos duraderos. No es necesario tener experiencias previas en el sonido del jazz para ser conmovido por las notas de Evans. Su estilo suave y envolvente siempre da la bienvenida, su intención es dirigir los sentimientos a buen puerto, no quiere chocar sino acariciar, tampoco le teme al júbilo o la profunda tristeza. Es testigo consciente del camino que se recorre entre estos dos estados y por supuesto que no es infalible, la tragedia lo persiguió voraz y amenazante en episodios importantes de su vida.

A pesar de haber nacido en Plainfield, un pequeño pueblo del estado de New Jersey, ningún sentimiento bucólico es excesivo o arrogante en su música. No se encuentra afectado por el paisaje del suburbio, ni del campo, ni siquiera por el de la gran ciudad apabullante e industrial; sin embargo, los tonos estéticos de pequeños cuadros costumbristas de la vida moderna aparecen de manera constante en su dialogo. Su forma de expresión musical es una oda a la sofisticación del romance, de la relación tenue entre nuestros sentidos y la realidad, por eso él es un mensajero elegante un poeta refinado. Bill Evans con sus melodías dibuja los sentimientos de un paisaje romántico y cotidiano y es ahí donde se encuentra el sonido de un corazón. 

Bill Zavatsky, poeta y periodista amigo del músico, escribió un pequeño poema al enterarse de la muerte de éste:

Elegy
For Bill Evans, 1929-1980

Music your hands are no longer here to make
Still breaks against my ear, still shakes my heart.
Then I feel that I am still before you.
You bend above your shadow on the keys
That tremble at your touch or crystallize,
Water forced to concentrate. In meditation
You close your eyes to see yourself more clearly.

Now you know the source of sound,
The element bone and muscle penetrate
Hoping to bring back beauty.
Hoping to catch what lies beyond our reach,
You hunted with your fingertips.

My life you found, and many other lives
Which traveled through your hands upon their journey.
Note by note we followed in your tracks, like
Hearing the rain, eyes closed to feel more deeply.
We stood before the mountains of your touch.

The sunlight and the shade you carried us
We drank, tasting our bitter lives more sweetly
From the spring of song that never stops its kiss.

-Bill Zavatsky

Hice una traducción muy literal y escueta de este bello poema:

Elegía para Bill Evans”, 1929-1980

La música que tus manos ya no hacen
Todavía rompe contra mi oído, todavía sacude mi corazón.
Entonces siento que aún estoy ante ti.
Te inclinas sobre tu sombra en las teclas
Que tiemblan al tocarlas o se cristalizan,
El agua obligada a concentrarse. En meditación
Cierras tus ojos para verte más claramente.

Ahora conoces la fuente del sonido,
El elemento hueso y músculo penetran
Con la esperanza de recuperar la belleza.
Esperando atrapar lo que está más allá de nuestro alcance,
Tú lo cazaste con la punta de los dedos.

Encontraste mi vida y la de muchos otros
Que pasaron por tus manos en su viaje.
Nota a nota seguimos tus huellas, como
Oyendo la lluvia, con los ojos cerrados para sentir más profundamente.
Nos paramos ante las montañas de tu tacto.

La luz del sol y la sombra que nos llevaste
Bebimos, saboreando más dulcemente nuestras amargas vidas
Del manantial de la canción cuyo beso no acaba.

Bill Zavatsky [Traducción del autor]

Créditos de la imagen: Will Barnet , Early Morning, 1972

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