LXV Edición: Carnaval

UNDER ERVING

El pequeño Erving se encontraba en la mitad de su siesta de doce horas cuando un frenético ruido lo levantó de su cama de humanos. Disgustado y algo perezoso, el michito revisa la casa para ver que lo había despertado a horarios tan madrugadores como las tres de la tarde, pero este encontró su plano de comida vacío y las cosas de su humano regadas por todo el lugar.

Erving estaba molesto, su humano lo había dejado solo, y lo que es peor, sin su comida para merendar, tenía que poner orden en el lugar. El gatito indignado salió del apartamento y se puso buscar a su humano para darle el escarmiento que merecía. Sin embargo, como todo gato en la vida, nuestro pequeño héroe ignoraba las fechas que rondaba en esos momento, y muy pronto, y sin quererlo, se vio envuelto en una de las mayores desgracias que le pueden ocurrir a cualquier gato.

Para su desgracia, Erving había olvidado que eran tiempos de carnaval, cuando a los humanos les encanta llenar las calles de chillantes colores, estruendosos sonidos, vergonzoso movimientos, y lo que es peor, un insaciable deseo por molestar a los peludos. Y si no era obvia ya su mala suerte, justo una maceta cayéndose tras su salto había delatado su presencia a la salvaje multitud.

Para cuando el pequeño Erving trató de huir del lugar, un grupo de humanos lo rodearon y uno de ellos lo tomó de la barriga, llevándolo directo a una de sus mas locas pesadillas. Erving no podía dar palabras a las horribles imágenes que llenaban sus ojos, solo podía ver como los humanos lo vestían con sus trajes ridículos y sacudían chirriantemente su pelaje con besos y manoseos; de pronto, en el momento en que parecía que aquella emboscada casi destruiría la dignidad de Erving, un humano aflojó su agarre sobre su barriga, lo que éste aprovechó para saltar sobre sus nucas y salir corriendo hasta un árbol lejos de esa locura.

Erving lo consiguió, estaba a salvo y libre de todo afecto hostigoso. Ahora más que nunca estaba convencido en encontrar a su humano y sacarlo de aquel lugar, pero para nada bajaría de nuevo a ese mar de amor desagradable. No había de otra, Erving tendría que esperar en el incomodo árbol hasta muy entrada la noche para moverse más tranquilo por las sombras, y sobre todo, tendría que moverse bajo su verdadera personalidad ante los humanos; se convertiría en The Under Erving.

Ya era de noche, y los carnavales pasaron a su versión de máxima esencia. Los colores chillantes de los carros y los adornos habían dado paso a las luces neón de los bares, y la música escandalosa de la banda de vientos se convirtió en música propia del estilo eufórico y místico del Jazz. En ese nuevo ambiente, la gran multitud de humanos desenfrenados se había convertido en distintos clanes con sus propias normas y deseos. El carnaval dejó de ser el enjambre humano del día para convertirse en el hogar propio de los animales de la noche, y es ahí donde Under Erving emprendía su misión.

-Los humanos son raros- pensaba el gatito; algunos esperan la noche para hacer lo suyo, pero la gran mayoría tenían un tiempo para desahogarse, haciendo lo de siempre, pero con pedazos de plástico y telas tapándoles la cara y el cuerpo. Piensan que nadie los reconocerá detrás de estos, pero nadie podría engañar a Under Erving, él se valía para distinguir a cualquier humano sin importar los disfraces con los que se cubrieran.  Los gatos, en especial Erving, tienen la habilidad de distinguirlos, sin importar que tan disfrazados estuvieran, incluso ante los más oscuros escenarios, así que Erving sabía quien sería su humano entre toda esa multitud. Aun así, había un pequeño inconveniente. Erving era malo con los nombres. Jamás en su vida se aprendió ninguno solo, ni siquiera el nombre de día de su humano y de ningún otro, simplemente los nombraba según las palabras con las que otros humanos se referían a ellos, ya saben, para ahorrase el trabajo de nombrarlos él mismo.

Ya adentro en su mundo, Under Erving paseaba por la cera de la calle principal donde se agruparon los jóvenes de la zona. Con cada paso, Erving veía como cada uno de los chicos se convertía en una chimenea de humo y mal aliento con cada sople de sus pipas y cigarros de marihuana, lo cual le lastimaba tanto los ojos como su delicada nariz. En ese incomodo paseo, pudo ver a Torpe y a Asno, los amigos más fastidiosos de la secundaria, quienes siempre lo perseguían para molestarle o lanzarle piedras, tal vez porqué este embarazó a su gatita; por obvias razones, Under Erving dejó la zona y brincó a los balcones de los departamentos para descansar un poco, pero un fuerte ruido de las ventanas lo puso atento hacia lo que pasaba adentro del lugar.  Sin querer, Under Erving terminó en los apartamentos de las señoras brujas, las dos lideres del comité de padres que siempre le echaban agua cuando iba a descansar en su balcón, pero hoy no había agua de por medio. Al ver más adentro por las ventanas, Erving vio como en el departamento de las brujas se estaba dando una orgía de las que dejarían en pena al propio Dionisio; Erving veía como las mujeres, rectas y de carácter fuerte en el día,  por la noche se daban un festín de carne y sudor con auténticos desconocidos, pero, de pronto, en medio del espectáculo, reconoció a Ansiosa y a Linda; quien, desde la perspectiva de Erving, era la más bonita de las chicas de la preparatoria y a la única que, con sus suaves manos, le permitía acariciar su pelaje. Durante el día, Linda solía cantar en el coro de la iglesia y comportarse según las normas de sus padres, pero, desde hace varías noches; Erving solía toparse con ella, portando un vestido corto, peinándose el cabello y contando unos papeles verdes, mientras con una sonrisa se dirigía a su casa.

