La riqueza y su incompatibilidad con el planeta
III Edición (Temática: Cambio)25 de mayo de 2020Recientemente he estado pensando sobre lo que significa ser rico y la manera en la que la sociedad define riqueza.
Éstas son mis tres principales observaciones. La primera es que el capitalismo –con su énfasis en la acumulación de riqueza y bienes, a pesar de la contaminación provocada por la creación de esos– está fundamentalmente en desacuerdo con el mundo natural. Si no hay intervención alguna, el capitalismo nos llevará a nuestra propia extinción. La segunda: las nociones de desarrollo, progreso, nuestro modo de vida y la manera en la que vemos el mundo han traído degradación a nuestro planeta. La tercera, una observación más esperanzadora: hay una manera en la que podemos satisfacer nuestras necesidades básicas sin tener que pasar nuestra vida trabajando.
La idea fundamental del capitalismo –aquel extraño sistema en el que vivimos– como el nombre lo sugiere es la acumulación de capital y con esta riqueza una vasta mayoría de personas se expresan de sí mismas a través de sus hábitos de consumo. Por lo tanto, los “ricos” son las personas con grandes montos de dólares en sus bolsillos, carros lujosos y casas grandes. Aquellos que son “pobres” tienen pocos bienes materiales y a veces luchan por el acceso a comida y agua.
El mundo industrial y nuestra, recién descubierta, capacidad para producir una infinidad de materiales y el vasto consumo de energía que esto conlleva han aumentado exponencialmente los niveles de contaminación en la tierra, al mismo tiempo que agotamos los recursos naturales de una manera tan veloz que no permitimos su regeneración.
Nuestro modo de vida industrial está destruyendo los pilares básicos de nuestra misma supervivencia. La contaminación de nuestros cuerpos de agua y la destrucción de nuestros hábitats naturales, que a la vez nos dan aire fresco, agua y comida, está acelerando el cambio climático y el crecimiento de la temperatura global, que a su vez atrae cada vez más desastres naturales letales así como escasez alimentaria y de agua, situación que empeora cada día.
En esencia, el sistema actual, nuestra creciente riqueza (acumulación de capital y bienes) depende directamente de la destrucción de nuestra madre tierra, y gracias a la revolución industrial y a los avances tecnológicos nosotros hacemos este proceso destructivo mas rápido que antes. Estos dos anteriores sumados a un incremento de la población global (un salto de 1.6 billones en 1900 a casi 8 billones de personas en 2020) constituyen el problema, multiplicando exponencialmente nuestro ya insostenible modo de vida. Por el contrario, nuestra madre tierra no incrementa su capacidad para soportar esto. Ni siquiera toda la “energía renovable” del mundo puede salvarnos porque la construcción de estas estructuras (como paneles solares o turbinas de viento) son construídas con materiales de una oferta limitada. Simplemente la humanidad tiene que consumir menos.
Pero, ¿qué tal sin en vez de dinero y bienes redefinimos riqueza como tener aire limpio y agua, y aseguramos la supervivencia no sólo de nuestra generación sino también de las siguientes de una manera que no destruyamos el mundo en el que vivimos y del que dependemos; en vez de eso por qué no lo ayudamos a reponerse? Al final de cuentas, ¿para qué usaremos todo el dinero del mundo cuando nuestras casas se incendien ya que nuestros bosques estarán en llamas, nuestras ciudades no tendrán agua o quizá no habrá suficiente comida para comprar? Este tipo de escenarios ya están sucediendo y sólo parecen empeorarse en las próximas décadas.
Si vivimos más como algunas de las comunidades indígenas, incrementaremos nuestras posibilidades de sobrevivencia. La gran mayoría de las comunidades indígenas no sólo otorgan un gran valor al medio ambiente en el que viven, sino que tienen una intima relación con él. Lejos de ver la naturaleza como algo externo que puede ser consumido, las comunidades viven en simbiosis con la vida que les rodea.
Llegar al punto en el que podemos extender nuestro tiempo en la Tierra o evitar nuestra propia extinción parece ser un poco lejano por el momento y, en mi opinión, no sólo tendríamos que reducir la población global, sino pensar en una completa transformación de la manera en la que vivimos. No obstante, ambos temas son difíciles y controversiales.
Además de la disminución de la población global habría que cambiar completamente de paradigma y movernos hacia un sistema que no se base en “crecimiento” y “progreso”. Hay que pensar y aceptar que la naturaleza no crece para siempre. En realidad, todo lo que necesitamos para sobrevivir son cuatro cosas básicas: dormir, aire limpio, agua limpia y comida. Cualquiera de nosotros podría fácilmente obtener estas cosas si el acceso a la tierra no dependiera de la acumulación de riqueza.
