LXIII Edición: Temporada de lluvias

Quería decirte

Quería decirte que te quedes tranquila, que yo mañana me levanto a darles de comer a los bichos, no hace falta que tomes frio. Te quería decir, pero salí del baño y ya estabas dormida. Sí, sí ya sé. Es por la salida. Que vestirse, tomarse el colectivo, comer afuera, se hace tarde, volver.

Bostezaste y te sonreíste -ya no estamos para estos trotes- dijiste, yo asentí. Te dio risa tu cansancio, tu edad. Siempre hasta en los momentos más ruines, más duros, podes encontrar el lado cómico. Y mira que la hemos pasado; que la enfermedad del más grande, los problemas de la escuela del más chico, cuando tuvo el accidente tu vieja, el juicio, la casa embargada, ¡cómo nos cagaron!, cuando me quedé sin trabajo, el corralito. Vos siempre ponías paños fríos, siempre me tranquilizabas y me hacías chistes tontos para que se me pasara y me riera. Quería decirte que siempre admiré eso de vos. Pero bueno, un poco ya lo sabes. También sabes que soy duro, me cuestan esas cosas. Me hacen sentir un blandengue.

Pero que voy a decirte, cincuenta años de casados, si me conocerás. Como el camino hasta Avellaneda, ida y vuelta, de memoria. Con los ojos cerrados.

Desde hace veinticinco años salimos a comer, cuando se pudo, una vez al mes, cuando no, más espaciado.

¿Te acordás esa vez en Balcarce? Tendríamos veinte años, estábamos recién casados. No estaban los chicos todavía. Había una pareja de viejitos al lado nuestro, y empezamos hacer de cuenta que éramos ellos, un poco en ternura y un poco en sorna:

-Bueno, hoy te toca, me tomo a pastilla y te toca, ¿Te depilaste?  ¿Cómo qué no? ¿Seguís con la ciática? Qué barbaridad-

Como nos reíamos, nos imaginábamos los cuerpos desnudos y nos reíamos. De las dificultades, las conversaciones, los achaques. Vos me hacías reír mucho. Siempre fuiste la más graciosa de los dos. También la más fuerte. Pero eso no me animo a decírtelo ni loco. Como nos reíamos, que época. Como nos besábamos, como nos ansiábamos, como nos amábamos. Que pasión, que locura. Y ahora bueno, me cuesta, soy duro.

La verdad es que me tiene preocupado cuando nos llegue la hora, ¿si sufrimos? ¿Si pasan los días y no nos encuentran los chicos? Hasta pensé en mandarles día por medio de un mensajito, como de señal de vida. Pero sí, ya sé, estás loco, me vas a decir.

Recién abriste un poco los ojos como preguntándome, ¿todo bien? Shh, dormí, dormí. Mientras te acaricio, te miro. Siempre me gustó mirarte dormida.

Quería decirte que por más que me haga el chinchudo, sé lo triste y vacía que sería mi vida si me quedara solo. Y quería decirte… ¿Viste aquella vez que creímos que nos estábamos burlando de la vejez? Era la vejez la que se estaba riendo de nosotros.

Créditos de la imagen: Pixabay, jarmoluk, https://pixabay.com/photos/photos-hands-hold-old-256887/

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