La librería de K
VI Edición06 de julio de 2020K repartía metáforas en cada conversación, era su marca registrada, así que cuando dijo que a partir del lunes abriría sólo de noche todos pensamos que en realidad nos estaba anunciando el cierre definitivo de su librería. A nadie tomó por sorpresa. La librería de K era la última sobreviviente del barrio y todos nosotros seguíamos yendo ahí por pura lealtad, como disfrazando lástimas, con la vaga esperanza de postergar lo inevitable comprando dos libros al mes.
Pero no era poesía su enunciado. Pronto comprobamos que la librería en verdad estaba abierta de madrugada y además se desbordaba de gente. Taxistas; fiesteros trasnochados; artistas secos y ojerudos; seres extraviados, proclives a la melancolía; vagabundos increíblemente viejos; madres jóvenes con bebés insomnes. En poco tiempo todos ellos encontraron guarida ahí, entre libros y silencio. Eran tantos que K comenzó a vender pasteles y servir cafés a esas horas, como si fuera el mediodía.
Pero cuando todo marchaba mejor que nunca –unas noches había lista de espera, dicen– K decidió, de pronto, volver a su horario diurno. No ofreció ninguna explicación al respecto. Sólo dijo que había comprobado que un bosque jamás podría, ni debía, convertirse en un jardín botánico.
Créditos de la fotografía de portada: Pixabay, https://pixabay.com/es/photos/librer%C3%ADa-el-partido-cultura-893293/
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Breve y precioso!