LXIII Edición: Temporada de lluvias

¡Vencí a los cuatro elementos!

Ver a mi madre agarrando alcohol y cerrillos me llenaba de angustia. Ella lo hacía cada vez que veía arañas capulinas, quienes tejían sus nidos en unos magueyes que estaban sembrados en el jardín. Veía como tronaban las arañas mientras morían quemadas. Al ver ese fuego extenderse por el jardín, mi imaginación volaba a tal grado que tenía pesadillas premonitorias, que más tarde se convertirían en realidad, como el terremoto de la Ciudad de México en 1985. Le decía a mi madre -nunca voy a morir quemada- pero la vida te lleva por muchos caminos, el olor del humo que se despedía en los incendios provocados para matar arañas me perseguía, lo tenía siempre presente en mis respiraciones.  En aquel tiempo tenía escasos 10 años, vivía en la ciudad de Guadalajara. Durante las navidades mis padres y hermanos, todavía pequeños, viajábamos a la Ciudad de México para compartir con la familia; extraño tanto los abrazos de mis abuelos, ver a mis tíos juntos, sus risas, la comida. Viajábamos en carro, cuando llegaba la noche me impresionaba como las llamas llegaban a la orilla de la carretera. Estos incendios también eran provocados para más tarde utilizar la tierra para sembrar maíz. En ese entonces no lo sabía hasta años después cuando pedí una explicación a mis padres. Los momentos de terror iban en aumento, en mi imaginación, dentro de mi pesadilla.

Así crecí con ese presentimiento y al llegar el año de 1985, ya con un hijo de seis años y un embarazo de ocho meses, llegó el terremoto. Vivía en la Ciudad de México, fui testigo de los incendios en las azoteas de edificios a consecuencia de las explosiones de gas, estos incendios fueron provocados por la madre, pero ahora fue la Naturaleza. Este incidente incrementó aún más mi miedo, al tener hijos pequeños y tratar de protegerlos uno se siente tan impotente, el poder de la naturaleza es impresionante. Con el paso del tiempo me recuperé y tuve un tercer hijo, hasta este momento todavía podía decir que vencí al elemento fuego.  

El desenlace de mi relación intensa con el fuego fue cuando el presentimiento se volvió una realidad, exactamente sucedió lo inesperado. Sentada en mi habitación, en la que regularmente escribo, en la orilla de mi cama, haciendo la numerología de mi día de nacimiento entendiendo como la luna estaba en el firmamento y lo más sorprendente, mientras que en el cielo se aparecía la famosa estrella de Belén que, no es sino la conjunción de dos planetas – Júpiter y Saturno – (este evento sucedió después de 800 años, pero fue esta estrella la que me trajo la información), hice mi numerología exactamente el día 31 de diciembre, cuando hay luna menguando al 97%, como cuando nací. -No podría haber más coincidencia- pensé. Haciendo cuentas nuevamente serían 13 días, un paso interdimensional. Otro 13 ya que nací en 13, tan concentrada por mis descubrimientos. En ese momento de sorpresa, dije -¡ya los agarré!-. Es justo ahí cuando la peor catástrofe de mi historia ocurrió, un incendio dentro de mi casa. En la cocina tronaba todo y un humo espeso negro no dejaba ver nada. Mi mayor preocupación en ese momento eran mis gatos y mi perra y, al tratar de bajar, mejor tomé la decisión de salir por la terraza y gritarles a los vecinos. Era temprano, 7 a.m. del 23 de diciembre. Mi vecina abre su puerta y bajo corriendo por sus escaleras, salgo y desde afuera de la casa el incendio estaba a todo lo que daba reventando los mosaicos. Cerré la llave de gas al exterior, finalmente un vecino vino. Le gritaba -¡una manguera!- y con la palma de mi mano rompí los cristales y comencé a echar agua. Llegó el encargado de seguridad y continuó el apagado.

Di la vuelta y por la puerta del jardín abrí y entré por los barrotes. Cupe y no me importó. Ya el humo no era tan espeso, mis gatitos espantados y mi perrita estaban a salvo, todos negros y llegaron los bomberos. Yo ya había apagado el incendio, las mascotas se fueron directo al veterinario –pobres de mis animales- pensé y también lloré por ellos. Dejé a mi esposo que llegó, fui a casa de mi hija y cuando me vieron entrar en vez de espantarse se rieron. Yo no me había dado cuenta de mi aspecto: en pijama negra, mi cabello… descalza. Ahí me desahogué, no sabía si reír o llorar. Aún así tome fuerzas y regresé a dormir a la casa quemada, olía a humo. Al despertar la mañana siguiente, fui primero a revisar donde estaba escribiendo y después donde comenzó el incendio, que fue por corto circuito. Abajo en la estufa no había nada, no había cocinado durante varios días.

Fue tan raro. Entré al cuarto limpio, un espejo, me veo reflejada y digo, no lo lograron, los descubrí, y es hora de seguir con mi búsqueda. Sé quien soy, qué hago aquí, y vencí al elemento fuego, después de haber vencido al  elemento tierra en el terremoto de 1985, al ser damnificada y donde se destruyó mi casa. También al elemento agua, cuando se inundó mi casa porque alguien en el gobierno local dejó abierta la compuerta de una presa cercana, hubo también muertos. Sin embargo, aquí sigo. Me lleno de amor y de fuerza, sigo. Hay diferentes tipos de incendios, los provocados por el humano, por la naturaleza y por energía. Exactamente cuando revisé, debajo de donde estaba yo escribiendo se encuentra la estufa, pero fue cuando por arte de magia al decir – ¡ya los descubrí! –  tronó todo, es raro pero cierto, la energía viajo e hizo corto circuito.

Créditos de la imagen: Pixabay, Free Photos, https://pixabay.com/photos/fire-hydrant-red-firefighting-wall-947324/

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