El fin de lo efímero absoluto
IX Edición (Temática: Vejez)17 de agosto de 2020La existencia misma desde hace ya muchos años se me ha vuelto un tema cotidiano de reflexión. La pregunta de cuál es el sentido de todo esto todavía no tiene respuesta y a veces esto ha sido motivo de angustia y de sensación de incertidumbre y otras tantas veces -y muy curiosamente- ha sido motivo de paz y de sensación de felicidad.
Habiendo nacido en un contexto clásico mexicano -es decir- familia “muy católica” y todo lo que se le apareja a ese bagaje cultural y ético, migré cuando la experiencia de vida ya me permitía elaborar la reflexión que me alejó definitivamente de la concepción religiosa de la existencia al marxismo guadalupano. Y lo nombro así porque, al igual que lo anterior, era otra creencia y ahora caigo en cuenta -que en realidad- toda esa vocación marxista guadalupana que hemos sentido y vivido muchos seres humanos, por buscar la justicia en la sociedad y forma de vivir que hemos construido los humanos, está imbuido de espíritu cristiano a más no poder a pesar de que Marx había decretado que la religión era el opio del pueblo.
Después todo en mi vida se desplegó como un condicionamiento permanente y cambiante que me iba obligando a adquirir nuevas creencias: la música y el cine, la ciencia, el budismo incipiente, la militancia campesinista, la línea de masas, la revolución del proletariado, el indigenismo, el arte liberador y libertario, el predominio de la intuición sobre la razón, la naturaleza erótica de la creación y del consumo de mezcal y de marihuana, el nihilismo constructivista y la vocación por la parranda. Estos han sido algunos de los “téntes en pie” a los que me he aferrado, consciente o inconscientemente, para encontrarle algún sentido a la existencia. No lo tiene, más que en los momentos en que se permite uno amar, construir, crear y -con el detalle de que todo siempre no nada más es efímero sino demasiado fugaz- para acabar siempre en lo mismo.
¿Y ahora qué? ¿Después de tanto? ¿Qué?
Pues quién sabe.
La última idea que ronda por mi mente -una y otra vez- es que la existencia es una trampa en la que hemos caído, una trampa en la que tiene que ver como funciona el universo y que no sabemos todavía cabalmente y en totalidad como funciona y, por lo tanto, no sabemos ni tenemos porque saber que estamos haciendo aquí. El caso es que entre el amplísimo espacio/tiempo que hay por lo menos desde Demócrito -y su concepción del átomo hasta la teoría de cuerdas que probablemente desemboque en por fin el descubrimiento y enunciación de la teoría del campo unificado- se dio el hecho de que surgiera la trampa en la que estamos. Es una trampa porque de alguna manera la fuerza de gravedad generó el fenómeno de la acreción, proceso que apretujó estrellas variopintas que al morir en medio de grandes explosiones y sintetizaron todos los elementos químicos de los que estamos formados todos.
Entre otros factores, la fuerza de gravedad “atrapó” a toda la materia. La constriñó. La aplastó hasta llegar al pandemoniumen en el que está convertida la vida y la conciencia, por lo pronto y al menos, en la tercera roca desde el sol.
De ahí para el real, nos hemos ocupado de tratar de -sí no vencer a la muerte porque eso es imposible- por lo menos protestar ante el gran fracaso que presupone para la condición humana este hecho ineludible.
La paradoja es que estamos vivos y supuestamente ejercemos nuestro libre albedrío, cosa que por un millón de razones no ocurre realmente pues seguimos atrapados por la fuerza de la gravedad y por todos nuestros atavismos culturales y creencias que inventamos porque tenemos necesidad de creer en algo y -a pesar de que esta fuerza gravitatoria es la causa primaria de nuestra existencia- luchamos contra ella toda nuestra vida e invertimos muchísima energía en esta lucha por movernos.
Nuestras victorias son efímeras y pero también absolutas en el sentido que anuncian que estamos todavía por aquí y sabemos construir y crear.
Practicamos deportes en los que suele ser que el que brinque más alto es el ganador. Inventamos motores que vencen dentro de ciertos límites a la fuerza de gravedad y construimos espacios en los que no sólo es necesario cobijarnos del frío y de la agresiva naturaleza que nos acecha, sino hay que hacer patente nuestra creatividad creando un espacio donde nuestro fuero interno puede solazarse en el hecho de la existencia. Hemos aprendido que no es luchando contra la gravedad sino trabajando con ella que podemos construir algo que nos da vigencia, pequeños intentos de torre de Babel para demostrar que no estamos de acuerdo con morirnos y así todo, a cada instante, nuestra creatividad y nuestra capacidad de amar son testimonios efímeros y absolutos al menos para nosotros de que no estamos de acuerdo en morirnos.
¿Nos vamos a morir? Ciertamente. ¿Cuál será la relación entre la fuerza de gravedad y la muerte? No lo sé y me gustaría saberlo pues quizás eso posibilitaría que yo pudiera tener alguna luz al respecto de cuál es el sentido de todo.
Lo único que me queda después de 70 años de vida es entender cómo, por qué y de qué maneras he estado tratando de elevar mi protesta ante el hecho de la muerte y si es que acaso ha servido de algo, para mí y para los demás. Algo terrible es darse cuenta de todas las cosas que sin sentido -y en este sentido he estado ejecutando a lo largo de mi vida- y que veo que alrededor todo mundo repite lo ya hecho por miles de millones e invierte todo lo posible por lograr el mejor y más contundente testimonio de protesta ante la muerte y -sin embargo- somos poco originales en ello. Una repetición casi infinita de los mismos hechos.
¿Nos vamos a morir? Todo indica que así es, irremediablemente así es o mejor aún, simplemente así es y ante eso lo único que puedo seguir afirmando y -como último recurso- es conminarlos a que hagamos el amor de todas las maneras posibles: físico, químico y mental y con quien inspire construir esta protesta ante lo inevitable, la fusión con otros y otras, la sensación instantánea de unicidad y fortaleza. Es lo único que queda y creo que -sí se adopta esta práctica cabalmente- a lo mejor ya tiene algo de sentido haber estado en esta trampa que es la vida. Estamos atrapados y sólo saldremos de la trampa ya saben cómo, así que:
¡Hay que hacer el amor a diestra y siniestra!
Bueno y a todo esto, ¿cuál es el lugar que ocupa la vejez en todo este discurso? La verdad no tengo ni idea.
YO NO ESTOY VIEJO.
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Crédito de la imagen de portada: Pixabay
También conocido como Rafael Rebollar.
2 comments
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Mi estimado Guax el secreto en el que yo creo es que precisamente a la fuerza de gravedad la vencemos cuando nuestro espíritu sea libre y este listo para viajar en el espacio infinito más allá de la velocidad de la luz, pudiendo llegar a cualquier punto del mismo universo, donde nos encontraremos con toda la gente que amamos, y de la historia de la humanidad. y eh ahí la vida eterna. El dejar esta vida, como dice el refrán o el dicho… es: todo a su tiempo. Y sí, la misión es amar y sin lugar a dudas, cultivar el espíritu para que no se quede en la trampa de lo material y la nostalgia del tiempo.
Una narración de 70 años escapando de la muerte o de que la muerte se escape de uno. Tomaré tu consejo, a diestra y siniestra.