LXIII Edición: Temporada de lluvias

Regando una flor

Fauna africana me habita
Dentro de mí
Oigo sus estampidas
Sus rugidos 
Sus aleteos
Sus trotes
Siento su hambre
Su instinto
Su furia
Es indomable esta fauna
No recula
No se acobarda 
Ataca
Pelea
Hiere
Y no haré
Ningún esfuerzo
Por 
Detenerla.

“Salvar el Fuego” de Guillermo Arriaga.

– Tan, tan, tan (como canción).

– ¿Quién es?

– Le mandaron la ropa, Don Ángel.

– Siga, entre hasta la sala.

– Buenos días, Don Ángel, ¿cómo está?

– Aquí tomando un cafecito. ¿Cómo está Flor?

– Mejor. Ya sabe esa lavadera de ropa le está torciendo las manos.

– Dígale a Flor que venga el sábado por el pago.

– Con mucho gusto, Don Ángel, yo le doy su recado.

Flor me lava la ropa desde hace muchos años; la primera vez que la vi entrar por esa puerta se enloquecieron todos mis sentidos. Como unos 17 años de edad tenía Flor cuando apareció en mi vida, traía el pelo recogido, un vestido que entallaba su cuerpo; a sus delicados pies los cuidaban unas sandalias de piel color blanco.

Mientras se encaminaba hacia la sala de la casa por los ventanales que dan al vestíbulo se filtraban unos rayos de sol que alumbraban todas sus formas. Esa aparición deslumbró, despertó, a un hombre que andaba en la búsqueda de algo que lo activara, que le diera sabor, encanto a su existencia.

– Siga Flor, qué rico conocerla. Deje esa ropa ahí en el sofá. Venga, siéntese en esta mecedora, tómese algo. ¿Qué tal un jugo de maracuyá? Hay que refrescar esta vida.

– Muchas gracias, Andrés.

– Bueno me llaman Ángel, pero si a usted le gusta Andrés, así lo dejamos.

– Ese Ángel está como muy tonto, ¿no le parece?

Así fue el encuentro con esa flor. Han pasado un buen de años, han pasado un buen de besos, han pasado un buen de amores y digo un buen de amores, por que todos me han pasado con ella. Cada etapa, cada momento de la vida de ella, yo he estado ahí para recomenzar un nuevo amor; son amores mejorados…

Mi Flor viene los sábados, siempre estoy esperando ese momento, esa entrada triunfante de ella por este corredor lleno de plantas y de recuerdos.

– ¡Bang, bang, bang! (Eso suena como a detonaciones… en mi ser.)

– ¿Quién es?

– Su Flor.

– Sigue mi todo, deje esa ropa ahí en el sofá, venga, siéntese al lado de este caballo viejo. ¿Quiere tomar algo?

– Ya sé, usted quiere que yo refresque esta vida, pero la verdad, desde que lo conocí mi vida comenzó a suceder. ¡Que delicioso haberlo conocido mi viejo Andrés!

– Usted mi Flor nunca quiso vivir aquí en esta casa, tan amplia, aquí cabemos los dos, más sus gatos, sus libros, sus formas, sus caprichos, pero no ha querido.

– Ni lo haré, allá donde vivo sola con mis caprichos soy feliz y soy más feliz cuando llega tu ropa y la huelo y después la sobo; cuando la estoy restregando, te imagino y enloquezco, sólo puedo vivir así, siempre será mejor, porque es mágico imaginar.


Lo rico, lo sabroso, es que la vivamos así, ¿no le parece?

Pintura por Leonor Fini – Dans la tour

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