LXIII Edición: Temporada de lluvias

El silencio me jala

Me detengo y el silencio me jala…

Me lleva hasta el fondo, al comienzo del momento,

Cuando todo empezó en una explosión de fuego:

Veloz ascenso de luz y fuego

por las ramas consagradas del alma.

Un instante que surge de un abismo.

El vacío rugiente del deseo;

Fuego eterno que me prende en llamas,

Me incita a gritar al Universo:

Pero la lengua me traiciona

en el éxtasis del momento.

Un niño reptante y timorato,

solidificado en un miedo sin nombre.

Se estruja y se estira: torpe, babosa…

Desesperada, resiste la tentación del fuego que lame su vientre.

El momento culmina y me quedo frígido, inmóvil…

Ahogado en una explosión contenida.

Sediento, el nuevo mundo exige mi sangre:

En un sinfín de actos de blasfemia

o de sagradas revelaciones:

sigo sin entender sus motivos inhumanos.

Escucho sus rugidos poderosos,

la explosión de su avance perpetuo.

Un río furioso que no se detiene.

Y yo en su centro, atrapado e inmóvil,

a punto de ahogarme en su fluir sanguinario.

Pero el fuego que me llena hasta la punta

de la lengua me mantiene con vida

en la incesante explosión de momentos,

como un Sol de tiempo que estalla en mí mismo,

un Yo que explota y ruge y llena de fuego

a un Yo que huye de sus llamas implacables.

El fuego cobra vida en mis dedos,

que gritan al mundo lo que la lengua calla.

Las revelaciones del fondo nacen.

De ese abismo surgen respuestas

a preguntas nunca formuladas.

El nuevo mundo nunca hace preguntas.

Sólo espera respuestas digeridas,

así como espera mi sangre

para relamerse los labios carnosos.

Pero ahora sé que esas respuestas existían

desde el principio en aquel fondo.

en la tierra que el corazón desea,

en ese desear que hace al corazón,

en el corazón que es un desear hecho carne.

Créditos de la imagen: Fragmento de Hendrick Goltzius, Ixion, Pixabay

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