Inundación
VI Edición06 de julio de 2020El mundo se inunda. O bien porque se calienta y se derriten los cascos polares o porque hacemos presas que mantienen el agua en contenedores de cien metros de altura que, cuando se llenan, revientan sus paredes de cemento e inundan todo de golpe. Y cuando hay agua en abundancia alguien reconoce que nos hace falta todavía un poco y manda a romper más cántaros. Qué a nadie se le seque el cabello. Los médicos lo aclaran con contundencia: las personas deben estar o completamente secas o húmedas. Si sólo se mojan por partes entonces el viento enfría más unas que otras y los hospitales se llenan de enfermos de bronquitis y pulmonía que hacen demasiado ruido y no dejan dormir.
Pero bien, no toda el agua cae de un balde, también al ir repetidamente al baño por la paranoia de no querer retener líquidos llenamos las tuberías con los deshechos de los retretes y saturamos el drenaje de la Ciudad que el gobierno de inmediato libera –por temor a contingencias mayores— y que termina al fin regando los cultivos de fresas que después consumimos en jaleas. El agua llega lejos, sube e inunda los conventos que los frailes construyeron en las tierras bajas de Hidalgo. Evangelizar es también nivelar los terrenos, porque para que a la gente no le diera pereza levantarse temprano los domingos para caminar hacia el templo había que proporcionar un terreno plano y no tener que subir cuestas. Agua hay en la Tierra y de sobra. Dicen que algunos incluso buscan agua en Marte pero bien podrían llevarse un poco de aquí a algún otro planeta donde se necesite más. Los astrónomos dejarían de especular si lo que ven allá son piedras brillantes o hielo por el que los fuereños pasan sus trineos y se reúnen en los inviernos a esquiar con los niños. Yo insisto en que a la Tierra le sobra agua. Tenemos edificios, multifamiliares y casas que además obligan a los ingenieros a construir canales y diques o a cavar pozos para que el agua se vaya por ahí y no hacia las viviendas ni a los parques que frecuentan los niños que juegan a aventarse del columpio ni a los lugares en los que los jóvenes salen a pasear con los perros.
Menos agua en los océanos y así adquiriríamos nuevas llanuras para ampliar los territorios de los países. Tampoco tendríamos que hacer agujeros para sacar el petróleo del fondo del mar porque éste brotaría solo y agrandaríamos las arcas públicas ya que saldrían a la vista los baúles de oro de los galeones españoles hundidos en el siglo XVII. Además llegaría la justa felicidad a ciertas personas desesperadas porque aparecerían más pronto las cartas de amor que los amantes envían en botellas de vidrio.
Entonces, ya siendo realistas, el agua un día se va y nos quedamos pobres, no como Job –qué sí se quedó sin nada– pero sólo más pobres y no más buenos. Viendo ya la realidad sin tanta pasión, al menos a mí –hasta hoy— me hacen hasta hablar sobre el agua con políticos. Dicen que sí podemos llevar agua a Marte, pero que les gustaría más que los ciudadanos –siguiendo el protocolo– tomen linternas y las dirigen al mar para evaporar la mayor cantidad posible de agua y que ésta se escape por el agujero de ozono que ya hicimos de forma acertada, por arriba de nosotros, con el uso de desodorantes en aerosol. Me parece que aunque lo demás podría hacerse adecuadamente, si lográramos coordinarnos en una sola tarea, la mejor solución para evitar las inundaciones actuales seguiría siendo el instalar una escalera atrás de cada casa y decirles a los niños que se suban a los techos cuando vean que el agua viene hacia ellos y que esperen ahí a que un helicóptero les aviente una cuerda y los rescate para llevarlos a jugar videojuegos a algún campamento de damnificados.
Este texto del año 2010 fue recuperado y adaptado de las temporadas anteriores de la revista
Créditos de la fotografía: Hitesh Choudhary, Pexels, https://www.pexels.com/es-es/foto/adulto-agua-asiatico-azul-1739855/
Adrián Hernández Santisteban
Letras tropicales
Editor de La idea lista
Yo quiero recuperar las cartas de las botellas perdidas en el mar…
Nunca dejes de escribir