LXIII Edición: Temporada de lluvias

Mi perro y yo

Caminamos yo y mi perro, juntos otra vez, por la soledad de alguna noche; la noche de todas las noches, en donde la luna brilla enigmática y solitaria en un cielo que nunca se mueve, envueltos en un aire frío y estático, sumergidos en un extraño momento fuera del tiempo.

Caminamos solos él y yo, y siempre juntos; avanzando sin descanso por desoladas calles de una ciudad nocturna. Ánimas van y vienen: tristes difuntos que aprovechan estos momentos inexistentes de la noche para beber una vez más del viento, y reír a carcajadas mientras corren bajo la luz de la luna.

¿Qué extraña ciudad es ésta por las que caminamos, donde la noche es eterna, y los muertos ríen y cantan?

Pero a pesar del enigma y de la confusión que me envuelve en esta noche primigenia, yo no temo nada, porque a mi lado camina mi leal amigo y guardián, guiándome con su espíritu alegre y juguetón. Él es como el guía noble y fiel que da poder a mis pisadas, y que me lleva a atravesar las oscuras calles de esta ciudad olvidada, en una eterna noche que busca sin cesar el día.

No me percato del tiempo transcurrido, sino solo de nuestro lento y constante caminar, de la monótona soledad de calles, del silencio mágico que todo lo invade, y de estar invadido de una sensación de seguridad al estar al lado de mi buen perro, amigo de mi corazón.

Poco a poco, las calles desiertas van tomando forma, y al ir reconociendo calles antiguas y familiares, me doy cuenta de que vamos al anhelado regreso a casa.

Conforme nos vamos aproximando al elusivo destino, las ánimas se multiplican y van tomando fuerza en su forma y color, hasta empezar a parecerse a los vivos que usualmente recorren el mundo a la luz del día.

Y es entonces cuando el paisaje empieza a cambiar, hasta llenarse de extrañas ruinas y antiguas construcciones abandonadas, que me hacen pensar en templos de días antiguos. Como si atravesáramos algún mancillado cementerio de los dioses, vemos a grandes ídolos del pasado caídos y profanados. Veo el derrumbe de los leones de Nínive, pálidas esfinges de Babilonia, carcomidas estatuas burlonas de los demonios de los caldeos. El dios del desierto yace ahí, en el suelo; la columna de fuego que lo sostenía, ahora gris y apagada.

Acto seguido llegamos a las cuevas de los cráneos y de los hombres del maíz; quienes yacen, sentados e indiferentes, en eterna espera del renacimiento de los frutos de la tierra; o tal vez en añoranza del Sol que se alimentó de su sangre y de su muerte, a cambio de una promesa de renovación. Saliendo de estas cuevas vislumbramos una mítica colina que pareciera alzarse al principio y al final de un ciclo de tiempo. Y al escarbar entre los escombros que se encuentran en su cima, encuentro un cráneo, que al instante reconozco como mío; donde recuerdo haber sido enterrado en algún momento perdido en el tiempo: tan lleno de vida todavía, tan tierno, tan inocente… Pero ahora se alza sobre mi antiguo esqueleto una gran cosecha, una fertilidad de vida y de colores que ha invadido este árido y consagrado montículo. Y en medio se alza la una ceiba magnífica y hermosa, que asciende y asciende hasta tocar algún cielo que nunca he visto- y de su centro parece fluir sin cesar una sustancia portentosa: una fuente de vida nueva, la Sangre que fluye y fluye como una vida incansable que se renueva y nutre a toda una creación. Y entonces, yo y mi perro nos dejamos rociar por la chorreante sustancia, que nos pinta de rojo y nos quema en fuego el corazón, hasta que somos uno otra vez. Mi corazón late de alegría al sentir la añorada unión hace tiempo olvidada. Y en este nuevo estado, caminamos hacia el Sol naciente, juntos otra vez, yo y el guía de mi noche, el amigo de mi corazón.

Créditos de la imagen: https://picryl.com/media/inferno-dante-the-leopard-and-the-lion-from-bl-eg-943-f-3-c15bfb

1 comment

  • Marichu G. Gómez escribió

    Buen cuento, la narrativa me llevó por los renglones casi por el mismo camino que recorren el personaje y su perro, el final deja un sentimiento de integración con los caminantes. (Al iniciar el último párrafo, la frase “Acto seguido” me sacó un poco del ritmo de lectura, es casi una muletilla) Espero Volver a leerte en esta u otra revista. Gracias por el buen rato.

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