LXIII Edición: Temporada de lluvias

Nota canibal

«¡Lo real ha destruido los suelos de la somnolencia!»

Lautréamont.

El 22 de marzo del año en curso (2024) diversos diarios digitales estadounidenses y mexicanos publicaron una nota acerca del caso de un caníbal. Un grupo de constructores que trabajaban cerca de la estación de tren Amtrak, en Wesco-California, vieron a una persona devorando la pierna de una persona, a la vez que la azotaba en un muro de concreto. Llamaron a la policía de inmediato. En pocas horas alguien subió y circuló un video a redes sociales en el que puede verse a Rosendo Téllez caminando con la extremidad de un cadáver inclinándose, de vez en vez, para darle unas mordidas. Las notas periodísticas mencionan que Rosendo tomó la pierna de un cuerpo –no identificado– arrojado en las vías del tren. El seguimiento del caso por el blog de noticias Bakersfield, publicado el día 27 de marzo, muestra una fotografía de Rosendo vestido como prisionero, acompañada con una nota en la que narra brevemente el juicio y las acusaciones a las que fue sometido.

¿Cuáles son las alteraciones –si las hay– que produce esta noticia a la comprensión de la condición humana, de la historia y viceversa? ¿A qué síntomas históricos responde que diversos noticieros, en su mayoría electrónicos, publiquen el caso de un caníbal en el siglo XXI? ¿A quién le importa?

No tengo claros los motivos de cómo es que este caso me ha llamado tanto la atención. Quizá sean, por lo menos, dos situaciones las que pueda referir ahora. La primera de ellas tiene que ver con los campamentos y homeless que vi en mi reciente viaje a Estados Unidos. Grupos de gente encorvada, delgados, gemían y balbuceaban mientras otras personas pedían unos cuántos dólares para comprar fentanilo. Need fent! Una de las características de las ciudades genéricas es la desaparición paulatina de espacios de inscripción del sujeto. El flujo está orientado al consumo, al lifestyle y su revés, la a-dicción y el sufrimiento que da lugar a las mercancías. Las calles y highways estadounidenses son escenarios de la muerte en vida. La segunda situación radica en una serie de estudios orientados a una serie de instantes que, en su expresión, he sentido la desestabilización de un orden sensible y su relación a determinadas maneras de comprender el tiempo. A esta experiencia la he denominado como momentos de aparición. Esto es: expresiones de existencias que, en su gesto, desfiguran la cronología como mediación temporal, abriendo formas inéditas de vinculación al tiempo. Basta referir al caso de Rosendo y la manera en que, su gesto, activa de manera inmediata a la mitología caníbal y el estallido de imágenes asociadas a esta figura milenaria.

La insospechada aparición de estos papeles ínfimos que atañen a casos de canibalismos en el siglo XXI, rima con la actualidad de los ritos atravesados por la violencia desatada que tiende, a su modo, a sedimentarse en prácticas teológico-políticas. No obstante, la estela maldita, esas trazas que son heridas a los imperativos del lenguaje, esos cortes no-gobernables, intraducibles, afirmativos a la secreción de otro idioma, de un significante inédito, pueden hacer palpar la fuerza desnarrativizante del canibalismo. Me refiero a que el canibalismo, al ser una distinción entre lo civilizado y lo bárbaro, lleva consigo la dimensión ficcional que, a la vez que articula una historia del sentido, la hace caer una y otra vez evidenciando la imposibilidad por capturarlo. La localización de los caníbales, extranjera respecto a lo familiar, lo humano, la identidad evidencia la falla de suturar el presente consigo mismo. Dicho de otra manera, desgarra los análisis y diagnósticos que hacen del presente una totalidad bajo cualquier signo.

Devoramos. Devoramos comida, libros, dinero, selvas, hombres, mujeres, películas, publicidad, pensamientos, imágenes, fantasías, videos, fotografías, palabras, bacterias, agua, polvo, aire, drogas, ruido, silencios, gritos, aullidos, lluvia, smog, semen, plástico, metal, saliva, lágrimas. Devorar, tragar, engullir. Hollow men, escribió T.S. Elliot en 1925. Paja agujereada, horadada. El cuerpo es un marco por donde la existencia sucede. Oreja, vulva, boca, ano, cuenca, fosa. Caníbales, tragones que somos, no hacemos otra cosa que sostenernos ante el gasto triunfante de nuestra existencia. Si la fantasía de una resolución civilizatoria se devora a sí misma en la aniquilación de su propia posibilidad, Rosendo mostró que los consumidores, a lo que somos constantemente reducidos, no somos más que cadáveres que respiran. Con la pierna entre los dientes, la ciudad expandiéndose a lo lejos y el horror de una mañana de marzo, Rosendo llevó consigo lo que todo caníbal es obligado a decir en su silencio: «¡Lo real ha destruido los suelos de la somnolencia!» (Lautréamont).

Créditos de la imagen: Alan Arsenault, Pixabay

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