Querida
XVI Edición (Resultados III Concurso)23 de noviembre de 2020Josselyn Añazco Torres*
(Quito, Ecuador)
1er lugar
III Concurso de La idea lista:
“Comensales Pandémicos”
Cristóbal, hazte a un lado por favor, hace días que apestas, el que no tengas que salir a tu trabajo de mierda no significa que yo tenga que aguantar tu desorden y suciedad. Te lo digo en un tono bonito y no entiendes, qué más tengo que hacer por dios. Teresa se distrae otra vez viendo por la ventana. Viste que anoche sacaron al vecino en una funda negra y lo dejaron en la banca de la principal, yo no creo que la basura se lo lleve, nadie quiere tocar a los muertos, dicen que pueden contagiar. ¿Ese hijueputa no te debía plata, Cristóbal? No creo que la vaga de su hija se vaya a hacer cargo de las deudas de su padre, así que mejor vamos olvidándonos de ese dinero. ¿Cuánto era? ¡Ya qué importa!
Cristóbal ha optado por no responder a los monólogos de su mujer, entiende que está un poco alterada con esto del virus que anda por el aire matando gente, la televisión prendida todo el día, los grupos de Whatsapp que no dejan de enviar videos de hombres con batas blancas de China, Italia, Rusia; ella ya ni espera que él conteste, se la pasa sellando los marcos de las puertas y ventanas con cinta negra, mientras lo pone al tanto de los números oficiales y unas recetas naturales efectivísimas. No podemos darnos el lujo de morirnos ahorita, Cristóbal. Nos tocará el hueco en algún momento, pero ahora no puede ser, no tenemos ni un centavo aquí y me mandaron una cadena que decía que estaban cobrando hasta el triple para enterrar a la gente. Quizás pueda mandarle un mensaje a la vecina, le doy nuestras condolencias y aprovecho para decirle lo de la deuda. ¿O crees que es muy apresurado? Ella entenderá, ninguno en este barrio de miseria está en la condición de morirse, más que de hambre.
Dentro de la casa de Cristóbal y Teresa los ojos te lagrimean. El olor concentrado de cebolla, jengibre y ajo se ha tomado todo el ambiente. Ni el palo santo puede despejar la neblina espesa de estos olores, aunque Teresa diría, sólo para molestar a Cristóbal, que el olor de su cuerpo gordo y sudado sí los supera.
La última vez que salió a hacer mercado llevó todos los ahorros que tenían, además de los ingredientes de las recetas naturales, compró arroz, atún, cloro y alcohol, lo suficiente para no volver a salir en un mes. Cristóbal extraña pasar las noches sentado en la puerta de la casa, recibiendo la brisa pegajosa, tomándose unas cervezas, brindando con los vecinos que pasan, escuchando un poco de música a todo volumen y que cada viernes su Teresita se pase de copas y lo saque a bailar cuando suena esa salsa triste que le recuerda a cuando vivían sin gritarse y desearse la muerte. A pesar de las pocas miradas que ahora se cruzan, él sigue amando con locura a su Teresita. Teresita, Teresita, eres la más bonita de esta pequeña casita, le recitaba cuando ella estaba molesta. Al principio funcionaba, él lograba hacerla sonreír, pero con los años para ella la pequeña casita se convirtió en el recuerdo irrefutable de su pobreza y frustración.
¿Ya vas a querer comer? En unos minutos está el arroz. Tómate el zumo de limón que te dejé en el velador, no desperdicies por favor, Cristóbal. Voy a recostarme en el mueble, estoy cansada. Él hace días que iba con el vaso al baño y botaba el zumo por el lavamanos. Los limones estaban ya agrios, pero ella decía que eso significaba que se habían fermentado y ahora tenían todos sus nutrientes multiplicados por mil. Siempre fue una exagerada, pensaba con ternura. La primera vez le creyó, la segunda y la tercera se lo tomó para no escucharla más hablar, pero de ahí en adelante ya no podía soportar más los retortijones y gases que le causaba.
Cristóbal, creo que voy a dormir un rato, levántate tú a ver el arroz. ¿Me estás escuchando? La hornilla está prendida y yo estoy cansada de ser la sirvienta de esta casa. Siempre es lo mismo contigo, nunca respondes y cuando hablas, sólo es para decirme que se acabó la cerveza. No espero palabras bonitas de ti, pero sí que más que sea colabores en esta pequeña casita, terminó sarcásticamente Teresa y pareció quedarse sin aire hasta caer en el sueño más profundo de los últimos días. Cristóbal la escuchó hasta el final y sin levantarse de la cama, con las últimas palabras atravesadas que tenía, alcanzó a responder:
—Teresita, hace días que estoy muerto y sigues pidiéndome cosas. Ya déjame en paz, por favor, querida.
*Soy una lectora apasionada y escritora de cuentos a escondidas. Estudié una Licenciatura en Comunicación y Literatura e hice una Maestría en Estudios de la Cultura. Durante varios años he sido asidua asistente a diversos talleres de escritura; he guardado los resultados en lo profundo de un disco duro y espero en algún momento compartirlos con otros lectores.
Créditos de la pintura: The Old House. Betty reading (1907). Hanna Hirsch-Pauli.
Textos participantes del III Concurso de La idea lista: Comensales Pandémicos (2020).
Bravo!! felicidades, muy bueno
¡Felicidades, excelente!
¡¡¡felicidades!! buen cuento
Muchas felicidades, muy buen cuento, muy bien narrado. Gracias por la lectura
Increíble!
Que hermoso cuento, me conecté y el final, totalmente impredecible !!! Saludos y Felicitaciones