LXIII Edición: Temporada de lluvias

Uno

Salvador Indacoechea*
Mención honorífica en el V Concurso
“Aplicaciones del amor”

Hay una mesa. Una paraguaya, dos chilenos, dos porteños, que somos mi pareja y yo, tres yanquis y un pelotudo, que debe jugar al rugby y manejar el auto del padre. Jugamos al UNO, cada uno con sus reglas y sus trampas. La paraguaya tiene brackets en los dientes y es la única en bikini. Rojo. Es de noche. Estamos en una playa del Caribe. En realidad estamos en el hostel, pero el hostel está sobre la playa y hace calor y está húmedo. La paraguaya y el pelotudo pegan onda entre más cuatro y más cuatro. Los chilenos son odontólogos. Son un plomo. Se duermen en la mesa, pero quieren pertenecer. Igual, en dos días me van a salvar la vida, porque me van a pasar un contacto de Uber que me va a sacar de esa isla (que no es isla porque es una península, pero vende más llamarla isla), antes de que el covid me deje ahí para siempre. Pero se ríen de boludeces, perdón, de pelotudeces, del pelotudo, porque plomo y pelotudo se complementan. Uno por pelotudo y el otro por condescendiente. No me queda otra que ganar. No quiero perder a nada, nunca, menos con el pelotudo enfrente a la paraguaya. No sé si estoy en lo cierto, pero la paraguaya me mira. Mucho. Mi novia practica inglés con los tres yanquis, está chocha, luciendo su examen “First” por primera vez en su vida. Cada tanto se preocupa porque pensaba que hablaba mejor el inglés yanqui, pero no. La paraguaya grita y habla con una tonada que debe ser el “cordobés” del paraguayo porque es bien marcado y arrastra hasta el fondo de su garganta cuanta consonante se le cruce. Me pica un zancudo, no me hace doler, pero lo mato y hago ruido. Los zancudos, acá, no pican tanto como en Argentina. Explota en sangre sobre mi mano que me limpio en la bermuda de jeans sin que nadie se de cuenta. Pero la paraguaya me estaba mirando, obvio, y se dio cuenta y me dejó ver sus brackets, agachando la cabeza y sosteniendo la mirada. La paraguaya cuenta que tuvo dengue dos veces. Qué la primera no pasa nada pero a la segunda te internan. Y a la tercera, te morís. Lo dijo seria y el pelotudo se rio, como lo que es. Yo le creí. A la paraguaya, si la pica un mosquito con dengue, la mata. Me la matan. Paraguaya, Dios. Te quiero cuidar. Quiero que me lleves a Asunción y que combatamos al dengue juntos. Quiero matar mosquito por mosquito de toda la nación. Me entero por boca de mi novia que los yanquis son en realidad canadienses; no me lo dice a mí. No me da bola, no existo. Entre el mar de tonadas no puedo pensar más en nada que en ganarle al UNO al pelotudo del pelotudo. Más cuatro en mano. Lo escondo. Lo tengo al lado pero tengo que hacer girar la mano. La paraguaya, enfrente a mí, mira sus cartas y las aprieta en su pecho. Le quedan dos. Azules, verdes van y vienen. La paraguaya grita UNO y tira un más dos a los ojos del canadiense, que tira otro más dos y lo come mi novia, que está entre medio de los canadienses. Ya es una canadiense más. Le veo las ganas de hablar inglés todos los días de su vida por el resto de la eternidad norteamericana. Levanta y juega el otro que habla inglés, da vuelta la ronda. Mi novia juega azul, el Canadá juega también, la paraguaya levanta y pasa, los chilenos cambian a rojo. Juegan juntos con el mismo mazo de naipes, Dios, son un plomo. Tengo rojo. El pelotudo no me mira. Levanto una carta y tiro el más cuatro. El pelotudo tira otro más cuatro. El canadiense que ni habla y creo que es el que más caliente está con mi novia tira un más cuatro. Más cuatro, más cuatro, más cuatro. Todos para la paraguaya, que me mira con el odio que no es odio y me putea en guaraní por haber sido el primero en tirar la carta negra. El mar le pone música de fondo a la noche cerrada que, salvo la mesa de juego del hostel, no deja ver nada más. Cortamos el UNO para comer una pizza, mala, de hostel.

*Nombre real: Ignacio Champane.
Nació el 9 de enero de 1991 en La Plata, Buenos Aires. En el año 2008, egresó de la Secundaria Media 33 del colegio Dardo Rocha, ex Normal 2. En 2013, se recibió bajo el título de Periodista Deportivo, de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata donde, además, comenzó una relación cercana con la narrativa. En tiempos de facultad, participó del Primer Congreso de Periodismo Deportivo de la Universidad, donde obtuvo un premio en el 1° Concurso de Cuentos “Roberto Fontanarrosa”. De esos años a la actualidad, participó de diferentes espacios de escritura. En el año 2015 fundó la revista digital cultural La Plata Magazine! (LPM!); además, tiene su propio blog de cuentos y serán los tres relatos de esta antología sus primeras publicaciones. Actualmente, se desempeña como periodista en la Administración Pública de la provincia de Buenos Aires.

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