Una bandita de jalea en la cicatriz de un dinosaurio
LXI Edición (III Aniversario - Nueva Temporada)05 de septiembre de 2023Me levanté con la cara hinchada, me asomé al espejo de la pared y mis parpados apenas podían separase, era la modorres y la deshidratación por las cervezas de anoche, me di cuenta que tenía un dedo de los pies rajado, parece que había pisado un vidrio de botella de cerveza y la sábana amaneció manchada. Me metí a bañar y la mugre escurría de mi cuerpo. El café se servía en la cafetera, las golondrinas caían a las garras del gato de mi vecino y las despedazaba. Mis manos hinchadas, mi vientre inflado, los pezones regordetes, las ventanas de mi casa respirando con dificultad. Ahí afuera el “hola” y el “adiós” de la gente. Trabajos, autos, escupitajos. Me senté a la mesa del comedor goteando humedad del cabello, bostezando todavía de sueño.
Mis perros se acercaron a almorzar, se tumbaron a mis pies y otros se arrimaron a orinar, traje el trapeador, limpié aquello y encendí el computador, me asomé a los videos atraídos por mi personalizado algoritmo: asesinatos, comida y nihilismo, filosofía, historia universal y física.
David Berkowitz con esquizofrenia, los 22 discípulos de Satanás, sofocadores de chicas adolescentes y un poco de sangre no está por demás. Destapé una cerveza y me acomodé un trago intenso, después la cafetera me recordó que había puesto una jarra de café, igual dejé que se enfriara por un rato, mi estómago se asentó entre el burbujeo de cebada y el cerebro se me refresco como una paleta congelada, el gaznate se me enrojeció, Sócrates en la pantalla se me apareció y como una novela repetida se me vino a la mente Esculapio, “pagadle el gallo a Escculapio”. Todos quedaron a sus filosóficos pies para siempre, quizá con excepción de Diógenes que pudo haber desplumado a aquel gallo y exclamado con su dulzura de sarcasmo “¡he aquí un hombre!”. Besadle los pies al masturbador filosófico.
Mis ojos empezaron a bailotear palpitantemente. Mi corazón latía con frescura, me puse una gasa con alcohol en el dedo rajado del pie y el dolor me tensionó las fibras del ano. Me vestí con ropa ligera y fui a la tienda por tortillas, ya las nubes cubrían con frescura el cielo y el calor no te agotaba a cada paso, era como si te sintieras parte de la humedad de las calles, pero las calles terminan convirtiéndose en nada en el futuro, pensé eso para mí también y la mente me llevó en cada paso como levitando, no era de importancia pensar o sentir, no eran las ideas una gran función para sí mismas ni para mí mismo, entonces, ¿qué eran? Cuestionarlas es la idea de tener una idea sobre la idea, ¡que estúpida idea!
Unas monedas a la muchacha, tienes tortillas para tu casa, tienes internet, tienes ideas de desencanto, tienes mascotas mientras tanto, tienes que comer y beber por lo tanto. Eso hice, terminé mi botella de caguama con algo de adobada, limón y aguacate para acompañar. A mis perros les gusta el aguacate, corté unos pedazos y se los compartí directo en las mandíbulas, sus ojos brillaban aunque la luz no estuviese encendida y la luz que entraba por las ventanas era mínima debido a todo el conjunto de nubes. Mi estómago se atiborró de carbohidratos, acidez y vitaminas. Burbujeos estomacales y la embriaguez que me puso somnoliento a la brevedad.
Me eché a dormir al suelo, pasaron cuando desperté veinte minutos. En mi pequeño sueño me convertía en la bandita de jalea de fresa para la cicatriz de un dinosaurio que tocaba las marimbas y las flores bailaban a su alrededor. Su sangre sabía a petróleo. Fue un sueño bizarro.
Uno de mis perros suspiraba a mi lado, me estiré los huesos, me levanté con bostezos planos y me fui hacia mi estudio, tomé algunas de las ideas de mis sueños y me puse a dibujar, una vez terminado este conjunto de trazos lo titulé como lo que fui en mi sueño, una bandita de jalea en la cicatriz de un dinosaurio. Pensé entonces en la justificación del título para mi dibujo y aquello me motivo a escribir una historia de fondo para amplificar más la idea, pero no estuve a la altura bizarra de mi sueño pequeño y sin igual, así que escribo en este conjunto de letras y párrafos y ritmos y líneas sin importancias lo que me llevó a cometer una doble obra: el texto y el dibujo rescatado de mi imaginación con resaca y perros embarrados de aguacate en los colmillos.
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Créditos de la imagen: Pixabay, Arcaion, https://pixabay.com/photos/sweets-jelly-beans-teddy-bears-1951495
En 2021 se publica el primer libro de John Magno, Idiota como un pez, que presenta relatos de corte imaginario y medianamente extraños. Ganador del IV Concurso de La idea lista “Muerte y naturaleza” con su texto Vagabundus.
Buen cuento John. Felicidades.