LXIII Edición: Temporada de lluvias

¿Como qué edad tenemos?

El vitalismo habitaba en el joven, siendo optimistas para este texto. 
¿Ahora habita en el viejo?
¿O es que todos hemos envejecido a la par?

La imagen nos tiene congelados fuera de esta tierra, en el espacio exterior, suspendidos sin poder movernos, sin hablar, sin acción y sin tocar.
Somos cuerpos sin sexualidad, sin erotismo. La vitalidad ha sido y sigue sofocada por reglas absurdas que ya no nos aguantamos.

¿Somos cuerpos jóvenes envejecidos?

Ahí vamos todos enfermos de lo que no entendemos, sometidos a un cuerpo que no podemos mover ni hacer reír. 
Desde la orilla de nuestros ojos vemos todo aquello que pasa desfilando, siempre con el desánimo de que no habite en mí.

El radical era el que se oponía a la norma: el antisistémico, el romántico, el solitario, el aventurero. Hoy el radical es el actor de obras como: el imperativo, el clásico, el tradicional, el avaro, el ingenuo, el insensible.

Este presente nos escupe a la cara en todo momento al otro, el que me necesita y el que me ignora. Si me necesita creemos tener el derecho de volcar nuestro vacío en él y tal vez dejarlo sin nada. Si me ignora entonces lo perseguiré hasta mirarme en sus ojos.

Es sombrío y antinatural nuestro voluntario exilio.

¿Nos queremos ir de dónde para llegar adónde? ¿Me quiero negar esto para aceptar qué?

Es un ensimismamiento de ese cuerpo en el espacio que evita el reconocimiento de la sangre, del alimento, del llanto, de la deposición, del chillido, del chupar.
Tanto alboroto por no querer sentir el pulso del aire, el pulso sexual, el pulso del otro.

¿Adónde nos queremos ir con tantas rabietas y una lista de paquetes que deben ser entregados si no podemos movernos?

Créditos de la pintura: Agnes Tait, Bacchanalian Scene

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