Under Erving, seguía observando al interior del departamento de las señora brujas; notó que Ansiosa, profesora de baile y jefa del comité, era la que más buscaba a Linda entre aquella multitud; en ese momento, el felino recordó que, cuando la profesora, recta y disciplinada con sus alumnos, al finalizar la clase, se encontraba a solas con Linda en el aula de baile, se dirigían a su auto y se encerraban juntas hasta ya entrada la madrugada; al parecer, en esta ocasión, la maestra y la alumna, habían decidido irse de fiesta con sus amigas; pasando algunos minutos, Under Erving prosiguió con su búsqueda.

Under Erving pasaría a los callejones entre los departamentos para ahorrarse camino. Por lo general, los callejones son el lugar favorito de Erving para cazar ratas, pero esta noche había otro tipos de animales. Un grupo pequeños de humanos estaban rodeando una esquina de las paredes del lugar, alzando gritos y ruidos de ira mientras decían -¿donde está, maldito?, ¿donde está?- Para cuando los humanos terminaron su extraño ritual, Erving se acercó a la escena y pudo observar a un hombre  sangrando en el suelo dando su último respiro. No podría verle el rostro, pero Erving supo por el aroma de su cuerpo que era Basura; el más ruin del barrio, ladrón, golpeador de animales y niños, y un ebrio de primera. Por lo general, Basura siempre sonreía cuando le preguntaba algo por el estilo, pero hoy, ese orgulloso pedazo de humano estaba en el suelo agonizando por la golpiza que tal vez ya se merecía. Erving no podría decir que sentía pena por él, pero los animales no suelen tener juicio aun para los malos del mundo, así que el noble gatito lamió el rostro del agonizante hombre para reconfortarlo en sus últimos momentos. Pasó un rato, y Erving sabía que había perdido tiempo en su pequeña obra y que ahora el atajo de los callejones le era insuficiente. Nuevamente, Erving debía de ahorrar tiempo en su camino ya que le disgustaba estar en busca de su humano.

Había una manera de recuperar el tiempo perdido, la cual, implicaba sumergirse aún más profundo en los callejones del barrio, donde ni las ratas se paraban por el miedo que esos lugares inspiraban; sobre todo en esta noche, en donde el anonimato se vestía para la ocasión del carnaval. Los humanos tenía un nombre para ese sitio, pero los pocos animales que se aventuraron a esa zona, la conocían como el Banquete de los humanos locos; allí, una vez al año, los humanos -¿más humanos?- llenaban los cuartos vacíos de los edificios abandonados del callejón para hacer de ese pequeño rincón del mundo, su pequeño Edén enfermo, y el carnaval les había dado una inspiración para sus performances; Erving amaba a su humano, pero requirió de un buen rato para reunir el valor suficiente y así atravesar por ese lugar.

Erving llevaba un rato por los callejones sin apenas notar un ruido; de pronto, unos aullidos, lo hicieron estremecerse; al ver por el rabillo de sus ojos, observó que detrás de él, se encontraba su veterinario, quien, junto con las demás mascotas del barrio, había salido de entre la basura, con un extraño disfraz de huesos de animales, imitando los movimientos de sus amigos peludos y comiendo directo de las bolsas como lo haría cualquier perro. Más adentro de los callejones, el doctor en jefe de la clínica, estaba inyectándose un liquido verde mientras bailaba alrededor de un esqueleto, tal vez uno de los que se robaba del hospital, y a su lado, estaba  el carnicero del barrio, quien se estaba comiendo la carne, que del cuerpo, le colgaba a su amigo el pollero, mientras este se bañaba en salsa catsup.

