LXIII Edición: Temporada de lluvias

Prosa y Método

Texto finalista del IV Concurso “Muerte y Naturaleza” de La idea lista
(2021)

4:01 a.m.

De nuevo la verborrea se presenta ágil, indiscreta, casi demasiado ficcional como para no pedir a gritos ser impresa. No tengo con quien hablar y estos ingenuos registros de insomnio y consciencia actúan como mecanismo de defensa ante la ansiedad que estas horas de la noche me pueden provocar. En la cocina hay varios cuchillos, pero mi atención está clavada en uno en particular. En mi mente descansan varios recuerdos, pero me interesa uno en particular. No es normal que me haya acostumbrado tanto a esto, a este malestar.

Escribo para concentrarme, pero también para escapar de mí mismo. Estas horas traen consigo tentaciones demasiado grandes: séptimo piso. El tiempo que existe entre poder pensar en el tiempo y que el tiempo ya no exista es proporcional a…

—Mensaje de texto, ¿me interesa? No son horas de estar pensando en las tragedias personales de otras personas.

Seguridad. Sacrificio. Ya no me impresiono con facilidad por las diferencias que hay entre los pequeños insectos del suelo y las bellas aves del cielo, no me dejo sorprender por los patrones que hay detrás del diseño de las ramas y las hojas. Ya no soy un niño. Ya no hay nadie que me pueda proteger de mis propios pensamientos.

No es la primera vez que me hago estas preguntas, preguntas sin respuestas, preguntas que nadie querría hacer ni responder. Salir a la calle. Cigarrillos. No, demasiado frío. Cansancio, ¿pero de qué? Lo único que hago es construir edificios de arena movediza, soy el arquitecto de mi propio desierto literario.

¿Es posible que papá se haya hecho preguntas similares?, ¿o que su padre lo haya hecho también? Somos víctimas de una enfermedad que no habla el idioma de los relojes, por pertenecer a contextos distintos. El internet cambió muchas cosas, pero lo que no cambia es que nos sentimos igual de miserables. Generación tras generación cometiendo los mismos errores, haciendo las mismas bromas biológicas que nunca causan risa.

¿Hijos? No es para mí. De las pocas buenas decisiones que habré tomado en mi vida, cortar el espiral… Sí, no tiene sentido seguir alimentando a esta bestia que se extiende a través de mi árbol genealógico. Acá sigo yo: migrante, neurodivergente, enamorado de las cosas imposibles, protector de todas las utopías. Alguien las tiene que defender.

4:17 a.m.

Mi Babilonia, es tiempo de tomar decisiones. Son varias las formas de enamorarse del tiempo, y la música es una de mis favoritas. 1, 2, 3, 4… Ritmo. Es parte de nosotros, es natural que hayamos creado una tecnología para olvidarnos del tiempo y a la vez ser uno con él. Al final todo es eterno, vos, yo, las palabras y las canciones que nos cantaban de niños (si tuvimos algo de suerte).

Repeticiones, ecos, flashbacks de fallos anteriores. Pastillas, picadas con una tarjeta de crédito, pensando que ese sería al fin. Evidentemente no lo fue, y todavía puedo sentir la congestión que me acompañó la semana siguiente. Algunos piensan que es una salida fácil, otros le atribuyen cobardía, lo cierto es que a muchos les gusta opinar sobre aquello que no conocen.

¿Cuánto tiempo tarda un vaso en darse cuenta de que está roto? No pretendo saber todo, los objetos inanimados tienen una calma con la que yo ni siquiera podría soñar. Hay cosas que se pueden elegir, otras no, otras nos eligen a nosotros. Pude haber muerto ya varias veces, pero sigo acá, no tan vivo, no tan muerto.

Aquel cuchillo en particular… Pequeño, versátil, útil. Haría el trabajo perfecto de desgarrar la piel, desde la base de mi mano izquierda hasta la fosa del codo. Ya van demasiados años de depresión como para no estar al tanto del inmenso dolor que eso significaría, no me considero fan del dolor. También me da curiosidad saber si tendría la fuerza suficiente como para cortarme el otro brazo. Método poético, pero rechazado.

4:30 a.m.

El otro día me dijeron que es importante valorar lo que uno tiene, supongo que es cierto. Yo sólo tengo ideas, miedos, sueños y recuerdos borrosos. Me escriben, no soy yo quien toma las decisiones. No sé quién está al otro lado, a veces siento que es un poco sádico, un escritor que elige no darme un respiro de vez en cuando, una pequeña gota de fe para hacer de la narrativa algo un poco más dinámico.

