En mis sueños yo soy mi hermano
VII Edición (Temática: Sueños)20 de julio de 2020Cuando tenía cinco años mi madre me regaló mi primer diario de los sueños. A partir de ahí fue mi responsabilidad anotar los sueños que lograba recordar cada mañana siguiente. El diario se fue llenando de sucesos surrealistas y trataba de interpretarlos. Algunas variables se repiten en mis sueños y he logrado saber que en mi subconsciente, cuando sueño autos, significa mi vida; cuando sueño agua, se trata de mi mente y, cuando sueño a mi hermano, se trata de mí.
La fórmula para interpretar mi sueño es un poco de vivencia diaria más un poco de mensajes que mi subconsciente me manda. Algo que pasaba y me pasa regularmente es que, al identificar los rostros en mis sueños, las personas tienen una cara conocida y pareciera que esa persona es alguien que conozco –pero se comporta diferente— como si fuera alguien más. Pues así pasa con mi hermano, tiene su cara, pero se porta como yo, casi siempre arriba de autos como copiloto o piloto y conduciendo a toda velocidad. Supuestamente en los libros de los sueños a los que he tenido acceso los autos reflejarían la vida, es así como el coche siempre va conduciéndose a toda velocidad en carreteras con obstáculos, barrancas enormes, siempre a punto de salirnos o caernos al mar, intranquilidad, siempre así.
Me tomó un tiempo descubrir que yo era mi hermano en los sueños. Recuerdo algunas veces preguntándome al despertar, ¿por qué se portará así? ¿Por qué no frena el auto o baja la velocidad? Su cara algunas veces hasta parece borrosa, pero en el fondo yo sé que él es una persona más calmada, precavida y no conduciría así. Me levantaba en las mañanas pensando –¿Quién sería esa persona con la que sueño que tiene la cara de mi hermano, pero no es mi hermano? También en mis sueños mi hermano tiene actitudes y comentarios que me disgustan, me parecen muy familiares y son el tipo de cosas que a veces yo digo cuando estoy molesta.
Entonces un día, en un sueño profundo, mi hermano conducía una vieja camioneta Ford que teníamos, como de costumbre, a toda velocidad. La carretera era algo parecido a una que solía recorrer en mi infancia “El espinazo del Diablo”. Le llaman así por su peligrosidad y barrancas, recorre parte de la Sierra Madre Occidental conectando Sinaloa con Durango. Veníamos de regreso de Durango, a punto de caernos por las barrancas cuando mi madre, que venía en el asiento trasero, le dice -¿Por qué conduces así? ¿Por qué simplemente no bajas la velocidad y te fijas bien en las curvas?- Él respondió -no sé conducir de otra manera, es así o mejor tú conduce-. Fue ahí cuando desperté y supe que en mis sueños mi hermano era yo. Supe que no sé vivir de otra manera que no sea desenfrenada, rápida y muchas veces poco cautelosa. Que mi subconsciente, y quizá las personas que me rodean, piensan que debería ir un poco más despacio, que llegaré a donde tenga que llegar sin necesidad de ir por caminos peligrosos –como lo es la vida– a toda velocidad. La realidad es que así me gusta vivir y andar el mundo, con riesgos y rápido, aún así tengo tiempo de ver lo hermoso que es el paisaje y sus colinas, sus caminos, su gente, su amor y todo lo demás. Nadie podría determinar o decirme lo que es ir muy rápido o muy lento; ir a nuestro propio ritmo, eso sí.
Me gusta la naturaleza más que la ciudad, disfruto la montaña tanto como el buen maté en el frío. Los animales son mis mejores amigos, montar en bicicleta mi pasatiempo favorito. Escribir, viajar, cocinar, leer y compartir lo considero parte indispensable de mi vida. Cambiar la manera en la que vivimos, consumimos y producimos es mi sueño utópico. Aislarme mi refugio inevitable, tomar té de jengibre y tocar la flauta, me gusta tanto como estirarme por las mañanas cuando creo que soy un gato.
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