LXIII Edición: Temporada de lluvias

La respuesta

María no sabe cómo empezar a redactar un pedazo de su historia. Se lo había prometido a Nacho cuando éste le preguntó:

-¿Por qué no escapamos para siempre cuando pudimos?

-Porque ninguno de los dos podía o quería realmente- piensa ahora ella.

Le vienen a la cabeza muchos pensamientos. Idealiza la historia, como película de JJ Abrams o Michel Gondry, y con soundtrack de Radiohead o Spiritualized. La realidad es que no sabe cómo fue que todo comenzó.

Siempre fueron un número impar: tres. Jugaban con legos en casa de María cuando eran pequeños, se conocían desde los 6 años. Ella nunca tuvo la sensibilidad para hacer amigas y jugar a las muñecas y, durante su vida adulta con las compañeras del colegio, sólo jugaba al fútbol y cosas por el estilo. Siempre fueron tres: Nacho, Mateo y ella. Hablaban de caricaturas, de Ranma, Dragón Ball, Caballeros del Zodíaco, Los Halcones Galácticos y Sailor Moon.

Se separaron en el quinto año de la primaria. Nacho y Mateo fueron a la misma secundaria, no se hablaban mucho y apenas intercambiaban palabras de vez en cuando. María la pasó duro, sus padres pasaron por una crisis económica y ella mal acostumbrada a los viajes, a comprar todos los juguetes que quería –la verdad, excedida por ese consumo de cosas no indispensables)— atravesó un largo proceso de aprendizaje.

Pasaron los años y la familia de María recuperó un poco de estabilidad y las cosas empezaron a ir mejor. A María le gustaba mucho ir de fiesta, ¿estudiaba? Sí, pero no era su prioridad y fue así hasta que llegó a la universidad. Sin noticias de Nacho y Mateo, un día vio en una página de Facebook que una reunión se llevaría a cabo, algunos de sus ex compañeros de primaria estarían allí. Ella vio a Mateo, es decir que él asistiría, pensó -¿Lo contacto?–. A este punto ya no recuerda si lo hizo, pero Nacho la contactaría a ella. Nacho le mando un mensaje con una fotografía con ella de pequeña y le pidió verla.

La primera impresión.

Cuando llegó Nacho a casa de María, éste conducía un automóvil con olor a crayón. Salieron algunas veces, reían mucho, siempre de noche –al mismo lugar— un restaurante esquinado en la colonia Narvarte, fumaban porros de vez en cuando y compartían muchas cosas entre ellos: su amor por la música, la literatura, la pizza y las películas. En cuanto a la política, tenían siempre algunas divergencias, pues María es y siempre será una idealista. A Nacho no le caían tan bien las amigas extranjeras de María. Nacho amaba a Sofia, su novia de la universidad, y María tenía la impresión de que era una mujer de números y concentrada en su carrera profesional. María pasaba por una mala etapa de una larga relación. Ela lo había dado todo, y a pesar de sentirse drenada emocionalmente, seguía allí.

En una noche de vino no recuerdan quién dijo a quién -¿Y si escapamos juntos?–. Nunca se besaron, pero sólo esa noche se abrazaron. Nacho le confesó que la amaba desde eran niños. Fue ahí que María descubrió que Nacho tenía mucho talento para la escritura, pues éste le había escrito una novela.

¿Qué pasó? ¿Por qué no escaparon?

La respuesta:

No escaparon porque la vida es muy larga –y no ha terminado aún— y no lo hicieron porque no saben si en algún día lo harán. Son felices, se piensan, los dos son idealistas, aún son niños que no juegan a ser adultos, sólo que trabajan y viven este mundo neoliberal. Aman la música, la literatura, el arte en general. Mientras Nacho le pide una respuesta, ella le dice justo hoy, que la respuesta está en él.

-No dejes de escribir, es momento de terminar esa novela incompleta.

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