LXIII Edición: Temporada de lluvias

Puré de calabaza

Daniel Anriquez (Danihuracán)*
(Córdoba, Argentina)
Mención
III Concurso de La idea lista:
“Comensales Pandémicos”

Hugo
Fue un año duro. Durísimo, siendo honestos. Y el gobierno que no ayudó a nadie más que a ellos mismos, como siempre; el sistema colapsa, se hunde y que manga de cornalitos que son. A los laburantes nunca nos dan una mano en nada. ¿Primer mundo? El primer mundo lo dice la educación de la gente. En todas partes están igual. Estaban igual. Porque ya está mejorando todo acá, en teoría. O algo así. Volvimos a tener vida. Volvieron los comercios, volvieron los bares, volvió el futbol. Y pudimos volver a estar todos en la mesa, que es lo importante. No es tan grave. No fue tan grave. O miento. Me digo eso para no pensar en todos esos pobres diablos que nunca pudieron dejar el hospital. Esos que llegaban para estar diez días en una cama y terminar afuera o arriba. Era inevitable, mucha gente grande y muy jodida. Algo así iba a pasar. Yo sabía. Pero bueno, tipo de campo… Acá seguimos.

Santino
Papá siempre tuvo ese aire de omnipotente, la nariz en las nubes y la falsa-idea de que era el mejor intelectual del pueblo. Patrañas. Todo eso se vino abajo con los primeros casos, la cuarentena y el cese de comercio. No sé como pensó que todo iba a estar bien. Si todos nos dimos cuenta del miedo que tenía cuando le dijeron que era un caso positivo y que iba a tener que internarse. La pandemia no quiere irse, pero por lo menos él volvió. Le dieron el alta hace unos días y hoy siente que es un sobreviviente, un súper-viviente, y ya tiene instaurada la idea de reabrir el negocio y que volvamos a contratar a la gente que hacía delivery, que seguro todos están extrañando las pastas. Sus pastas. Chiflado. Viejo loco. Qué lindo tenerte de nuevo por acá, papá.

Luciana
Me matan. Una familia de mentirosos, eso somos. Todavía nadie le dijo acerca de todas las cosas que tuvimos que vender para poder seguir a flote, se nos fue la mitad del negocio para pagar los gastos. Todos se lavan las manos en esta casa a la hora de dar malas noticias y me dejan a mí ser la parca de nuevo, manga de sinvergüenzas. Pero que importa, que bien se lo ve. Qué lindo tenerte acá, viejito. Brindo por vos. Y por todos. Y por esto. Y mejor me quedo callada y me voy a ver lo que están haciendo los chicos antes de que se me caiga una lágrima.

La Gorda a Inés
Que increíblemente guapo que está Marcos. Se nota que aprovechó el tiempo libre de la cuarentena. ¿Vos viste cómo se le marcaban los bíceps debajo de la camisa? Impecable, de revista. Encima siempre tan cordial con todos, tan sereno. No sé cómo hizo para enamorarse de Laura. Ella es la amargura hecha carne y hueso. O huesos y piel. La última vez que la vi sonreír fue en su cumpleaños de cinco, justo antes de que el payaso se cayera de espaldas haciendo una pirueta. ¿Te la conté a ésa? Papá tuvo que salir de raje a llevarlo al hospital, fue una cosa de locos. Se fracturó el brazo al brazo y casi que lo dejan internado. Nunca más nos festejaron un cumpleañitos.

César a La Gorda
– ¿Querés seguir cuchicheando o querés que apuntemos para adentro? No se te escapa nada a vos, Gorda. Tranquila que es una reunión familiar. Estamos todos contentos con lo del viejo, así que por favor, no vayas a buscarle roña a tu hermana, mirá que en seguida se pone sensible.

Antes de que estén todos adentro, la Tía Isolda ya tiene la mesa casi lista. ¿Por qué no usamos la vajilla de navidad? ¿En pleno octubre? Y dale. Y el pan cortado en rodajas, también. Detalles, todos detalles. Vasos y copas. Y el mantel blanco que se puede manchar en cualquier momento con cualquiera de los dos vinos. Poné un agua mineral, Santi. Hacé como te enseñó tu madre.

Entonces empieza a sentirse el olorcito a carne asada que se asoma por el marco de la puerta y nos deja babeando en la espera, cual hiena de Madagascar. El orden de la mesa no importa, pero y por de paso: el más viejo en una punta, Hugo en la otra (el primogénito, que por más primo que sea, sigue viviendo acá a sus treinta y pirulos), y al lado Santino, Mabel, La Gorda y Roque. Del otro lado, los que toman agua. Menos Luciana. Ella siempre un cabernet.

Antes de dar las gracias, se abre el vino, y chín-chín. Porque todavía vale la pena festejar las pequeñas cosas que nos regala la vida. Pequeñas grandes cosas.

– Papá, ¿Podes ponerle un toque menos de sal al asado? Tenés la tensión por el cielo ya.

– Es que esto que me dieron no tiene sabor, ¿Están seguros que es carne? ¿No me habrán servido una de esas cosas raras con lentejas que hacés vos, no Laura?

Y entre risas y platos limpios, desde la otra punta, Hugo hace su entrada: ¡Vayan pasando el puré, che! Que si quieren ponerse a mirar algo, a las 16 juega el Barça.

*Soy un escritor amateur. Crecí con libros de Benedetti, Cortázar, Bécquer, García Lorca, Neruda, entre tantos otros románticos destructivos. En la secundaria leí poesía y teatro y entre en ese mundo. Este año de pandemia me dio el valor para intentar concursar. Pero, uno relee lo que escribe y siempre encuentra algo que mejorar, y aunque todavía no estoy del todo cómodo con mis redacciones, me encantaría ir encontrando la forma de hacerlo.

Créditos de la pintura: The Dinner, Effect of Lamp (1899). Felix Vallotton.

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