¡Acábense de podrir que la muerte hace mucho los ha habitado!
X Edición01 de septiembre de 2020¡Acábense de podrir, que la muerte hace mucho los ha habitado! Ayer por la mañana amanecí con esta sentencia retumbándome la cabeza. El martes 19 fue uno de esos días en los que me encontraba de humores bajos. ¿Por qué ésta enunciación? Hay días en los que amanezco con un espíritu al que se le podría calificar de pedante, desde el que estoy más intolerante de lo acostumbrado, lo que significa que cualquier cosa que esté leyendo, escribiendo o comiendo, dejará un vulgar sabor de boca. ¿Qué hacer? Encenderse un cigarrillo, dejarse consumir por el día y no dejar que nada ni nadie eche a perder esta disposición a enjaretarnos nuestra miserable existencia.
El fin de semana escuchaba a Facundo Cabral. En uno de sus monólogos dice “la felicidad no es un derecho, es una obligación, porque quien está de mal humor sólo acaba jodiendo a los demás.” Aquella mañana recordé lo dicho por el amante de las mujeres y confidente de Borges. Me quedé pensando -hoy sí que la ha cagado el argentino, el mandato de felicidad no ha hecho más que volvernos unos palurdos optimistas que por más que veamos la tormenta nos seguimos esperanzando con un ridículo rayo de sol-. ¿Por qué no asumir que por momentos no nos queda más que podrirnos?
Hace unos días unos colegas anunciaban en las muy bellas y miserables redes sociales un evento titulado “Filosofía de la Religión: religiosidad y sufrimiento. Simbólicas de lo terrible” a lo que A comentó -en estos momentos, en los que una profunda pena nos embarga, quien querría escuchar sobre sufrimiento, que mal timing-. ¡He aquí aquél minúsculo rayo de sol! La voluntad a ignorar un espacio de acogida para reflexionar las condiciones actuales; en fin, leí aquel y otros muy optimistas comentarios y cual eco retumbó la sentencia: ¡Acábense de podrir, que la muerte hace mucho los ha habitado!
(Editor de La idea lista) Nací un 25 de diciembre de 1984. Soy un caminante y glotón empedernido, mi relación con el mundo es a través de los sabores y texturas. De en veces escribo historia, las más, bailo y cocino. La historia es el arte de observar las estrellas y las constelaciones, el pasado nos llega como la irradiación de lo que alguna vez fue, de nosotros depende la interpretación.
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