Había más y más humanos raros escondidos entre los rincones del callejón. Por un lado estaba el mecánico local, quien estaba cubierto de pintura plateada tratando de aparearse con un auto viejo arrumbado por el lugar, y por otra estaba Absurdo, el padre de Linda, quien estaba vestido con su ropa de dormir mientras se cepillaba una peluca y se repetía para él -soy linda, soy linda-. Todo era bastante surrealista en esos momentos, pero lo que de verdad puso de nervios a Erving, fue un ritual que presencia al centro del callejón. Un montón de humanos bailaban alrededor de un mal disfraz de oveja, giraban y gritaban al ritmo de ruidosos tambores al tiempo que pateaban y jalaban la cabeza de la oveja, hasta que simulara el gesto del sí que solían hacer los humanos; de pronto, todos los participantes sacaron unas navajas y empezaron a destrozar el disfraz, del cual, emanaba cual chorro, un líquido rojo; ya en el suelo, del disfraz de oveja, empezó a salir un hombre cubierto de aquél liquido de tono óxido, que al mirar al cielo, lloraba y gritaba -Dios es un furro-; era Demente, el pastor de la Iglesia, quien había hecho cerrar todas las tiendas naturistas por considerarlas paganas, y que en ese momento, estaba siendo lamido por los humanos que lo habían apuñalado.

Había pasado un rato para cuando Erving salió del callejón, -¡fue horrible, horrible!- pensaba el felino, pero había logrado salir con tiempo de sobra. Había llegado al parque del centro, donde los más tranquilos del carnaval se habían reunido para emborracharse. No lo había notado, pero junto a él, pasaron los humanos que habían golpeado a Basura, agitados y aun furiosos, buscando a su próxima víctima. Detrás de ellos, al otro lado de la calle y sentada en una mesa de un pequeño bar, estaba Llorona, la esposa de Basura; ella siempre alimentaba a Erving cada que lo veía por su puerta o puesto de trabajo. Llorona era amable y bastante guapa para su edad, pero casi siempre se encontraba llorando en un rincón del parque o a escondidas en su trabajo, era madre de un pequeño niño y Basura, por decir lo menos, no era el mejor padre; en esta ocasión, la joven no estaba llorando pero se encontraba preocupada, tenía a su niño entre los brazos y una mochila bastante grande para que ella pudiera cargarla sola; esto despertó la curiosidad de Erving, quien al intentar acercarse a Llorona, casi era arrollado por un auto que cruzaba la avenida; el coche resulto que pertenecía a Ansiosa, pero lo que llamó la atención del felino, era que Linda lo conducía.

Cuando Llorona reconoció a Linda, se acercó al vehículo y se lanzó con un intenso beso que Linda respondió con igual pasión. Tras ese acto de amor, ambas no paraban de mirarse, Linda sonreía con las llaves del auto en la mano mientras que Llorona le mostraba la mochila llena de papeles verdes como si de una recompensa se tratase. Las dos se hablaban sin palabras, pero era bastante obvio para Erving que las chicas habían planeado algo esa noche, y les funcionó. Para cuando el momento acabo, uno de los matones las había visto de lejos y se dirigía hacia ellas con rabia, provocando que ambas subieran al auto y lo arrancaran de inmediato, no si antes que Linda, viendo a Erving desde la ventana, le lanzara un beso con su suave mano por ultima vez; embelesado, Erving solo veía el auto correr y arrollando, en su paso, a uno de los matones. Para cuando terminó aquel espectáculo, Erving pudo ver a un pequeño grupo de humanos al otro lado del parque, donde,  uno de ellos, sinverguenza, bailaba vestido de capibara; era Imbécil, su humano. Erving, enojado y a la vez alegre por encontrarlo, caminó hacía a él, transformándose así, con la salida del sol, en el pequeño Erving que había salido en búsqueda de su dueño.

Cuando por fin estaban juntos, Erving se lanzaría con un bombardeo de maullidos y pelitos que haría que Imbécil le diera la atención que tanto se merecía. -Erving, ¿que haces aquí?- exclamaba Imbécil, mientras  lo tomaba de su barriga y asomaba su vista hacia el amanecer, -¿tan tarde es?, mejor nos vamos a casa- decía mientras caminaba hacia su hogar; y así Erving e Imbécil, caminaban por las calles, que junto a sus criaturas y misterios, recuperaban su estado diurno; mientras el felino se acomodaba en los brazos de su humano, este, un poco borracho, trataba de mantener el equilibrio para no tropezarse en lo que sería su última caminata por el barrio; pues cuando despertara de su cruda, ambos, Imbécil y Erving empacarían sus cosas y se marcharían a buscar nuevas aventuras. ¿A dónde?, ninguno de los dos lo sabía, quizá a un nuevo barrio, o de vuelta al campo con los padres de Imbécil; de lo único que estaba seguro Erving, es que ya nunca podría ser The Under Erving, -y qué mas daba- pensó el gato, ya que al estar siempre al lado de su humano, podría ser una pequeña bola de pelos, y seguir siendo parte de la noche, sin que nunca, la oscuridad lo habitara.

¿Por qué los humanos no son más como los gatos?

Creditos de la imagen: Dogan Furkan Yesilirmak https://www.pexels.com/es-es/foto/31407009/

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