Estar lejos de casa no es fácil, pero tampoco lo era estar ahí. Al fin y al cabo era esto lo que yo quería, creo. No se puede pretender que todo sane con el tiempo, pasarán 4 000 años y voy a seguir estando igual de roto, igual de insuficiente, igual de a nadie.

En lo alto de mi parálisis descubrí una puerta, una puerta que prometía ser más ventana que un baúl lleno de pertenencias de personas que nunca quise conocer. Reunidos, en familia, alrededor de una vieja mesa de madera, vieja como las emociones primitivas que todos teníamos en los bolsillos aquella noche.

Una figura paterna, un Dios autoritario, de nuevo el baúl exhibe todo lo que traté de esconder tan meticulosamente al volverme un adulto. Dios también tuvo que sufrir para llegar a ser Dios. Esta casa no fue construida sobre risas y abrazos, hace falta donar un poco de sangre para que te permitan cortar la torta. Eso fue lo que me dijo papá antes de congelarse, antes de ausentarse para siempre.

No puedo resolver problemas que no son míos, por mucho que quiera, todo lo que puedo hacer es encontrar maneras de que no me molesten. Si pudiera arrancar de mi jardín todas las hierbas malas pensaría dos veces antes de hacerlo, se supone que tenemos que aspirar al balance. Me pesan mucho los brazos…

5:00 a.m.

Agua, necesito agua.

El acorde perfecto no existe,

tampoco el texto perfecto.

Nos mentimos para probar

que somos algo más,

que carne, Pan.

Sí, ya sé, fue mi idea convertir mis gustos en ataúdes inexplorables, fue mi idea llamar a San La Muerte cuando todo lo que necesitaba era un porro y un poco de paz. Sí, ya sé, ser ridículo nunca me quedó bien y sin embargo sigo cayendo en la misma trampa, boicoteando mi elevación hacia algo más grande. Creo firmemente en la ceniza que me rodea, por obra y gracia de una villa sin miseria.

5:37 a.m.

Pudo haber sido peor, pudo haber sido cierto.

Nacimos de la luna, de la primera sombra de la noche. Nos dirigimos al corazón de una muerte sin tregua, sospechando siempre de las intenciones de un sol malhumorado, con todo el privilegio de una carta astral diseñada por el ángel más fuerte. Necesito agua.

Me cuesta distinguir, tengo miedo de que aquello se pueda volver a repetir. El encierro, las inyecciones, que la espera se vuelva eterna en una caja de cemento y metal. Lo admito, soy frágil, soy un juego de mesa, jenga-emocional, no podría soportar otro día más en este lugar. Siento que estoy regando las plantas de alguien más, todo para decir que vale la pena.

Es una verdadera tortura.

7:00 a.m.

Puedo pensar en muchas cosas más fáciles que dormir, no es uno de mis talentos más grandes. Dibujar mandalas, sentarse en el círculo-que-a-nadie-ayuda, hacer ejercicio a la fuerza, no poder leer. La concentración es un verdadero lujo. Siempre se nos puede romper más, siempre se puede ir más hacia el fondo del abismo, el abismo personal.

Y ahí estoy yo, nuevamente un niño. Jamás pensé que todo esto me iba a pasar. Yo estaba bien, mi futuro estaba asegurado. Capaz no sea muy tarde, capaz todavía pueda escribir esta historia con la caligrafía de alguien que nunca tuvo que convencer a los demás de su cordura. ¿Me recordarás? ¿Podré penetrar esta jaula cronológica y tocar tus cabellos una vez más? Eso sería al menos un suave indicio de que realmente existo.

No vine para ganar, yo vine para jugar. Y sí, a veces cuesta, no siempre se puede pretender que todo está bien. Mi cuerpo palidece, sin comida, sin abrigo, sin agua y sin sueño.

9:00 pm

Todavía no perdí las fuerzas para dejar plasmadas mis batallas en el papel, todavía puedo esconderme detrás del tipeo incesante de mi niño interior. Vivo para registrar el paso de las estaciones, el invento de nuevas tecnologías, el paso de la humanidad por este cuento, para apreciar lo inmenso de un suceso cotidiano, lo cotidiano de las grandes noticias que se publican. Los cambios de humor me visitan como tormentas gigantes seguidas de epopeyas eternas, conversando en un paraíso sin color.

Lo que no puedo ver lo puedo intentar escribir. No existe cosa alguna que no valga la pena sentir. En este experimento del vivir rápido y morir joven solo queda hacerse de piedra, y un poco de compasión a 15 000 Guaraníes la docena. Cuchillo. Pastillas. Cicuta.

Hoy decido sacarme la vida de la única forma digna: no escribir nunca más.

Créditos de la imagen: Pixabay, geralt, https://pixabay.com/photos/people-woman-self-talk-mirrors-2923048/

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