Tal sistema implicaría la desindustrialización de la sociedad. Es decir, llevar estilos de vida que dependieran de los ciclos naturales, de comer y producir localmente. Autos, aviones, computadoras y todas las invenciones de las que nos enorgullecemos como humanidad tendrían que ser erradicadas, así como viajes no esenciales. En lugar de pasar el día mirando una pantalla o detrás de un volante o ir de vacaciones a lugares exóticos, aprenderíamos a no ir tan lejos para buscar la “felicidad”. Rozar piedras en el lago, sentir el viento en nuestro pelo cuando caminamos en la montaña o sentir el calor de abrazar a nuestros seres amados sería suficiente.
En resumen, la vida se reduciría a lo esencial y encontraríamos que somos más felices con lo que tenemos: una tierra con una riqueza abundante que puede mejorar enormemente nuestro estilo de vida y asegurar nuestra supervivencia y preservarla.
Texto original en ingles:
I have been thinking a lot recently about what it means to be rich and the ways society defines wealth.
I have three main observations. The first is that capitalism – with its emphasis on accumulating wealth and goods, in spite of the pollution it takes to create them – is fundamentally at odds with the natural world. Without intervention, capitalism will lead us to our own extinction. The second: that notions of development and progress have brought about the degradation of our planet, but also our ways of living and viewing the world. Thirdly, a more hopeful observation: there is a way in which we can meet our basic needs without dedicating our lives to work.
The grounding idea of capitalism – the strange system in which we live – as the name suggests is to accumulate financial wealth, and with this great wealth the vast majority of people express themselves through their consumption habits. Hereby those who are “rich” are people with large amounts of dollar bills in their pockets, nice shiny cars and big houses. And those who are “poor” have very few material goods and struggle often to access even food and water.
The industrial world and our newfound ability to produce a myriad of material goods for our consumption and the vast energy consumption that this entails have exponentially increased the levels of pollution on planet earth while also depleting natural resources far too fast to allow the earth to replenish them again. The pollution from our industrial lifestyle is destroying the very pillars which we survive on. Our pollution of water bodies and destruction of natural habitats which coincidentally provide us with clean air, water and food is vastly accelartaing global climate change and temperature rises which are bringing about ever more lethal natural disasters and shortages of food and clean water which are all set to get much worse.
In essence, in the current system, our growing wealth (accumulation of capital and goods) depends directly on destroying mother earth, and thanks to the industrial revolution and advanced technology we do it at a far faster rate than before. This coupled with a rapidly growing global population (a jump from 1.6 billion in 1900 to almost 8 billion people in 2020) compounds the problem, exponentially multiplying our already unsustainable way of living but of course not increasing the capacity of mother earth to support this.
Not even all the “renewable energy” in the world will save us because the construction of such structures (such as solar panels or wind turbines) are built with materials of which there is a limited supply. We simply have to consume less.
But how about if instead of money and goods we redefined wealth as having clean air and water and ensuring the survival not only of our generation but of generations to come by living in a way that doesn’t destroy the world we live in and depend on but rather replenishes it. After all, what use will all the money in the world be when your house goes up inflames due to forest fires, your city runs out of water or there isn’t enough food to buy? These are all trends which are currently happening and set to get much worse over the next few decades.
If we were to live more like indigenous people we’d greatly improve our chances of survival. The vast majority of indigenous communities not only give great value to the environment in which they live but they have an intimate relationship with it. Rather than seeing nature as something external that can be consumed they live in symbiosis with all life around them.
Getting to the point that we can extend our time on earth or even avoid our own extinction seems quite unlikely at the moment and in my opinion would have to involve not only a curtailing of global population but a complete transformation in the way we live, both highly difficult and controversial topics to say the least.
As mentioned, along with a decrease in global population there would have to be a complete change in paradigm and a move towards a system not based on “growth” and “progress” but rather vitality and the acceptance that nothing in nature grows forever.
In reality all we need to survive are 4 basic things: sleep, clean air, clean water, and food.
Any one of us could easily obtain these things ourselves if our access to land didn’t rely on our accumulation of money.
Such a system would involve the deindustrialisation of society. This would entail leading lifestyles that depend on natural cycles, eating and growing food locally. Cars, planes, computers and all of the very inventions that we pride ourselves on would have to be eradicated, as would nonessential travel. Rather than spending our day staring at a screen or behind a steering wheel or going on holiday to faraway exotic lands we would learn not to go so far in search of happiness. Skimming stones on the lake, appreciating the wind in our hair as we walk up a mountain or the warm embrace of our loved ones would suffice.
In summary, life would be reduced to the bare essentials and we would strangely find that we were happier with what we have – an earth with abundant natural wealth that greatly improves our life quality and ensures our survival by keeping it just the way it is.
Ciudadano del mundo, amante de la naturaleza y los animales, en desacuerdo con el sistema desigual y destructivo en que vivimos.
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